He oído y leído tropecientas mil forgianas veces que hay que reflexionar sobre Canarias, y se supone que tanta gente durante tanto tiempo reflexionado ya tendrían que haber acabado y brindarnos una conclusión.
Siempre se acude a la inocencia infantil para buscar definiciones jocosas sobre asuntos profundos, pero resulta que a menudo son los niños los que suelen dar en la diana. Los niños se manifiestan de muchas formas, y una de ellas, la más certera, es la expresión plástica.
Ha llegado a mis manos una fotografía sobre un trabajo escolar en torno a la celebración del Día de Canarias. Los niños modelaban en plastilina de colores cada una de las islas, y a uno de ellos le tocó Gran Canaria. Sin cortarse un pelo, le plantó en el centro un volcán en erupción de dimensiones descomunales. ¿Quiso decir que en Gran Canaria está el Teide porque él lo ve desde la playa de Las Canteras? ¿Se refiere a que la isla puede reventar en cualquier momento? ¿Es una metáfora del ombliguismo insularista?
Reflexionemos.
«En Canarias no hay ni una sola iniciativa pública que no esté amañada ni concurso que no se sepa quien se lo va a llevar» (JF López Aguilar, ex-Ministro de Justicia)
Estas son unas declaraciones explosivas que si bien no se circunscriben a Gran Canaria deberían hacernos reflexionar seriamente a todos. Para mí constituyen la mas grave acusación vertida contra los canarios en toda la historia de nuestra autonomía y dejan en tan mal lugar al gobierno que las consiente, a los canarios que hemos estado de fiesta mirando hacia otro lado y al individuo que las ha realizado. Por no hablar de la fiscalía!
Esto sí que es resaca. De nosotros mismos!
Quizá pueda referirse a la explosión social que amenaza con estallar en Canarias, cuando su gente, apretada has el límite, despierte y decida actuar.
La opinión del Diputado del Común, que de seguir igual y degradándose el aparato judicial podría afectar a la misma democracia, es tan compartida por casi toda la población, que nadie lo puede negar, si no está en una cueva de marfil.
Otro tanto de descrédito generalizado, y también creciente, se puede percibir, ver, oír, oler, de las instituciones políticas y de sus detentadores.
Y no es sólo descrédito, desconfianza lo que aumenta, sino la indignación ante el derroche, el medro desenfrenado, voraz, de tantos cargos públicos, que, para más inri, son percibidos como gestores ineficaces para los asuntos que sufre, y mucho,la gente: paro, precios en veloz crecimiento, inseguridad, ineficiente sistema de salud, de asistencia social; y paralela e inversamente, lo abusos sin límites de mandamases, con olor de corrupciones varias, autootorgándose sueldos y prebendas provocadores, máxime en esta coyuntura, demostrando su insensibilidad y desprecio para la ciudadanía que se ve forzada a pagar tanto capricho… ¿Quién dijo que un panorama semejante no puede dar lugar a movimientos «sísmicos» y «arupciones volcánicas»?