Lo canario (*)
Últimamente lo canario parece ser que es solo aquello que se asimila al folclore, a la artesanía y a la tradición, y cuanto más rústico, mejor. Es más canario quien canta folías que quien hace rock, quien trenza palmas que quien instala ordenadores, quien recita odas al Roque Nublo y a los guanches que quien representa una obra de Pirandello. Pues no, porque así ni Cernuda era andaluz, ni Dalí catalán, ni Zarra vasco, que encima jugaba un extraño deporte inglés en ropas menores. Se confunde lo canario con el costumbrismo. Es fundamental recuperar nuestra tradiciones (sólo las positivas), fomentar nuestros valores y divulgar entrañables usos para que no se pierdan; pero es que se asimila lo canario a la ruralidad ancestral, y en Canarias hace siglos que nacieron centros urbanos. Lo usual es que los urbanitas, cuando quieren ir de canarios se calan un cachorro, se ponen una chaqueta de estameña o se visten como los campesinos de hace cien años. Es necesario entender que hay personas que se sienten canarias y luego pintan abstracciones, juegan al baloncesto, tocan jazz, escriben novela urbana, enseñan a leer y hasta visten como en Londres, porque uno de nuestros distintivos siempre fue estar abiertos al mundo, por eso tenemos grifos en casa y no vamos a buscar el agua en bernegales a las fuentes públicas. Y resulta que son muy canarias las mantas esperanceras que siempre vinieron de Manchester, y es que lo son precisamente por eso. Para mí, lo canario es una manera de ser.
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(*) (Disculpen que hoy no hable de Grecia; es tal mi indignación, que si lo hiciera probablemente acabaría en el juzgado).