Pedro Lezcano, poeta, pero no sólo

 

Cuando nombramos a Pedro Lezcano salta inmediatamente su condición de poeta. Y lo era, de los más grandes que dio el siglo XX en Canarias, un poeta aparentemente sencillo, pero de una profundidad machadiana. Su obra poética es esencial en la historia de nuestra literatura, aunque se da la paradoja de que la obra que se hizo más popular fue el archiconocido Poema de la maleta, que académicamente no es exactamente un poema, aunque tenga rimas y ritmos poéticos. Se trata de un monólogo teatral cuyo mejor actor y director fue él mismo, levantando a las masas cuando lo interpretaba. Porque hay que interpretarlo, como toda obra dramática. Luego hay opiniones sobre a quién iba dirigido ese discurso, pues aparenta una cosa y puede ser otra u otras, porque ya dije que en la sencillez de Lezcano se colaba esa doble y triple lectura de su obra.

Está claro, Pero Lezcano era un gran poeta, y esa vertiente de su vida hizo que quedaran en segundo plano otros talentos que también desarrolló, pero ya tenía la etiqueta, “poeta y solo poeta”. Sin salir del mundo de la literatura nos dio obras dramáticas del peso de La Ruleta del Sur, y un corpus cuentístico donde están algunos de los mejores cuentos escritos en esta islas. Perfectamente podría estar en la historia de la Literatura Canaria con grandes letras solo por sus cuentos, como Antonio Bermejo o el primer Víctor Ramírez. Pero no, es poeta.

 

También se internó en distancias más dilatadas, novelas cortas que se mueven entre la didáctica, la ecología, el futurismo y una imaginación desbordada; y al fondo, como siempre, una filosofía de vida que está presente en todas las cosas que hacía. Me refiero a dos títulos tan luminosos como Diario de una mosca y La rebelión de los vegetales. Con esto dos textos tengo una historia personal, que vuelve a ser paradójica. Por distintos avatares, fui el editor de estas obras, en una situación curiosa, donde el impresor era él, pero yo controlaba la edición. Verme en esta tesitura me impuso mucho respeto, porque iba a editar a uno de los editores más experimentados de la isla, pues por su imprenta pasó buena parte de la mejor literatura que se escribió durante décadas. La sorpresa es que jamás puso la menor objeción, ni siquiera usando esa sutil ironía en la que era, una vez más, un maestro. Supongo que lo suyo, en este caso, fue generosidad.

 

Fuera de las letras y valiéndose de ellas, compuso un manual de ajedrez que sirvió para que miles de niños y niñas -no solo de Canarias- aprendieran los rudimentos básicos del juego-ciencia, que él practicaba al nivel de Maestro de Ajedrez que era, por lo que, aparte de la literatura, alcanzó  la excelencia en muchas disciplinas, sin olvidar sus grandes conocimientos como micólogo y naturalista. Es decir, Pedro Lezcano fue un hombre diverso que alcanzó el primer nivel en cuando emprendía, pues fue un gran deportista en la práctica de la pesca submarina y no podemos obviar su gran actividad teatral como actor, director y adaptador, que permitió que en las tablas canarias se pusieran de pie obras contemporáneas de gran relieve, labor en la que contó con la colaboración y la entrega de familiares y amigos, dando luz a una época en la que había que navegar contra corriente.

 

Luego está el Pedro Lezcano político, que ejerció intensamente durante un largo período, desde posiciones que rimaban con su manera de ver el mundo, aunque la realidad política es complicada y a veces no pudo hacer todo lo que hubiera deseado. Pedro Lezcano, llamado solo poeta, fue un hombre del Renacimiento, pues también se acercó a las artes plásticas o la música, que alrededor de sus poemas merodeó con el grupo Mestisay; había pocas cosas que no despertaran su curiosidad y en las que entró con niveles muy por encima de mero aficionado, aunque su manera de ganarse el sustento la mayor parte de su vida fue la de impresor, en tiempos de cajas, linotipias y elementos que nada tienen que ver con las actuales formas de imprimir.

 

Mi relación con él fue un Guadiana, siempre con intensidad, y como debía saber que la ironía es un territorio que no me es ajeno, la utilizaba conmigo a fondo, siempre con esa media sonrisa y esa voz de seda pero muy poderosa que tanto admiraron quienes lo vieron actuar, lo escucharon recitar o simplemente hablaron con él. Pedro Lezcano, poeta, sí, pero no solo poeta. Cien años después de su nacimiento es importante que se vaya sabiendo.

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