Cecilia y esta «España nuestra»

Me han gustado y me gustan muchas cosas, pero nunca he sido mitómano. No entro en el prototipo de seguidor unívoco de algo o de alguien, no porque eso sea malo sino porque es mi manera de ser. Disfruto en las diversas vertientes de la vida de muchas cosas, pero no me obsesiono con nada, tal vez porque siempre guardo un punto de escepticismo. Ni siquiera soy fanático de la película Casablanca, aunque a veces suelo jugar a serlo. Cuando era un adolescente se estableció una rivalidad entre los seguidores de los Beatles y de los Rolling y, como era obligado posicionarse, yo me alisté entre los segundos, porque sonaban más duros, y ponía cara de asco cuando sonaba Yesterday aunque por dentro me estuviera deleitando.ceciliasss.JPG Fue una corta temporada, porque incluso antes de que los de Liverpool se separasen ya no ocultaba que ambas tendencias no eran excluyentes. Pero tengo que reconocer que ha habido dos excepciones: una es el escritor Gabriel García Márquez, cuya obra magnífica veo ahora con mesura y placer literario, pero que en mi juventud era casi como una religión. La otra excepción fue la cantante Cecilia, la única artista musical de la que fui un fanático irredento, y que aun ahora me sigue tocando la fibra, seguramente porque forma parte de mi memoria juvenil. Viajé en un correíllo para ir a verla actuar en Tenerife (no vino a Las Palmas), y cuando al dirigirse al escenario, abrazada al violín con que la fotografió César Lucas, pasó casi rozándome por un pasillo humano, creí que iba a darme un infarto. Pocos años después, el 2 de agosto de 1976, fui al aeropuerto de Gando a recibir a un gran amigo madrileño que llegaba cerca de mediodía. Recuerdo que había una terrible ola de calor que todavía está en los registros meteorológicos de Gran Canaria, y como mi coche no tenía radio y no existían los medios de información inmediata de hoy, no tenía más noticia que el sofocante calor. Al aparecer mi amigo por la puerta de pasajeros, por todo saludo me dijo con una expresión de tristeza indescriptible: «Cecilia ha muerto». Él también era muy seguidor de la cantautora y conoció la noticia en Barajas antes de embarcar. De madrugada, al regreso de un concierto, había fallecido en un accidente de tráfico. Las rodillas se me aflojaron, no sé si fue por el calor o por el impacto de la noticia, y esa es la memoria que tengo de aquel 2 de agosto de hace 40 años. Cecilia fue una cantautora que marcó una época, y sus letras siempre en el filo de la crítica y la poesía, siguen en vigor en esta «España nuestra» que sigue anclada en su secular intransigencia.

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