Decía el escritor norteamericano John Updike que, por la tendencia a premiar minorías, a él nunca le darían el Premio Nobel porque reunía todas las características desaconsejadas por la Biblia del multiculturalismo: blanco, anglosajón, varón, heterosexual y cristiano. Y, efectivamente, no se lo dieron. Traigo esta referencia a colación porque ya cansa tanta canariedad de usar y tirar, tanto ombliguismo retumbante que en nada se concreta y que suena muy fuerte cada año alrededor del Día de Canarias. Es obligatorio sentirse orgulloso de ser canario, como si eso fuese un logro personal que necesitara un esfuerzo. Se es tonto o listo, rubio, moreno o pelirrojo, saludable o enfermizo, hábil o patoso por genética, y se es canario por nacer en Canarias, lo mismo que quien nace en Helsinki es finlandés. Ese es el mérito, nacer. Y por eso me pregunto qué es eso que hace que los canarios nos sintamos orgullosos de serlo y que los pobres y desventurados asturianos, ingleses, mexicanos y japoneses no tienen. Parafraseando a John Updike, como la mayor parte de la gente de por aquí, soy blanco si no escarbamos mucho en la genealogía, y además varón y toda esa ristra de características que también tienen extremeños o baleares, y que por lo visto me hacen especial sin yo saberlo. Puedo añadir en mi favor que sé tocar el timple y la guitarra (nivel asadero) lo suficiente para acompañar el canto de los aires folclóricos básicos de Canarias, además de un par de boleros, otros tantos joropos, huapangos y puntos cubanos y una zambita andariega de más al sur, que también son parte de nuestra identidad de ida y vuelta. Sé diferenciar una alpispa de un guirre y un cherne de una vieja. Cuando los urbanitas se ponen la chaqueta de estameña y demás atributos que por lo visto nos pertenecen por etnografía tal vez homenajeen a sus ancestros, pero en mi caso, campesino de nacimiento y niñez, están en mi memoria de lo cotidiano, como la cachimba, la quesera, el farol y el arado. También forman parte de esa memoria las nasas y el chinchorro, el azufre y las despedidas en el muelle a los emigrantes a Venezuela, los bailes de taifas y las partidas de envite.
Y en ocasiones, como ahora, se me activa mi furia intelectual cuando aparece alguien que trata de darme lecciones de canariedad, enarbolando precisamente cosas que apenas conoce de oídas. Y esos eminentes teóricos de la identidad son los que han llenado nuestras calles de franquicias y multinacionales que han laminado el pequeño comercio, se les llena la boca en Fitur hablando del queso de media flor (que probablemente no sepan cómo se hace) y copan todas las vías económicas en nombre de la canariedad. Eso sí, se concede la merced de que en los pasillos de las grandes superficies se vendan productos de la tierra. Pues miren, aprovechando esa furia domesticada, les digo que por culpa de estos que no se visten sino que se disfrazan de canarios tenemos las tasas de paro más altas de la UE, los salarios más bajos de España, una economía concentrada mayoritariamente en una sola actividad, y tengo que aguantar lecciones de identidad porque ellos han sacado del armario «el traje de típico», aunque siguen creyendo que el plátano y la esterlitzia son plantas autóctonas. Esa memoria es respetable porque hay mucho sudor de nuestros mayores, pero se olvidan de la que nos puede hacer avanzar y que es olvido consciente: hemos sido los primeros en España en usar cubiertos para comer, en alumbrado público, en agua corriente en cada vivienda, en usar cuarto de baño en cada casa… Todo eso nos vino por el mar, y no se pudo o no se quiso aprovechar, porque con el contacto con Gran Bretaña, si nuestra clase dirigente del siglo XIX hubiera sido otra, hoy estaríamos a la altura industrial de Cataluña, que si supo y quiso. Resumiendo: empiezo a estar hasta los epidídimos de tanta canariedad mutilada como discurso de justificación. ¡Ea, ya lo he dicho! Pero miren, como estamos en primavera, les deseo un feliz y luminoso 30 de mayo.
3 opiniones en “30 de mayo y el rapto de la memoria”
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Perdón, D. Emilio, que significa «epidimo»? Ni siquiera en el Diccionario de la RAE encuentro ese vocablo, pero el texto de su comentario, me da la razón a mi particular idea, soy canario sí, pero sobre el Archipiélago, ¿por qué creo estar o pertenecer a la Isla de San Borondón?
Como pienso lo mismo , no quiero dejar de decírselo . Muchos puntos que toca ( además de con el timple y la guitarra ), los he vivido y sentido , y la forma en que hoy se trata el tema , me parece demasiada apariencia . Se hace canariedad estando orgulloso de serlo . Y mi admiración por su forma de describir …. ¡ Ah … cuando era jovencita , iba con mi gente , «como las cajas de turrones» , a todas las Fiestas de pueblo !…….. Es cierto que no había TV ….
A petición del respetable y para no ser malsonante, uso la palabra epidídimos como parte del todo, pues se trata del órganos situado en los testículos donde nacen y se almacenan los espermatozoides.