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Dominados por burócratas

Los apóstoles de la globalización y la agenda 2030 cada día utilizan patrones más uniformes y lineales. Uno de los más destacados es su desvarío liberticida. Por eso los nuevos gobiernos progresistas, los que rinden pleitesía a los que mandan en Davos, están obsesionados por iluminarnos con lo que debemos comer, beber o comprar y así en todas las facetas de nuestras ordinarias existencias. Deben infantilizarnos al máximo, para obtener una sociedad inmadura, indolente y carente de aspiraciones.

Justo en Davos, su Sanchidad nos ha regalado sus últimas perogrulladas, al informar al mundo que ha decidido instalar fábricas de microchips con el dinero que nos prestan, para salvar al mundo de la generalizada carestía. Sin suministros, logística ni materias primas ni posibilidad de obtenerlos. Suelta la burrada y al gran timonel se le pone cara de póker. Al menos espero que los magnates y oligarcas presentes en este foro se rieran bastante con la mermada representación española.

Si en la década de los noventa Fukuyama fue el heraldo del Fin de la Historia, el proyecto inacabado de unión europea ha sido desde los inicios, su proyecto piloto. Un complejo e ineficaz engranaje burocrático-institucional que cobró vida propia, y en el que la visión del gobernante dió paso a la competencia de oscuros hombres de negro, carentes de sensibilidad hacia las naciones y sus tradiciones, ajenos al alma europea. Los globalistas tienen siempre presente que los gobiernos nacionales deben perder protagonismo e independencia, a favor de entidades supranacionales, dónde manda gente que no sabemos quién ha puesto, ni ante quien responde.

La Unión Europea carece de una idea clara del que debe ser el elemento de partida de toda construcción política: el concepto de frontera. Comprometida en un proceso de ampliación, sujeto a terceros intereses como los de EE.UU, que parece no conocer límites, esta Europa se define no por lo que la distingue del resto de la humanidad, sino por lo que la une a la misma: los valores universales de derechos humanos y progreso. Ambos conceptos realmente peligrosos, por imprecisos, sobre todo en manos de verdaderos sicarios de las multinacionales y gigantescos fondos de inversión.

Una unidad política no se sostiene, sobre un entramado institucional sin alma. Se mantiene y pervive sobre una visión, sobre una voluntad, y eso es precisamente de lo que la actual Unión Europea carece. La Europa dominada por los funcionarios de Bruselas es una agregación de poblaciones de diferente procedencia, un conglomerado sin más vinculación que la obsesión por el consumo, pero sin principios rectores ni voluntad común. Este concepto de nación europea  es una construcción para tiempos de abundancia. Su función es la de liderar a la humanidad rezagada hacia un universo globalista, sincrético y esperpénticamente uniforme. Nos quieren a todos sumisos, multiculturales, resilientes y ecosostenibles, mientras las élites levitan entre beneficios incalculables, concentración impúdica del poder y una iluminación tan divina, como venenosa. Exultantes, con sonrisa comprensiva contemplan como voluntaria y generosamente nos bañamos en sus metaversos, algoritmos y demás regalos que nos encadenan a un anodino e incierto futuro.

Pero al lado de las truculentas tramas de la Unión Europea, las maniobras de la ONU sí que suponen jugar en primera división. Recientemente se ha celebrado la 75ª Asamblea Mundial de la Salud, donde se ha reelegido como Director General a Tedros  Adhanom, quien era el único candidato, y donde se votaron una serie de enmiendas al actual Reglamento Sanitario Internacional de 2005 propuestas por el gobierno de Biden. El vigente RSI es lo que permite a la OMS imponer una Emergencia de Salud Pública Internacional o Pandemia, que le otorga poder para iniciar contratos de orden internacional e instaurar procedimientos y normativas sanitarias. El gran problema es que ya hemos constatado, en los últimos años, la incapacidad total de este organismo para resolver asuntos tan cruciales. 

Si recordamos cuáles han sido las últimas “crisis sanitarias” nos encontramos la falsa pandemia de la gripe porcina o gripe A de 2009, el brote sobredimensionado de Ébola en 2016 y la amenaza casi intrascendente de Zika en 2019. También está, por supuesto, la pandemia que nos ha esclavizado durante dos años y que espero se clarifique con el tiempo y la distancia. Cada día resulta más evidente que no ha sido como nos lo han contado ni como lo hemos sufrido. La OMS, en su gestión, ha recibido fundadas críticas de corrupción, ineptitud y desvaríos ideológicos.

La OMS se fundó como una rama de la ONU, subordinada al control de los estados miembros y con lógica financiación de éstos, pero el engendro actual recibe financiación privada. En la actualidad, las aportaciones financieras de las industrias farmacéuticas son muy superiores a las de los estados miembros. Es natural que gran parte de sus decisiones estén supeditadas a los intereses de unas empresas famosas por “pensar fundamentalmente en el bien común”. La Alianza Gavi y Cepí, ha generado y estimulado estrategias direccionadas directamente por el potentísimo sector farmacéutico. Curiosamente  son Bill Gates y Farmaindustria los que aportan insistentemente la mayor parte de los recursos financieros. El Sr. Gates, a quien muchos admiran cómo un filántropo, anunció recientemente que está creando un equipo de respuesta ante pandemias para la OMS, denominado “Equipo de Respuesta y Movilización ante Epidemias Globales”, algo así como una policía sanitaria internacional que podría decidir cuándo los estados deben suspender o limitar las libertades, obligar a usar máscaras, confinar o cerrar fronteras y un terrorífico etc.

Estamos hablando de que las naciones, como España, deben renunciar a su independencia por lo que las modificaciones que comentamos suponen, entre otros cambios: a) Intensificar un control de todos los países y sus ciudadanos.  b) Entregar a la OMS la autoridad para reportar a otros estados miembros cuando una nación, no cumple las exigencias de la institución.  c) Otorgar al Director General de la OMS la autoridad para declarar cuándo y dónde se está produciendo una pandemia o una “supuesta” emergencia utilizando fuentes no reveladas.  d) Conferir poderes ilimitados al Director General para definir e implementar intervenciones y por último permitir a la OMS la capacidad de acceder y movilizar recursos financieros en caso de emergencia sanitaria.

Da la impresión de que los líderes de estos grandes consorcios y entidades supranacionales, a los que no elegimos ni usted, ni yo, están cada día más obsesionados con domesticar y silenciar a aquella parte de la humanidad que haya logrado sobrevivir a sus escabechinas políticas, demográficas y sus experimentos de ingeniería social. Nosotros somos cobayas. Posiblemente nuestros nietos serán algo parecido a un robot y todo para que millones de ratones sigan corriendo en la inacabable rueda de la agenda 2030 y sus limitadas libertades. Ya lo escribió Dostoyevski hace más de cien años: Si Dios no existe, todo está permitido. Pues cuidado con los nuevos Dioses de la globalización.

Luis Nantón Díaz

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Problemas estructurales


Se acercan momentos de cambio, y los que ahora están somnolientos, entre subsidios, pagas y ayudas diversas, pronto estarán quemando las calles, como sólo ellos saben hacer. Cuando nuestro Gran Timonel nos abandone, un poco antes, o un poco después que sus iluminados ministros, tendremos el disparo de salida. Se indignarán por la inflación, por el paro, por la inestabilidad, por la ausencia de futuro con su abrasador combinado de ignorancia y odio larvado, direccionados por los de siempre.  No se han enterado de que la alternativa a la izquierda moderada no es la derecha moderada sino la izquierda radical. Las previsibles consecuencias nefastas para nuestra convivencia son ya hoy estructurales. Cada día somos más pobres, más desiguales, menos libres, más insolidarios y denunciar la situación te convierte en un insolidario negativo no resiliente.

Se nos está pasando el arroz para evaluar los daños a nuestra convivencia en libertad y prosperidad. Son necesarios remedios y soluciones valientes que no escondan el sacrificio que conlleva evitar el hundimiento. Es el momento de ser conscientes de que hay que recuperar la participación ciudadana, la separación de poderes, prensa independiente, apostar por el bien común y eludir medidas que fomentan el clientelismo y la dependencia.

Somos el país desarrollado, que más está sufriendo la actual crisis. La contracción del sector automovilístico y turístico, justifican solo una parte del problema. Nuestra situación está agravada, desde el primer momento, por las funestas políticas económicas de su Sanchidad. Grave y contrastado error incrementar los impuestos, elevar el Salario Mínimo Interprofesional, introducir limitaciones en el mercado laboral y lastrar con más costes medioambientales la producción, desbocando alocadamente el gasto público.

La economía española tan solo creció un 5% en 2021, frente a una media de la UEM cercana al 6 %. Nuestra nación es uno de los países más débiles y desequilibrados de la Unión Europea, desde hace tres años. Teníamos la mayor tasa de paro del Continente, un 13,3%, frente al 7% de media de La UEM; un déficit público, dos puntos superior a la media y una deuda pública, que, a finales de 2021, se situó en el 121,5% del PIB, frente al 97,7% del PIB de media de la Zona Euro.

Nuestro limitado potencial de crecimiento ha disminuido sin adoptar cambios estructurales que mejoren nuestra competitividad. Han descendido la seguridad jurídica y económica lo que provoca efectos muy negativos sobre el consumo privado y la inversión. Las importaciones de materias primas, sobre todo energéticas, se han encarecido, las compras al exterior han aumentado exponencialmente y eso imposibilita las exportaciones, sector que tradicionalmente nos ha sacado en muchas ocasiones las castañas del fuego.

En la actualidad, sin duda,  nuestro primer problema es la inflación que en febrero se elevó al 8%, medida en IPC interanual, y continua la exasperante tendencia. La causa fundamental es la carencia de suministros y el aumento de los costes medioambientales y logísticos. La tendencia continúa desde que en enero el Índice de Precios Industriales, se situó en el histórico récord del 37%. Esto anticipa un mayor incremento del IPC y una pérdida de competitividad frente a nuestra principal zona de comercio. Europa, que padece una inflación elevada, tiene casi la mitad que la de nuestro país.

Obviamente todo esto afecta a nuestras cuentas nacionales. La deuda del conjunto de las administraciones públicas marcó un máximo histórico en marzo al alcanzar los 1.453.948 millones de euros -12.381 millones más que en febrero, un 0,85 % más-, lo que equivale al 118 % del Producto Interior Bruto. 

Al cierre de abril, la mayor parte de la deuda se concentraba en “Papa Estado”, con 1.274.332 millones, 12.068 millones más que un mes antes, lo que equivale a un repunte del 0,96 %. De acuerdo con los datos del Banco de España, desde marzo de 2021 la deuda pública se ha incrementado en 60.875 millones, un 4,4 %, y el mes anterior en 218.010 millones, un 17,6 %.

Las comunidades autónomas cerraron marzo con una deuda de 309.811 millones, prácticamente igual que en febrero (8 millones más), mientras que la Seguridad Social sumó un millón para cerrar en 99.187 millones. El conflicto en el este ha pospuesto las medidas del Banco Central Europeo, de no comprar más deuda española, lo que empieza a calentar la prima de riesgo. Para luchar contra la elevadísima inflación, los Bancos Centrales, están modificando la dirección de sus políticas monetarias, lo que ya está provocando una subida de los tipos de interés en los mercados de deuda pública, lo que penaliza a los países más endeudados como España. Mientras a nuestro Gran Timonel y sus secuaces, les importa un pimiento que nuestro sistema económico se convierta en un erial.

¡Soluciones ya!, ¡valientes y decididas!, con proyección de futuro: un cambio radical de la Política Económica del Gobierno. Reducir, con carácter inmediato, la fiscalidad del gas natural, de los hidrocarburos y de la energía eléctrica. Impulsar un auténtico y decidido pacto de rentas que evite fuertes subidas de salarios, no las fotos de siempre con los de las mariscadas. Fundamental e imprescindible la reducción del gasto público, sobre todo con algo tan sencillo como una gestión profesional. Sólo por utilizar la calculadora, se estiman ahorros cercanos a los 60.000 millones de euros. Por supuesto rebajar los tipos del IRPF y de Sociedades y derogar los de Donaciones y Sucesiones y los de Patrimonio.

 

No debemos olvidar una profunda remodelación del sector energético, potenciando nuestra independencia, lo que se debe centrar en el alargamiento de la vida de las Centrales Nucleares, y en el desarrollo de nuevas y modernas instalaciones. Para optimizar todos los recursos disponibles, hay que impulsar la colaboración público-privada, sobre todo en educación y sanidad; y disminuir la presencia del sector público en las empresas, al igual que las penosas políticas de “sillas giratorias”. España cuenta, todavía,  con la gran ayuda de los fondos europeos, que deben destinarse a una decidida apuesta por la productividad de nuestras empresas, principalmente pymes y no continuar tirando un dinero que no tenemos, en locuras ideológicas. Con una sana economía bien estructurada, si es que todavía estamos a tiempo, es cuando puedes acometer políticas sociales. Pero en este orden.

No son capaces de entender que dirigir no es pastorear y que los líderes no están para dar la razón a la gente sino para quitársela, para decirnos lo que no queremos oír y llevarnos al lugar al que queremos llegar por el único camino que no planteamos elegir: el del esfuerzo, la madurez y el sacrificio.

Luis Nantón Díaz

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Laminación cultural


De tanto disfrutar de una sociedad del bienestar que está palideciendo desde hace años, ni valoramos las comodidades que disfrutamos. Si hacemos referencia a los grandes pilares que fraguaron estas benévolas circunstancias, nos sale de entrada la libertad. Pero la libertad no se regala, generalmente se conquista. Eso es lo que hicieron, y muy brillantemente, las anteriores generaciones de españoles. 

Pero esto de la libertad es mucho más amplio. La libertad e independencia económica te lo aportan el trabajo y el esfuerzo…al menos generalmente. Si hablamos de libertad de pensamiento, del de verdad, no el de programa político, debemos poder comparar, tener criterio. Y eso te lo aporta la cultura y la educación. Y eso te lo dan la familia, las escuelas y los libros. A partir de ahí sabes que no es lo mismo información que cultura, que no es lo mismo datos, que una versión veraz y contrastada.

Tenemos una vida tan estabulada que, a lo mejor, la única manera de ser libres es romper las cadenas que nos atan a lo rutinario, a lo aceptado, a lo establecido. Es más, no nos engañemos, en estos tiempos de lo políticamente correcto la libertad pasa, necesariamente, por hacerse insoportable a los ojos asustados de los que te rodean. Todos nos sentimos mejor siendo partícipes del cómodo sentir de la mayoría. El personal tiene miedo a disentir, y en muchas ocasiones calla sus reflexiones, si ve que en la mesa no tiene suficientes apoyos. No creo que eso sea ser honestos, por muy cómodo que sea. A lo mejor hay que sacrificar todo intento de uniformidad, prescindir del dogmatismo de los medios, la posición estricta y la aterciopelada textura del pensamiento único. 

La concentración mundial de plataformas de comunicación ha sido propiciada por la globalización y su agenda 2030. Una sola tierra, un solo Rey, un único mensaje. Para la laminación cultural del personal, que requiere su ingeniería social, poderosísimas cadenas como HBO, NETFLIX y más recientemente DISNEY, generan día tras día, multitud de series para consumo televisivo. No es sólo entretenimiento, es adoctrinamiento, porque sutilmente te van inoculando su particular visión del mundo, de la historia, de las relaciones humanas, de lo trascendente…de todo.

Pero al parecer, han pisado demasiado el acelerador, con creaciones donde todo el infumable abanico WOKE, esta terminando por aburrir, por saturar a las audiencias. Por ello las acciones de Netflix perdieron recientemente casi un 40% de su valor tras la apertura de Wall Street, después de que la plataforma de ocio en streaming confirmase la pérdida de 200.000 usuarios de pago durante el primer trimestre de 2022 y anticipase un descenso de otros 2 millones de abonados en el segundo trimestre.

En concreto, antes de cumplirse la primera hora de negociación en el parqué, las acciones de Netflix cotizaban a 217,52 dólares, frente a los 348,61 dólares del cierre de la jornada, lo que supone una bajada aproximada del 37,60% y eleva al 64% la depreciación de sus títulos en lo que va de año, tras abandonar el ejercicio 2021 en 602,44 dólares.

Netflix obtuvo un beneficio neto de 1.597 millones de dólares (1.480 millones de euros) en los tres primeros meses de 2022, lo que representa una caída del 6,4% respecto del resultado contabilizado hace un año. Algo muy parecido esta sufriendo DISNEY, que también sucumbió, a golpe de dólares, a la búsqueda de ese nuevo ciudadano/espectador, sin identidad, ni horizontes propios.

El que la mayor parte de las series sean de una calidad más que discutible, técnica y artísticamente, es algo lógico: se produce demasiado y esa cantidad impide una calidad mínima aceptable. Pero lo que intento transmitir, es que también son productos de sutil adoctrinamiento, en línea con la laminación cultural del pensamiento único. Últimamente las productoras siquiera se toman la molestia de ocultar el mensaje que desean inculcar. Esa singular perspectiva, siempre está en relación directa con algunos de los objetivos propuestos en la Agenda 2030. Es el omnipresente encorsetamiento ideológico: las series ya no pueden solamente entretener, siendo su objetivo prioritario transformar la opinión del espectador, arrancarle de sus concepciones culturales. El pensamiento heredado de nuestra familia, los vectores más tradicionales, deben ser sustituidos por ese anárquico engrudo compuesto por glosa LGBTIQ+, supuesto empoderamiento femenino, rechazo de lo popular, lo negro no sólo importa, sino que va primero, el cambio climático es la nueva religión, no hay más problemas que la transición energética y la resiliencia. 

Los ejemplos son innumerables. Quedan ridículamente patentes en las creaciones “históricas” donde nos encontramos que Ana Bolena era de raza negra, la sociedad medieval era más parecida al tema multiétnico de la guerra de las galaxias, o el renacimiento era una comuna hippy del 68. Lo peor es cuando adaptan grandes series históricas, o joyas de la literatura universal, para unas adaptaciones que son verdaderamente patéticas. El resultado final es pobre, siempre inferior a la creación originaria que se trata de readaptar. Sobra decir que todo eso me parece irrelevante, salvo que no sea ni un distante reflejo de las contrastadas realidades de la época. En centro Europa, y especialmente Francia, realizar una serie policíaca, resulta casi imposible, si no está protagonizada por una “mujer empoderada”. Y si hay alguna serie protagonizada por un varón, estará al servicio de “jefas” ,o bien será un hipocondríaco débil y rebosante de manías… Son las realidades que vende la Agenda 2030, y siempre con esta máxima: devaluar la masculinidad, exaltando una feminidad masculinizada, feminizando lo masculino. 

Me niego a que un puñado de algoritmos definan mi existencia,  que es lo normal o su contrario, renunciando a la posibilidad de saborear la vida, teniendo plena conciencia del camino. El hecho histórico ha mutado, ya no necesita de significación sino de repercusión. Los acontecimientos se han transformado en mero ruido, en vulgar trending topic, en materia de programadores y no de individuos y sus vivencias. Por ello, todos estamos al tanto del último minuto, pero se nos escapa la vida. Quizás tan sólo necesitamos desconectar un poco para pensar, contemplarse, mirar al mundo o experimentar el tiempo. Pues eso, que se vayan a laminar a otra parte….

 

Luis Nantón Díaz