Se recoge lo que se siembra
Lleva siglos ocurriendo, pero no aprendemos. Es una norma que podríamos llamar matemática que cuando un organismo se siente atacado, aunque a veces el miedo o la confusión lo paraliza, acaba devolviendo el ataque, y no siempre en la misma proporción que el recibido. Esa es otra constante que se repite, la desproporción de la respuesta. Ocurre en todos los seres vivos y también en el ser humano, tanto en sus relaciones individuales como cuando forma parte de un grupo que lo diferencia como tribu, nación o por motivos religiosos, raciales o de otra índole. El territorio o la forma de vida en cualquier aspecto, o ambas cosas, son el aire que levanta la ola. Y esto suele suceder por la falta de sensibilidad y preparación de la dirigencia, sea política, económica o social. Un pequeño error con el otro origina una respuesta, que al ser desproporcionada incita a devolverla para equilibrar, y así va creciendo la bola de la violencia y el desconocimiento y llega un momento en el que ya nadie sabe qué fue primero, por lo que la tendencia es echar la culpa al otro. Si los dirigentes conocieran la Historia, sabrían que esta escalada de errores está en el origen de casi todas las guerras y las subsiguientes calamidades. Digo casi, porque los motivos se completan cuando al frente de una comunidad hay alguien con muchas ansias de poder y ataca al otro sin más, aunque hasta en esos casos ese liderazgo irracional tiene seguidores porque hubo errores que crearon el caldo de cultivo.
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