Hay fútbol casi diario en televisión, pero resulta que hay muchos canales. Ya, ya sé que las alternativas son malas, y que la mitad de los noticiarios son fútbol. Hay en España un paro galopante, los comedores sociales no dan abasto, crece la pobreza incluso en personas que trabajan, hay violencia de género incontrolada, intolerancia de todo tipo y abandono de los más débiles. Y, claro, el problema es que Sergio Ramos y Messi no podrán jugar durante un mes por lesión. Es una desvergüenza el uso que se hace de los medios, como instrumento goebeliano para distraer de lo esencial, hasta el punto que desde sus consejos de administración y usando sus editoriales deciden gobiernos pasando por encima de lo que han dicho las urnas. El problema es que el centro de esta sociedad sigue siendo la televisión, que es el argumento que más se maneja incluso en las redes sociales. No digo que haya que convertir nuestras vidas en un ateneo, pero existe la radio, el libro, la música, el arte, la conversación, mirar a los ojos y en silencio a alguien querido, contemplar el grandioso espectáculo de la naturaleza, ver a la gente… Para quien no le guste, el fútbol diario tiene el mismo problema que los culebrones, el cotilleo, las series de tiros o las películas en blanco y negro. Si se emperra en la TV, cambie de canal; si no quiere vivir como un esclavo audiovisual, escoja sus programas, o elija el botón off. No hay programas, sino espacios de quince minutos en medio de la publicidad, que esa es otra, y se vende lo que determinan unos pocos. El binomio fútbol-TV no es solo una parte del problema, que es mucho peor; la cosa se llama desinformación e incomunicación. Paradójico y triste.
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