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A la salvación por el caos

La verdad es que los relevos en las responsabilidades políticas, sobrevenidos a causa de las elecciones del 22 de mayo, no invitan al optimismo. Por una parte, porque en muchos casos es más de los mismo y ya conocemos el andar de la perrita, y en otros porque no vemos que haya nada nuevo ni siquiera en los que llegan por primera vez a la poltrona. Se trata de sustituir al anterior y poco más. No hay un proyecto que implique a la sociedad en su conjunto, y se pierde el tiempo en litigios de parvulario o bien se dejan pasar burradas del tamaño de una catedral.
zzzcaos.JPGTodo esto viene a demostrar que en cierto modo funciona la teoría del caos (no la física, sino la sociológica) y que las cosas funcionan porque cada cual hace lo que le conviene y encaja en una totalidad que parece sistemática pero que no lo es. Los panaderos no quieren dar pan a la gente, sino crear un negocio, pero para ello han de dar pan; los profesores no quieren enseñar, pero han de hacerlo para cobrar un salario, y así los taxistas, los farmacéuticos y, por supuesto, los políticos. No espero a nadie en un caballo blanco, porque ya el mundo de la sideas queda subsumido por el de los intereses. Y como soy optimista (no tanto como Zapatero, ojo), espero que todo se vaya arreglando porque quienes tienen la capacidad de hacerlo moverán alguna ficha, no porque quieran salvar la situación colectiva, sino por salvarse ellos. Ya sé que eso es como disparar al Sol porque nos ciega, pero, conociendo el ganado que toreamos, esa es mi única esperanza de que todo esto no se vaya al carajo (pensaré si retiro o no lo de optimista)

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La televisión como servicio público

zzzx tele.JPGQue las cadenas de televisión privada nos llenen los fines de semana y los veranos con programas infectos, repeticiones sobadas y magazzines estúpidos puede explicarse seguramente porque la facturación de publicidad es la que manda y se piensa que en el verano la gente viaja o se va a la playa y no ve la televisión. Pero no es así para todo el mundo, pues hay un gran sector de la población que carece de medios para irse de casa, o que no salen los fines de semana, y es ahí donde la televisión pública debe ser eso, un servicio público. En verano tendría que haber una programación hecha con el mismo cuidado que durante el resto del año, porque hay gente que está hasta la coronilla de los veranos azules de Mercero, de las reposiciones de películas y telefilms manoseados y de programas de recortes. La televisión pública no está para competir en el mercado sino para dar productos audiovisuales interesantes, divertidos y novedosos. Y las privadas deberían implicarse un poco más, porque al fin y al cabo, como los panaderos, los farmacéuticos y los camareros, trabajan para la gente, aunque sea desde una empresa privada, porque los canales de la TDT e incluso los de pago, llenan sus parrillas de repeticiones. ¿Cuántas veces se ha tropezado con el mismo capítulo House, Bones o El mentalista?