De todas las formas de comunicación, la más tardía es el lenguaje escrito, porque los muy recientes medios audiovisuales se nutren de formas de comunicación que ya usaban en la Edad de Piedra. Suele decirse que la quintaesencia del arte es la música, porque llega directamente al alma (yo diría cerebro), pero no es así. El arte es siempre arte en cualquier manifestación, pero los estímulos sonoros son los que primero llegan al cerebro, y por eso se da un disparo y no una señal visual para dar la salida a una carrera de 100 metros lisos.
El oído juega un papel fundamental en este momento de la evolución, y el sonido de las palmas, los tambores y acaso las primeras músicas instrumentales básicas reciben respuesta corporal a través de la danza. El ritmo y la melodía se combinan para dar lugar al movimiento, y eso era posible incluso antes de que el hombre supiera hablar. La prueba es que hay animales que responden a los sonidos, que incluso bailan o que relacionan un ritmo determinado con cada uno de sus rituales.
Con la vista pasa algo parecido, tal vez simultáneo o posterior, y por eso las expresiones plásticas son de las primeras conocidas del hombre, sean pinturas rupestres, grabados o expresiones en tres dimensiones con significados varios. Es decir, la escultura aparece también muy pronto, y es un lenguaje de referencia que tiene que ver con lo simbólico. Con estos mimbres se siguen haciendo obras de arte en el cine, la televisión o en los modernos formatos, pero esencialmente pertenecen al campo de los estímulos visuales y auditivos, por eso se llaman medios audiovisuales.
La boca es una parte del mecanismo que sirve para alimentarse, y la garganta un tubo que puede emitir sonidos. Los leones rugen, los perros ladran y los pájaros trinan, y así se comunican básicamente, pero no articulan sus sonidos ni tienen significados infinitos. Ese es el gran mérito del ser humano, que convirtió todo ese aparato en un emisor de sonidos diferenciados, en un lenguaje muy sofisticado que tiene inacabables combinaciones y por lo tanto una capacidad expresiva sin límites. Con el nacimiento del lenguaje hablado evolucionó el pensamiento, que siempre es lenguaje, y el hombre alcanzó cotas nunca imaginadas para un ser que empezó su recorrido en los paramecios de los pantanos.
Una vez establecido el lenguaje hablado, la palabra, hubo que buscar una manera de fijar esas palabras para que quedasen en la memoria colectiva, superando la imperfecta herencia de la oralidad. Por eso entender la lengua escrita exige un esfuerzo y un aprendizaje laborioso, y expresarse con ella es la cima de la comunicación humana. Un bebé se mueve al ritmo de la música, hace palmas y reacciona a los sonidos, pero cuando aprende el lenguaje hablado aún no sabe representarlo por escrito. Ha de aprenderlo, y cuando lo domine tendrá acceso a todo el conocimiento almacenado durante siglos por sus antepasados. No me digan ustedes que no es una maravilla.
Y ese lenguaje escrito también puede convertirse en arte. La poesía, el teatro, la novela, el cuento y el sonido de la prosa por sí mismo alcanzan a veces alturas que emocionan, transmiten sensaciones y generan sentimientos como el tambor tribal o la visión de una danza ritual. Es la última de las conquistas del ser humano y por lo tanto la más trabajosa, la que más se aleja de los animales, y la que fija la cultura de los pueblos y las civilizaciones. Por eso suelo decir que cultura es la diferencia entre un hombre y un tigre. Leer requiere un esfuerzo, y generar esas sensaciones que suelen ir directas desde el tambor a la corteza cerebral es un arte, que al contrario que la música, necesita la colaboración inexcusable del receptor. Por eso la gente acude en masa a expresiones musicales y es más remisa a acercarse a un libro, es que leer supone un esfuerzo casi artificial, usando mecanismos inventados por el hombre para comunicarse, y ninguna forma de expresión es tan precisa y variada como la lengua, pero si esa lengua está escrita necesita atención, preparación y capacidad de entendimiento. Leer es algo sublime, no nos damos cuenta pero nada hay que se le pueda comparar en toda la evolución del ser humano. Y algo tan excelso no viene dado, hay que trabajarlo.
Por eso reivindico la literatura como una forma de arte muy complicada, porque tiene que hacer de detonante de mecanismos que en otras artes se disparan automáticamente. Todo el que sepa leer y escribir puede componer un texto, pero no todo el mundo puede hacer literatura, porque comunicar es una cosa y otra crear mundos verosímiles o estímulos sensoriales a través del lenguaje. La escritura literaria es un esfuerzo enorme, pero es la cima de los logros del hombre en su evolución en este planeta.
Y de todas las artes literarias la más tardía en aparecer como tal es la novela, aunque la narración existe desde muy pronto, en estelas sumerias como el Poema de Gilgamesh, y luego en los versos narrativos de Homero, Virgilio y los autores anónimos de los cantares de gesta de la Edad Media. La novela, en su complicada perfección, se conforma en los siglos XVI y XVII, y hoy existen muchas clasificaciones según el tema, la forma o las intenciones del autor o autora. Por eso, como en primavera se habla de libros y de ferias por doquier, yo reivindico el lenguaje hablado y escrito, y dentro de él la literatura. Y como soy novelista, reivindico la novela para establecer la diferencia entre un hombre y un tigre.
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(Este trabajo fue publicado el pasado miércoles en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7)
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