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EL INVIERNO SE ACERCA

Hay un axioma digno del sin sentido de la modernidad que supone un verdadero culto a la estulticia. Interesadamente se alimenta y promociona la falsa noción de que la democracia significa que mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento.

Las clases dominantes se han percatado, a base de experimentar prueba y error en diferentes y sucesivas crisis, que una permanente ignorancia, una estrategia de exceso de información indigerible, y todo ello salpimentado con inseguridad, miedo y auténtico terror, es la llave del verdadero poder. Es la dominación total, con una sociedad subyugada por alarmas y miedos irracionales de todo tipo, que ni cuestiona, ni compara, y mucho menos se rebela.

Tras varios experimentos globales, han triunfado, mediante completa goleada a la escuadra de la independencia y la racionalidad, con el paralizante terror sanitario. Mira que habían probado pandemias de todo tipo desde principios de siglo, pero aparte de ventas brutales de medicamentos que se hacinaron en gigantescos almacenes, lo más valioso es que consiguieron la información, la técnica y la metodología para un dominio global, sin fisuras y aupado por unas masas tan temerosas, como agradecidas.

El miedo hay que alimentarlo permanentemente, hay que meter carbón en la caldera. No pueden bajar la guardia, no sea que el personal, pese a seis horas de ver la caja tonta, y de mandar a los pocos hijos que procreamos a factorías de consumidores que denominan colegios, nos dé por pensar. Ahora toca la gripe, enfermedad que el año pasado había desaparecido mágicamente, con unos pocos casos a nivel nacional. En el 2019, al igual que siempre, fueron cientos de miles de casos de gripe en España, y al año siguiente, la enfermedad desapareció, todos eran positivos del virus chino, pero habíamos erradicado la gripe. Pues parece ser que también mágicamente ha vuelto, ha regresado…como el invierno.

Un tema con el que siempre nos atacan, que ya se ha convertido en un clásico, es el medio ambiente. Las denominaciones son múltiples, pero el mensaje peca de recurrente: colapso climático, emergencia ecológica, emergencia climática, colapso ecológico, crisis ecológica y crisis climática. Creo que en las siguientes “oleadas” ya nos iremos acercando al más directo meteorito redentor.

Estamos en el mundo, y nadie niega que nuestro entorno sufre cambios y variaciones. Pero hay que ser preciso, a la hora de buscar responsables a determinadas variaciones. Ahora tenemos un volcán activo en La Palma, y estamos sufriendo lo que realmente es una variación de la naturaleza. Si estableciéramos una pequeña cronología, hasta que el vicepresidente Al Gore empezó a forrarse aún más con su comercial postureo verde, vemos como pasamos de inminentes glaciaciones en los años 70, a afirmar en la actualidad todo lo contrario, y por los mismos razonamientos. Las previsiones son siempre apocalípticas, con Gore o con Santa Greta, pero siempre acometen y pagan los cambios los mismos, ya que la dictadura comunista china, manifiesta sin ruborizarse, que no asisten a ninguna cumbre climática, ni van a ejecutar cambios, pese a ser, con mucha diferencia, la potencia más contaminante del planeta.

Casi ninguna de estas alarmantes previsiones ha sucedido, o no ha acontecido por las razones que nos lanzan, pese a una férrea insistencia, absolutamente monocorde, de todos los medios de comunicación.  Pese a ello, Al Gore, Greenpeace, Bill Gates y numerosas personas e instituciones de todo el mundo (políticos, escritores, periodistas, activistas, organismos gubernamentales, etc.) continúan contabilizando pasta a paladas con los impuestos obligatorios y las donaciones voluntarias de millones de atemorizados ciudadanos.

Pero aquí tenemos a su santidad, a Pedro I,  adiestrador de díscolos, madre de barones, el que no se consume, rompedor de cadenas, escondedor de urnas, reflejo de doctorandos, y primero de su nombre, con su agenda 2030, su sonriente resiliencia, y su soporífera e inconsistente apuesta eco-tecnológica. Todavía no sé cómo hay personas que se sorprenden del estratosférico precio de la electricidad, con el desparrame al que nos somete nuestra clase política desde hace dos décadas. 

En la actualidad las fuentes energéticas de la Unión Europea son: el petróleo en un 35%, el carbón en un 14%, el gas natural en un 24%, la energía nuclear en un 13%,  y las renovables y biocombustibles también en un 14%. ¿Alguien pretende la indispensable independencia energética para nuestro país con estos datos? ¿Qué proporción de energía propia se produce en España? En el mejor de los casos un 27%, con los datos más optimistas. ¿De verdad se cree que, de este modo, se puede controlar el precio de la luz, cuando casi el 70% de la energía necesaria para producirla depende de agentes y factores externos cada vez más inestables, por no decir opuestos a nuestros intereses? Y encima, seguimos satanizando la energía nuclear, mientras tenemos centrales francesas a un paso, y encima nos vemos obligados a comprarles los suministros energéticos. No hablo de lo ideal, escribo de lo que nos podemos permitir.

Casi toda la energía eléctrica que se consume en nuestra nación se produce mediante la quema de hidrocarburos que sirven para calentar el agua que mueve las turbinas que generan la electricidad. Así pues, cuando se apuesta por la implantación del coche eléctrico se incurre en la falacia de hacer creer a los ciudadanos que se está apostando por las energías limpias, ocultando que buena parte de la electricidad que consume ese coche ha sido generada mediante la quema de gas, petróleo o carbón. Y nuestro carbón, no es precisamente el de mejor calidad, sobre todo tras la patética reforma industrial.

Con la enorme presión que ejercen las élites globalizadoras, con acciones vinculadas al cambio climático, la ideología de género, el aplastamiento de cualquier herencia cultural y sus programas del gran reinicio, cada día nos pareceremos más a China. No sé cómo lo hacen, pero los comunistas chinos se toman las cañas con las elites financieras, en una armoniosa convivencia de un capitalismo salvaje, con una dictadura no menos salvaje. Mientras, sigamos trabajando más para pagar la factura de la luz, que alguien tiene que apoquinar, mientras el invierno avanza.

Luis Nantón Díaz

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MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL

Cada vez más, la sociedad en la que vivimos se vuelca en el beneficio personal, en la competencia entre individualidades y en obstaculizar el camino del otro. Y así la sociedad se hace insoportable. La única medicina que conozco contra eso se llama educación, y consiste en educar a los ciudadanos, desde niños, en otros parámetros, no egoístas, entre los cuales la cultura y el arte deberían jugar papeles protagonistas. No hay otro camino para quienes pretendemos que la sociedad busque el encanto del Humanismo y rechace la fórmula de la competitividad desenfrenada. Sin Arte, sin Cultura, la sociedad se convierte en una jauría de lobos aullando todos en tonalidades diferentes. Así se expresaba, sin ambages, como siempre, Jose Manuel Infiesta, recientemente fallecido y que fue un hombre del ‘renacimiento moderno’. Sirvan estas líneas como un sincero y postrero homenaje a un desconocido, pero no por ello menos querido maestro.
Cuando era un adolescente, una de mis primeras lecturas de juventud fue un texto de Infiesta: ‘Contra la Moral del esclavo’. Un libro cuyo objetivo, despertar a sus contemporáneos, combatir su cultura y enterrar sus ciudades, quedaba claro en cada una de sus páginas. Fue una maravillosa invitación para acceder a la obra de Nietzche. Al menos intentarlo…nunca lo he conseguido. Es un objetivo tan elevado como desbordante, y de tanto filosofar a martillazos, vuelvo a quedarme en el camino. Pero hay cosas que van quedando claras. La primera moral se basa en el sentimiento de haber sido bendecido por la vida. Al ver que no es el caso de todos, el maestro, el aristócrata, se llena entonces de gratitud hacia la existencia y trata de explorar todas sus posibilidades. Debe controlar sus pasiones, tenemos que atemperar el alma, siempre conscientes de que el desenfreno de las pasiones no generaría nada elevado, busca la más alta disciplina para lograr el mayor dominio de sí mismo y, al hacerlo, del mundo. El objetivo no es hallar la felicidad, el hombre elevado no busca la fortuna, sino la plenitud. Busca convertirse en lo que es, ese es su destino.

El otro día recordábamos al limitante Procusto. Cuidado con estos elementos a los que les agradaría que acabáramos aislados de una sociedad que nos cierra sus puertas, por no poder concebir, ni soportar, la libertad. Nos quieren a todos iguales, pero igual de esclavos y dependientes. Los esclavos tienen su propia moral y se fundamenta en el odio y el resentimiento. El resentimiento del desheredado hacia una existencia que no le beneficia, ya sea física, social o intelectualmente. Individuo rebosante de odio y celos hacia aquellos a los que la vida ha ofrecido los medios para su propia realización, se empecina y ofusca fanáticamente en la nivelación de toda la sociedad. A esto lo denomina lucha de clases y se siente mejor. No es él, lo hace por los demás. Pero descifrar la belleza presupone talento. No todos lo tenemos y, no pasa nada en reconocerlo, pero también es hermoso caminar por la vida enseñando los planos con los que ser descubiertos, el código con el que ser interpretados, aportando algo de la luz que genera la misma búsqueda. No puede captar la belleza quien no puede descifrarla. La belleza nunca es evidente y pocas veces viene haciendo señales. No, la belleza no viene avisando, la verdadera belleza vive oculta, provocando desde el misterio y esperando para ser descubierta. Posiblemente por eso nos estemos acercando al alma del mundo.

Muchas guerras se han larvado y sufrido a causa de la moral del esclavo. Este odia a los que poseen, a los sanos, a los audaces. Cualquier forma de jerarquía es aborrecible para él. Mientras que el aristócrata ve el sufrimiento y las vicisitudes de la vida como oportunidades de mejora, el esclavo las rehúye. Entendemos aristócrata en su concepto original griego del que busca mejorar, del que ansía ser el mejor. Más de un siglo después de las profecías del filósofo del martillo, resulta evidente que nuestra Europa se ha convertido en el recinto donde expira «el último hombre» anticipado por Nietzsche. Un ser que ha abandonado todo deseo de superarse a sí mismo. Un individuo triste, cobarde y temeroso, que rehúye del dolor habiendo huido de sus propios impulsos y sentimientos.

Inmersos en un mundo de exaltación de las minorías, donde los que nos limitamos a trabajar y vivir pacíficamente, sin abanderarnos en ningún sentimiento diferencial, cada día más radical y excluyente, estamos más solos que la una. La verdad es que cada día apetece más perder la compostura y empezar a dejar las cosas claras. No le debemos nada a nadie por el hecho de ser mujer, negro, gay o catalán. Nada de eso te pone en una situación más o menos favorable. Y ya estamos todos en una situación donde hay pocas diferencias de salida, salvo que sean generadas por ti. Eres tú, únicamente tú quien debe construir tu futuro. Sin subvenciones, sin ayudas, sin lloriquear y trabajando mucho más que los demás. No eres inferior ni tampoco eres superior a nadie por el color de tu piel, por tu sexualidad, por tu religión, tu sexo o tu origen. Esfuérzate, piensa, y sobre todo apaga la tele. Pensemos en todo lo que nos une, en todo lo que ilusionó y cohesionó a generaciones y generaciones que nos antecedieron. Con sus luces y sus sombras, pero con mucho que aportarnos.

Menos resiliencia ecosostenible y apostemos por el coraje, la resistencia y el valor. Reafirmemos una nueva sociedad que recupere el testigo de su destino, y arrebate el mando a estas elites globalistas, y sus sicarios políticos. Una comunidad forjada en el fuego de una nueva religión con valores aristocráticos y que sacraliza la propia existencia, y que ve la adversidad, la desgracia y el sufrimiento como oportunidades de grandeza y gloria. Una nación de hombres y mujeres que no dejará de distinguir entre lo que es «noble» y lo que es «despreciable», ahí donde nuestro mundo sólo es capaz de juzgar lo que considera «bueno» o «malo».

En muchos sentidos, ‘Más allá del bien y del mal’ puede entenderse como «Por una nueva aristocracia» posiblemente es lo que pretendía insuflar el filósofo germano. En mi caso, siempre tengo presente, permanentemente presente la definitiva formulación: Todo lo que se hace por amor, está más allá del bien y del mal.