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Falta de transparencia

 

En una sociedad democrática, se supone que los dirigentes practican la transparencia, dicen la verdad y el pueblo siempre sabe a qué atenerse porque conoce la naturaleza de los problemas que le afectan. Pero estamos asistiendo a una especie de ceremonia de la confusión que, lejos de crear confianza, fabrica dudas y finalmente genera miedo. Porque una de las formas del miedo surge del desconocimiento.

 

A lo largo de esta pandemia parece que se han especializado en crear miedo, los dirigentes porque cuentan lo que les conviene y los medios debatiendo detalles que están fuera del alcance de la audiencia (no somos científicos) y a menudo tampoco tienen datos reales muchos de los que discuten y vociferan en las tertulias. Me pregunto cuándo consiguen esas informaciones algunos tertulianos que están mañana, tarde y noche en un plató.

 

Lo que está ocurriendo con la segunda dosis de la vacuna AztraZeneca con los menores de 60 años que fueron vacunados con la primera dosis es un ejemplo de todo esto. No son claros a la hora de explicarlo, porque no se entiende que tengan que vacunarse con otra marca porque tal vez (y ese tal vez es el que crea las dudas) no haya vacunas suficientes para todas esas personas, por los retrasos en las entregas por parte los fabricantes.

 

Enseguida surge otra pregunta que conduce a la confusión: si no pueden garantizar esas segundas vacunas ¿cómo es que en los vacunódromos siguen pinchando AztraZeneca como si no hubiera un mañana, mientras la gente se pregunta si también van a faltar dosis para esa franja de edad de 60 a 69 a quienes han destinado esa marca?  No sabemos nada con claridad y eso crea dudas y miedo.

 

Cuando ya alguien ha dicho que tales vacunas cubren también las nuevas variantes del virus, surge otra variante nueva, y me parece que la OMS ha cortado por lo sano y ha dicho que las vacunas existentes cubren todas las cepas nuevas del virus. Y ya te quedas tranquilo hasta que aparece un epidemiólogo o una viróloga y dice que no, y ya no sabes a quien creer.

 

Por si fuera poco, con la pandemia actual, ahora salen dos científicos chinos (que identificaron el coronavirus) diciendo que puede que haya una siguiente pandemia procedente de las aves, una gripe aviar desastrosa; pero tranquilos, han dicho que esto puede ocurrir mañana o dentro de cien años. Es decir, un bombardeo de contradicciones, que unas serán verdad y otras no, y la gracia es que las personas menores de 60 años ya con una dosis, para que les pongan la AstraZeneca tienen que firmar un consentimiento informado. Digo yo que tendrían que hacerlo en todo caso si eliges otra marca, porque lo suyo sería repetir con la misma.

 

Y un apunte final, desde mi escasísimo conocimiento científico, pero comparando porcentajes de vacunación, por ejemplo, con el Reino Unido (allí tienen más de 50%), ¿no parece que la desescalada en España va muy rápida y tal vez habría que esperar a tener un porcentaje de población vacunada más alto? Pero quienes saben no hablan claro, y otros abren la boca para seguir confundiendo.

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La importancia social de los museos

 

Hoy es Día Internacional de los Museos. Para mucha gente, un museo es un edificio en el que se guardan y exponen cosas, una especie de almacén con cuidados, con objetos relacionados como el arte, la historia, la ciencia o cualquier otra disciplina. Esa idea estática del mueso ha ido evolucionando y en las últimas décadas se han convertido en centros vivos de cultura en cualquiera de sus facetas. No debemos confundir un verdadero museo con esas exposiciones permanentes en la que no hay otra actividad que la de conservar un legado, actividad valiosa, por supuesto, pero que no es lo que hoy persigue un verdadero museo.

En Canarias, los museos no pertenecen a la Comunidad Autónoma, suelen se responsabilidad de instituciones locales, sea ayuntamientos o, preferentemente Cabildos. Los museos de la isla de Gran Canaria se han ido revitalizando en las últimas décadas, e incluso se ha creado uno, el CAAM, que es ejemplo de actividades más allá de exposiciones permanentes, pues mantiene un dinamismo que va de la investigación a la pedagogía social, con un marchamo de modernidad que ha hecho escuela, paralelamente a otros centros en toda España, que han creado una nueva idea museística.

Pero no debemos olvidar la intensa actividad de museos como los dedicados a Pérez Galdós, Tomás Morales, Antonio Padrón o Fernando León y Castillo, ubicados en caserones que tuvieron relación con los homenajeados. Es obvio que los cuatro guardan con mimo objetos, manuscritos y bibliografía, pero son, sobre todo, centros de investigación y difusión, centros vivos que se abren a otras áreas, personajes y disciplinas.

Tampoco podemos pasar por encima de una institución como la Casa de Colón, que, además de albergar un valioso patrimonio, es centros de investigación y debate sobre la Historia de Canarias y sede de actividades conectadas con el mundo hispanoamericano, sin olvidar su relación con las artes y las letras.

Hay otros museos que figuran como tales o que emprenden actividades en ese ámbito, como el Museo Néstor, ubicado en Pueblo Canario, en un edificio nacido de los diseños del pintor Néstor Martín-Fernández de la Torre y que guarda varias colecciones fundamentales en la trayectoria del artista. Es evidente que hay en la ciudad otros museos que tienen interés artístico, religioso o científico, como el Museo Diocesano o el de La Ciencia.

Pero sin duda la joya de la corona de los museos de la ciudad, la isla y acaso de todas Canarias, sea el Museo Canario. Es una institución privada, creada por el Doctor Chil y Naranjo y que conserva una de las colecciones etnográficas más importantes del mundo, el mundo cromañón, las momificaciones, y tipo de vida aborigen que es reflejo del de otras latitudes, un lugar en el que hay un campo para la investigación infinitos, y que los grancanarios deberíamos valorar en su gran dimensión. Por eso, hoy, Día Internacional de los Museos, deberíamos valorar el gran patrimonio y la gran labor que realizan nuestros museos, sin los que no se entendería la cultura de esta sociedad.

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Habrá que preguntarle a Montesquieu

Montesquieu estableció claramente los tres poderes de una democracia: legislativo, ejecutivo y judicial. Se supone que los tres se equilibran entre sí, pero es evidente que cada uno de ellos tiene unas tareas concretas. Cuando estas se entremezclan, se crea la confusión y no queda clara esa división de poderes.

 

Ahora mismo está pasando en España. Para generar unas políticas paralelas, es necesario que el poder legislativo trace unas normas que deban ser seguidas por todos, en este caso por las comunidades autónomas. No se entiende que, en la actual situación de la pandemia, cese el Estado de Alarma, que confiere capacidades a las autonomías por delegación del ejecutivo central, que es lo que ha sucedido en los últimos meses. Y cesa sin que se haya producido un corpus legislativo que respalde decisiones de los distintos territorios según sus circunstancias. Es como si no hubiera Parlamento, porque la mayor parte de las sesiones se pierden en guerritas estúpidas que luego no se concretan en algo tangible. Se parecen más a discusiones de barra de bar, en las que no se toman decisiones.

 

Por otra parte, en ese juego diabólico y peligroso en el que ha entrado la política española, no sería ninguna novedad que, quienes ahora demandan esa legislación se hubieran opuesto a ella en el Congreso, en un juego digno de los más hábiles trileros. La conclusión es que quienes están hoy en la dirigencia política no están dando la talla, porque no se afrontan los asuntos, solo se descalifica al adversario.

 

Esto determina que, para este tema, estemos en un limbo jurídico, y se da la circunstancia de que las decisiones finales las bendicen o las anulan los poderes judiciales, y en las mismas circunstancias en unos territorios ven denegada por los tribunales la misma propuesta que es aprobada en otros. Esto, de entrada, es injusto, pero si luego hay recursos será el Tribunal Supremo quien tenga la última palabra. Es decir, el poder judicial toma decisiones que tendrían que estar en manos del ejecutivo. Pero, claro, si el legislativo no ha hecho su trabajo, se crean estas situaciones en las que parece que quien gobiernan son lo tribunales. Esta judicialización forzada de la política es el resultado de la mala gestión, tanto del gobierno como de la oposición.

 

Así las cosas, no hay que dejarse llevar por alarmistas que hablan de que es el caos, pero también es cierto que en una situación tan compleja como la actual cada palo debe aguantar su vela, y cada institución debe asumir las responsabilidades que le son inherentes. A menudo, el miedo al error hace que no se tomen medidas, porque los políticos cuidan a veces más su imagen que su gestión, y a nadie le gusta que un tribunal le anule unas medidas. Está claro que aquí no se han hecho los deberes (ni gobierno ni oposición), y todavía los porcentajes vacunales no permiten que se pueda recuperar la normalidad soñada. La desescalada debe basarse en datos científicos, no en pulsos de soberbia de unos y de otros. Solo espero que el pueblo sea más fiable que sus dirigentes, aunque los antecedentes tampoco invitan al optimismo. Habrá que preguntarle a Montesquieu.