De milagro

zzzdedoo.JPGHablando con la gente joven que tiene niños recién nacidos, me entero de que todo lo que hacíamos cuando hace años estábamos en su situación no era lo correcto. Los procesos alimenticios de los bebés son ahora distintos, y cuando le dices a los padres jóvenes lo que nosotros hacíamos se echan manos a la cabeza. Por lo visto, lo hacíamos todo mal, porque la nueva pediatría marca ahora unas pautas completamente distintas. Escuchándolos, se podría pensar que nuestros bebés sobrevivieron de milagro. Tanto ha cambiado, que sé de parejas jóvenes que tienen sus reservas al dejar a sus hijos en casa de sus padres. Y como la vida es un círculo, resulta que se repite la historia, porque nuestras madres no entendían cómo alimentábamos a nuestros bebés; el caso es que entonces también había pediatras, y seguíamos al pie de la letras sus indicaciones, que contradecían la forma en que nos cuidaron a nosotros, que también debimos sobrevivir por chiripa, si comparábamos lo que decía el pediatra de nuestro hijo con la doctrina de toda la vida. Esa preocupación de los padres jóvenes nos mueve a una mezcla de risa y ternura; al final los niños crecen de cualquier modo, porque es esa atención las que les crea un ambiente de seguridad. Pero si miramos hacia atrás nos damos cuenta de que la vida se va haciendo cada vez más estricta, y nos asombramos de cómo superamos nuestra infancia casi sin pediatras, sin revistas especializadas en cuidado de niños, sin sillitas en los coches y dejando muchas cosas al azar. Claro, tampoco entiende hoy un adolescente cómo se podía vivir sin móvil, redes sociales y videoconsolas. Todo cambia.

Un comentario en “De milagro”

  1. Sí, es un milagro, los niños de antes casi se criaban solos. Es más, creo que si cogiéramos a un niño de ayer y a un adulto de hoy y los soltáramos en una isla desierta, pero fértil y con abundantes recursos, el niño nos iría montando sucesivamente una choza, una granja, un huerto, un barquito, un puerto para traer gente y llenar un pueblo…, sí, quizás estoy exagerando, pero el adulto sí se nos moriría antes, ¡y no de viejo!, el pobre.
    Al paso que vamos con la infancia, imagino una escena futura de una madre con su hijito, correteando por un parque, se le acerca un guardia:
    -Señora, la voy a tener que multar porque el niño no lleva puestos ni guantes, ni rodilleras, ni casco. A ver, los papeles del menor, las vacunaciones y el seguro de responsabilidad civil.
    -¡Qué barbaridad, tanta normativa!, ¿y del chupete no dice nada?
    -No me sea irónica, Señora. ¿Está homologado?, ¿no?, pues se lo tiene que quitar, no la sancionaré esta vez, lo pasaré por alto, pero tendrá que ponerle el bozal para que no muerda a nadie… no me mire así, con esos ojos, que soy muy sensible… ¡ah, ya entiendo, tampoco tiene un bozal!, es eso, ¿no?
    ¿Hay exceso de sobreprotección en nuestra sociedad? No es lo mismo responsabilidad que sobreprotección; no tienen los límites bien marcados, pero lo uno tiene que ver con el sentido común y lo otro es una obsesión. Yo opino que sí, que nos estamos pasando, y no sólo con los niños, también a los adultos casi se nos inculca que vivir es peligroso… hasta nos podemos morir y todo. Tengo la impresión de que estamos complicando la vida, de que estamos construyendo un mundo en el que cada vez somos más peligrosamente dependientes y estamos más controlados; pasito a pasito nos convertimos en simple ganado, somos hombres domesticados… creo que prefiero al niño cimarrón.

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