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El peligroso uso de la ironía

A la hora de escribir un artículo o un post para el blog, empleo distintos tonos. Generalmente hablo en tono medio, con granitos de esto y lo otro. A veces escribo desde la indignación y uso un tono muy duro, pero estas son las menos, porque creo que se pueden decir las cosas sin llegar a un lenguaje excesivamente agresivo.
cumbres].JPGY luego está la ironía, que desde el punto de vista literario es una atalaya que ayuda a guardar las distancias. En los artículos se refiere al lenguaje puro y duro, y es desde luego mi territorio preferido en estos espacios cortos, incluso llevada a extremos que rozan el sarcasmo. Y se me dirá que no la uso demasiado o que escasas veces piso a fondo el acelerador.
Es cierto, y esto sucede porque es un terreno muy peligroso. Si académicamente se entiende por ironía dar a entender lo contrario de lo que se dice, ocurre que a veces puede que se entienda literalmente. Puede ser porque el lector esté espeso ese día y no capte el matiz, o bien por un defecto en la construcción del discurso, porque al tener que funcionar como una máquina sincronizada, cualquier omisión, error o incorporación no deseada puede llevar al lector a confundirse.
Todo esto viene porque ayer leí en el Canarias7 que detuvieron a unos salteadores de caminos a los que se les incautaron dos armas de fuego falsas. Traté de ironizar sobre los asaltos a las diligencias del Oeste o el bandolerismo de Sierra Morena, diciendo que lo de estos bandoleros actuales era una chapuza, pues ya ni los salteadores de caminos son lo que eran. Al leerlo, me di cuenta de que alguien podría entenderlo como apología de la violencia, y opté por dejarlo y aplicarle la misma receta que suelo usar sin excepción: no usar ni una brizna de ironía cuando hay dolor, abusos, discriminación o sufrimiento de cualquier clase, y creo que las víctimas de estos asaltos deben haberlo pasado muy mal, e incluso pueden tener secuelas en el tiempo.
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La foto pertenece al archivo de la Fedac.

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Nadie la pifia como nosotros; somos los mejores

España nunca se ha distinguido por una brillante política exterior. Más bien por todo lo contrario. Desde que España es un solo estado, tratar con los de fuera no se nos ha dado bien. El asunto data del siglo XV, y aunque los Reyes Católicos, los supuestos unificadores, trataron de llevarse bien con media Europa a través de la política matrimonial con sus hijos e hijas, tampoco anduvieron muy finos, pues expulsaron a los moriscos y a los judíos, y no expulsaron a los jesuitas porque todavía no existían. Era el fanatismo religioso de aquella época ¿De aquella?
florencia.jpgLuego tampoco se hicieron mejor las cosas, y eso que casi siempre España era amiga del Papa, y ya sabemos que la diplomacia pontificia ha sido exquisita. Pero nunca aprendieron los dirigentes españoles y se especializaron en elegir mal a sus amigos y a sus enemigos, y si no recuerden la alianza con Napoleón que nos enfrentó a Inglaterra, y luego el Corso nos salió por peteneras.
En el siglo XIX, más de lo mismo, y en el XX otro tanto, pues pocos países de Occidente se han visto vejados, bloqueados, aislados e ignorados internacionalmente tantas veces por su propia torpeza. Somos especialistas en hacer el ridículo. De Primo de Rivera y Franco ni hablo, por obvio, y luego, en los gobiernos democráticos, cuando había un ministro como Fernando Morán, que sabía lo que había que hacer, le inventaban chistes.
Por eso no sorprende que el Gobierno de Zapatero meta la pata hasta donde casi es imposible hacerlo. Son las maneras. Es genético, y los del PP que no se vengan arriba porque después del pintoresco episodio de Perejil y sobre todo de los delirios de Aznar y su flequillo al viento en Las Azores, tienen para estarse calladitos un par de siglos.
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Ya sé que es llover sobre mojado, y por eso les remito al blog que publiqué el 3 de noviembre de 2008 con motivo de las negociaciones para poder estar presentes en las reuniones del G-20.
Política exterior.doc

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Vaya, por fin me aclaro

Este ha sido un fin de semana esclarecedor, porque he estado tomando café con un lince ibérico que andaba muy cabreado porque en unos carteles que cuelgan por ahí le han suplantado la personalidad, y han puesto una foto de un lince asiático en su lugar.
Por otra parte, las hermandades y cofradías de Semana Santa van a sacar un lince con un lazo blanco en protesta por el modo tan abrupto de anunciar la retirada de las tropas españolas de interposición de Kosovo, y el PP se ha puesto duro y ha enviado a Rajoy al balcón del ayuntamiento de Valencia a presenciar la «mascletá» (no sé si se escribe así, pero con el ruido que hace nadie va a darse cuenta de una letra de más o de menos).
b11.jpgEl que sí ha desafiado a las arpías de la prensa rosa ha sido el seleccionador nacional de fútbol Vicente del Bosque, que ha convocado a Dani Güiza para los dos partidos de la Selección. No importa que sea suplente en su equipo, no importa que juegue en un club turco y España se enfrente a Turquía. Eso es tener un par. Ahora bien; otra cosa es que Güiza juegue, pero si lo hace y se le ocurre meter un gol a Turquía, será mejor que no se le ocurra aparecer de nuevo por su equipo de Istanbul.
A lo mejor es que del Bosque lo que quiere es inmolar a Güiza por la causa. Pues que lo mande a Kosovo, o le ponga un lazo blanco. Que este es un país muy profundo, porque me ha emocionado recibir lecciones de moral cristiana de hermanos cofrades de Semana Santa tan espirituales como Paquirrín, Pipi Estrada y Francisco Rivera. ¿Querrá Rivera el lazo blanco para colgarse la Medalla de Oro de las Bellas Artes o lo usará para atarle las gónadas a José Tomás?
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Por cierto, la ropa vieja estaba buenísima.