Siempre he dicho que Juan Ramón Tramunt es un poeta, cuya adquiere altura apenas despega en el primer verso. Recientemente nos ha dado un poemario distinto, curioso y tan actual como clásico, Condena y júbilo de Caín, que es un recorrido por las grandes preguntas, en una secuencia de poemas que al cabo es uno solo. Inicio esta nota con ese anuncio porque se ha dado la circunstancia de que este poemario ha coincidido en el tiempo con un libro de narrativa, Nunca más la noche, por esas confluencias editoriales en las que el autor ya no es dueño del tiempo en el que sus obran ven la luz.
Podríamos decir que Nunca más la noche es un libro de relatos, o que contiene una novela corta (no tan corta), Betsabé, y cinco relatos, o que en él hay cinco historias cerradas y una en la que es el lector el que tiene no solo que terminarla, sino escribirla. Con lo dicho, hay que colegir que estamos ante un volumen singular, diferente, pero eso tampoco es una novedad en la narrativa de JR Tramunt, que en cada entrega nos sorprende con un planteamiento atrevido, sin delimitar nunca los géneros, pero valiéndose de ellos para desarrollar su idea, pues ya lo ha hecho desde la vertiente erótica, el género negro, el futurismo apocalíptico o los laberintos de la mente humana. En cada una de sus obras se mueve con las reglas del género que practica, pero finalmente rompe con todo y genera historias con un sello personal muy claro. Será eso que llaman estilo.
En este libro, la mayor parte de los relatos tienen como protagonista conceptual a alguien que apenas aparece, es una sombra, un recuerdo o el tema de conversación de otros, que en principio se presentan como comandantes de la historia. Apenas hablan, muy poco se les ve y, en algunos casos, ni siquiera eso, simplemente no están físicamente, aunque merodean por todos los rincones de la historia que se cuenta. Desconozco si el escritor se hace un planteamiento vital y crea un relato para ejemplificarlo, o bien el relato se va imponiendo por su cuenta, sin que haya premeditación. El asunto central que finalmente nos deja es la pregunta de hasta qué punto los demás son los diseñadores de nuestras vidas.
No por su tamaño en el libro, que también, el relato titulado Betsabé merece un comentario especial. Se trata de un texto que bien pudiera haberse publicado como novela, pues no es menor que muchos de los títulos que en ese género resuenan en nuestra memoria (El extranjero, La perla, El túnel…) Y es una novela por su estructura, por la confluencia de personajes alrededor de un leitmotiv casi abstracto y porque mezcla la sordidez con la genialidad, lo blanco con lo negro, el bien y el mal. El nombre proviene de la amante bíblica del Rey David, madre de Salomón, y uno de los mitos más controvertidos de las Escrituras, prolijamente representado en las artes plásticas.
Por lo dicho, estamos ante un libro que nos sugiere muchos caminos, que plantea cuestiones complicadas y al cabo pide al lector la colaboración para resolverlas. Otra curiosidad de este libro es que el título del conjunto no toma el nombre de uno de los relatos, como suele ser la práctica habitual. Pero esto tampoco es nuevo en la obra de JR Tramunt, que en entregas anteriores de relatos siembre ha buscado un título diferente a los de las historias que aparecen, y que seguramente tratan de resumir la idea general del libro. Si lo consigue o no es cada lector es que debe juzgar.
En definitiva, una vez más, la narrativa de JR Tramunt satisface esa curiosidad de quienes lo hemos leído y esperamos a ver qué propuesta nos hace, que a menudo suena muy atrevida pero que luego responde a una idea que el autor nos pone sobre la mesa y que suele concernirnos a todos. JR Tramunt no defrauda.
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