Ecologismo de salón

El sábado hubo un apagón en el que cada uno hizo lo que pudo, porque ha habido quien llevado por el entusiasmo ecológico ha bajado la palanca para que quedasen fuera de servicio la nevera, el termo y todos los pilotitos rojos que ponen debajo stand by. La cuestión es que el asunto ha coincidido con el día en que se cambia la hora, y entre una cosa y otra se ha pasado el domingo poniendo en hora los relojes, actualizando los ajustes del sintonizador del vídeo (que se quedaron en el 1 de enero de 2000 cuando bajó la palanca) y reactivando un ordenador, que, no se sabe por qué, no arranca desde que también dejó de funcionar el pilotito de la regleta.
kl.JPGY es que para ser ecologista hay que ser un entendido en electrónica, mecánica, física y no sé cuántas cosas más, porque ya no sabe uno si apagando esto se ahorra, o si dejando encendido lo otro se ahorra más energía porque volver a arrancarlo desde cero es más costoso. Lo que sí queda claro es que nos hemos hecho dependientes de la energía, porque el sábado, durante el apagón voluntario, no pude escribir porque el ordenador estaba dormido, me quedé sin música por lo mismo, no podía ver una película y tampoco leer porque necesitaba luz. Decidí hacerme un café, pero tampoco pude porque mi cocina va con electricidad. Y la verdad, creo que puedo seguir siendo ecologista mientras me sirvan café caliente en el bar de la esquina y siga abierto el ciber de debajo de casa, que son unos tíos terribles que nunca cierran y van a acabar con este planeta.

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