Siete lajas de piedra viva

El profesor y verseador Yeray Rodríguez ha puesto voz ante el Parlamento de Canarias a las verdades que se ocultan y a las mentiras que se esgrimen como verdades. Dijo muchas cosas, todas ciertas, y entre ellas dos que forman parte de un mismo paquete. Ahora que tanto se habla de identidad cuando en realidad nos están franquiciando por todas partes, denunció «que no importe no ser lo que somos con tal de que se hable de nosotros y vengan más turistas»; dijo también que son claros los beneficios económicos (que llegan a quien llegan) que trae rodar en Las Islas grandes producciones cinematográficas, y consideró «paradójico que se elija Canarias como plató solo por las ventajas fiscales, para disfrazarnos de otros lugares». Amén.

wwww56723.JPGAl conocer sus palabras, me vinieron a la mente figuras como Giner de los Ríos, Pérez Galdós y especialmente Joaquín Costa, que trataron (por desgracia sin éxito) de ajustar el reloj español a la historia por medio de la Educación. Joaquín Costa fue un entusiasta de la generalización de la instrucción pública como instrumento de desarrollo social. También lo fue Pérez Galdós y más tarde el gran Ortega. Este fue el espíritu que daría lugar más tarde a la II República, que cambió la faz de la educación española en cinco años, con maestros y maestras entregados a la causa de la enseñanza y hombres de la cultura empeñados en cambiar una sociedad rural que seguía como en tiempos de los Reyes Católicos. García Lorca llevó el teatro clásico a los lugares más apartados de España y el autor teatral Alejandro Casona (otro olvidado) llevó a cabo un programa de lectura que todavía se recuerda en tierras del reino de León, donde era inspector de enseñanza. Y como ellos cientos. Luego vendrían otros que se encargarían de fusilar intelectuales, maestros y maestras, cuyo único delito fue enseñar y tratar de poner a España en el siglo XX. Las palabras de Yeray Rodríguez están en las actas del Parlamento, así como las de bailarín y coreógrafo Martín Padrón, y suenan al discurso regeneracionista de Joaquín Costa: «Despensa, escuela y siete llaves al sepulcro del Cid». Trasladado a Canarias, sería poner siete lajas de piedra viva sobre tantos siglos de caciquismo cultural, que es el que sostiene el cultivo de la ignorancia y la desigualdad.

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