Dicen que vivimos en la llamada sociedad de la información, y debe ser un desliz, porque en realidad se trata de la sociedad de la informática. Se supone que, cuando los canales están tan bien nutridos, la ciudadanía recibe información exacta y veraz. Pero resulta que a menudo estos canales se usan para desinformar, que no consiste sólo en decir lo contrario de la realidad, sino también en ocultar o sobreexponer determinadas noticias.
Hace unas semanas saltó el asunto del boro en el agua del abasto de Las Palmas de Gran Canaria. Se montó una carajera como era de esperar, y de repente el tema desapareció del mapa, y ahora mismo no sabemos en qué punto estamos, si ya está resuelto el problema técnico que lo causaba, si está en proceso, o si esto va a seguir así para siempre. No tenemos ni idea, porque pudiera suceder que el agua corriente de Las Palmas de Gran Canaria sea no potable indefinidamente.
Es lo mismo que las acusaciones o falsos testimonios contra alguien, que se dicen, pero cuando se demuestra que lo dicho no es cierto no sale en los medios, o sale en una esquinita y pasa desapercibido. Antes decían que Dios nos libre de vernos en lenguas, y ahora podríamos afirmar que ojalá nunca nos veamos cuestionados en un medio público.
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