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Primera víctima

 

 

 

Creo que es una afirmación del griego Esquilo: “La primera victima de la guerra es la verdad”. Insisto en la creencia, dado que en redes sociales la frase se la apuntan hasta  los futbolistas. Mi padre, que es un hombre pragmático y fogueado en algunas batallas siempre recuerda que “Ni Caín era tan bueno, ni Abel era tan malo” y los hechos refrendan sus maduras reservas.

Ya deberíamos estar acostumbrados a detectar las maniobras manipuladoras de los que nos gobiernan, controlan y dominan. Creo que estamos más que habituados, porque lo aceptamos mansamente, como si fuera algo inherente, e inevitable al ejercicio del poder. A lo mejor es así, pero desde lo de las Torres Gemelas, las dosis de venenosas mentiras se incrementan, convirtiéndose, en ocasiones,  en algo realmente indigerible. Además, ahora, y sobre todo en estos dos últimos años de terror sanitario, se han percatado de lo útil que les supone combinar mentiras, manipulación y miedo. Mientras mayor es el pánico, mas apacible resulta nuestra resignación.

Toda esta exposición se origina por una nueva representación mediática, con el habitual maniqueísmo, donde tenemos a protagonistas muy buenos, frente a otros muy injustos, agresivos, irresponsables y, por supuesto, locos. Si, estoy hablando del conflicto de Ucrania. Perdón, ya me estoy saliendo del guion. Ahora es una guerra, hablamos de conflictos cuando se trata de bombardear un país para regalarles su sacrosanto concepto de democracia, como en Yugoslavia, o para “eliminar” armas de destrucción masiva en tantos y tantos ejemplos. Me gustaría, con honestidad, aportar otro prisma, otra perspectiva histórica, que nos permita obtener una fotografía más independiente de lo que esta aconteciendo. No hablo de verdad, me limito a una lógica cuestión de perspectiva. Son tantas las verdades…

La Ucrania posterior a la independencia ha cabalgado entre gobiernos prorrusos y europeístas antirrusos, en un delirante y forzado ejercicio pendular. La mal llamada revolución naranja en 2004 conllevó la llegada al poder de los europeístas que tomaron la iniciativa, pero múltiples casos de corrupción, como el que llevó a la Sra.  Timoshenko a prisión, provocaron la vuelta al poder del prorruso Yanukovich en 2010, que, en 2013 rechazó el Acuerdo de Asociación entre Ucrania y la Unión Europea para estrechar relaciones con la Federación de Rusia con el fin de ingresar en la Unión Aduanera Euroasiática, ultimo remedo de la extinta CEI.

Los intereses de EE. UU., unidos a los de diferentes oligarcas con estrategias divergentes a los que imponía la Federación Rusa en sus acuerdos, genero “espontáneamente” una serie de protestas, principalmente en Kiev, que se intitularon Euromaidán, convocando a más de 1.000.000 de manifestantes de toda Ucrania. A partir de aquí los hechos son confusos, pero se apreciaba un enorme olor a dólares por todos lados. Las sospechas de intervención de USA en este cambio de gobierno favorable a sus intereses son evidentes. Se acusa a Interior de reprimir violentamente las protestas, pero entre los manifestantes actuaron grupos paramilitares que respondieron con la fuerza y generaron una situación de enfrentamiento civil, con centenares de fallecidos, que tuvo como consecuencia la caída del gobierno prorruso de Yanukovich y el retorno al poder de los partidarios de la corriente atlantista proamericana.

Como sabemos, sobre todo en política, lo que no sale en la tele, sencillamente no existe. Casi todo el mundo desconoce que en Ucrania sufren desde hace casi una década, una brutal guerra civil, donde el gobierno ucraniano realiza cómodas prácticas de tiro en las regiones de población mayoritaria rusa existentes en su territorio. Se trata de una guerra sistemáticamente ignorada durante años por los medios de manipulación de masas. Un conflicto hasta ahora localizado en la región del Donbass (Donetsk y Lugansk) que hasta diciembre de 2021-citamos datos de la ONU- había costado cerca de 15.000 muertos y 39.000 heridos, de los cuales 3.404 muertos y más de 8.000 heridos han sido víctimas civiles indefensas. He visitado Ucrania en seis ocasiones, y como es lógico mantengo una visión parcial, debo reconocerlo, pero cuando estas allí te percatas de la enorme cantidad de ciudadanos que se consideran rusos. Por eso clama al cielo que cientos de miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus casas; y, en general, toda la población de la zona ha sido sometida sistemáticamente a bloqueo económico, dado que las dotaciones e infraestructuras son muy inferiores a las del resto del país. No ha salido en la tele, y por tanto nada de lo que digo es verdad, pero mientras los gobiernos occidentales, dirigidos por USA miraban para otro lado, la población civil es asesinada por el gobierno ucraniano con el patrocinio y la provisión de armas estadounidense.

Ya no logro ordenar en este confuso cronograma la respuesta de la ciudadanía rusa en las zonas en los que era mayoritaria,  pero se produjo la independencia de facto de Crimea y Sebastopol, así como la progresiva intensificación de la guerra civil en el Donbass. Es esta Ucrania desestructurada, en la que un gobierno legítimamente democrático,  con sensibilidad hacia una parte importante de su población que se siente rusa,  fue sustituido, sin que mediasen elecciones, por otro indudablemente más favorable a Estados Unidos,  en condiciones difusas la que está sirviendo de escenario al enfrentamiento entre Rusia y la OTAN. Todo ello sin mentar el acoso de la OTAN, ampliando su zona de influencia a áreas que suponen una directa agresión.

Cuanto menos resulta curioso que la Federación Rusa, tras cerca de diez años de desolación, haya lanzado una ofensiva para que, de repente, nos enteremos de la existencia de una guerra ante la que durante una década nos han cerrado los ojos. ¿Podemos reprochar a Rusia que decida intervenir para atajar una masacre de compatriotas en el Donbass que se prolonga tantos años? ¿Cuántos muertos más eran necesarios para que el movimiento ruso estuviese justificado?

Y que bien le viene toda esta historia,  a todos estos gobiernos que estos últimos años nos han desplazado a una situación económica y social tan delicada, para justificar unos problemas que ya estaban enquistados por su incompetencia. Occidente está en una situación muy difícil. El proceso inflacionista desencadenado tanto en la UE como, especialmente, en los EE. UU., después de años de inyectar cantidades brutales de dinero en el mercado, ha disparado las reacciones más perversas de la economía liberal: pérdida de poder adquisitivo, abusivos incrementos de precios, caída de la inversión productiva, alocado aumento de los presupuestos públicos y de la presión fiscal, deudas públicas disparadas y de las que ya solo se aspira a liquidar los intereses y un largo etc. Hay que añadirle a esta situación el inviable modelo de economía globalizada donde los centros de poder financiero continúan apostando en la medida en la que satisface sus intereses, pero no los de una ciudadanía, transformada en meros consumidores.

Magnificas explicaciones para esta crisis económica, ya imparable, donde la “guerra” y las “sanciones” a Rusia, van a intentar justificar la ruina que nos han metido. Y que mejor que un conflicto de esta envergadura, para el necesario cambio de tercio con el asunto de la pandemia. Pasamos de noticiarios cargados de positivos, caos sanitario, anárquicas medidas restrictivas…de un día para otro. Ya lo verán, las noticias sobre los aumentos de los tipos de interés, los desajustes económicos, problemas de abastecimiento, el precio de la luz, todo, absolutamente todo, se explicará por una guerra que no es guerra. Todo a su tiempo

Luis Nantón Díaz

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Democracia defectuosa

Es una verdadera pena, pero los de la blanca Albión no comprenden a España. Es una lástima, pero los ingleses no entienden las cosas “chulísimas” que hace el gobierno de su Sanchidad, que es casi como hablar de su graciosa majestad. El singular índice global de democracia correspondiente al ejercicio 2021 publicado por la revista británica “The Economist” posiciona a nuestro país, por primera vez, en el grupo de naciones que han sufrido un deterioro democrático y descienden en el ranking hasta situarse entre los países calificados como «democracias defectuosas”. No es de extrañar en un sitio donde el tribunal Constitucional, la más alta instancia judicial de la nación, condena reiteradamente al gobierno por vulnerar gravemente su carta magna, por liquidar derechos y libertades, por actuar como auténticos sátrapas orientales, y no pasa nada. Bueno, si pasa, ya nuestra voraz clase política se ha dado cuenta de que pueden actuar como quieran, que los tribunales fallaran dos años más tarde, y si te vi ni me acuerdo. Ya saben que tienen patente de corso.

Al final la nueva política que nos vendieron era como la vieja, pero con bozales chinos. Estábamos tan cansados de hablar de una eterna transición, que duro más que el régimen anterior, que las masas exigían más movimiento. Los campos infernales están llenos de rezos y plegarias atendidas y así vinieron las redes, los esperpénticos debates en ‘prime time’ y los políticos guapetes, jóvenes y sobre todo sin sustancia. Nos transformaron en consumidores, de ciudadanos pasamos a meros votantes, a códigos en los listados de la Agencia Tributaria. Pero como no era suficiente, nos inocularon un miedo, un miedo atroz a todo.

“The economist” atribuye principalmente la hispánica devaluación a una mayor debilidad en el parámetro que hace referencia a la independencia de la Justicia, un deterioro provocado por las presiones políticas a la hora de renovar el Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno de la Justicia encargado de garantizar su independencia.  Los especialistas evalúan la calidad democrática en base a cinco vectores fundamentales, de los cuales, el único que mantiene una nota respetable es el que mide el proceso electoral y pluralismo, con casi un 10. Se ve que aquí, la existencia de unos medios periodísticos, tanto prensa como televisión, absolutamente dependientes de las subvenciones del gobierno central y comunidades autónomas, no enturbia para nada la libertad de pensamiento, que permite procesos electorales libres e independientes. 

En relación con libertades civiles también obtenemos una valoración más baja, con un 8,24, pero ahora mencionemos varios ejemplos de escandalosos suspensos: En relación con el funcionamiento del estado, y de la administración en general, obtenemos un 7,14. El informe habla de una preocupante supremacía del ejecutivo, sobre el legislativo. Se destaca específicamente la perdida de independencia judicial de España en tela de juicio desde que Sánchez colocara como fiscal general del Estado a la ex ministra de Justicia de su Gobierno, Dolores Delgado. Un nombramiento realizado meses después de finiquitar de un plumazo la división de poderes del Estado al afirmar que la Fiscalía depende del Gobierno. Con lo que le gusta contar historias al gran timonel, hay veces que es rotundamente claro y sincero. A ello, se añade, de acuerdo con el análisis que se incluye en el Índice, los problemas derivados de la «fragmentación parlamentaria», la «letanía de escándalos políticos» y el «radicalismo nacionalista» sobre todo tras el fracasado golpe de estado en Cataluña. Todo ello, concluye, constituyen «riesgos para la gobernanza». Que forma tan aséptica de definir a una incipiente república bananera.

El grupo de países considerados «democracias plenas» se ha reducido a 12 por la salida de este de España, que se desplaza ocupando el puesto 24 y en el que sólo incluye a los países europeos, el 14. Entre los análisis europeos, destaca junto con Italia la perdida de confianza en las estructuras políticas, y un hartazgo indefinible frente al creciente y crónico problema de la corrupción. La nota que ahora se atribuye a la democracia española es un 7,94 frente al 8,12 que recibía en el índice anterior. Y todos estos análisis, se cuidan mucho de comentar clara y rotundamente, la deriva totalitaria que esta enfermando a la mayor parte de los gobiernos occidentales. Con la excusa sanitaria, con inexistentes comités de expertos, se han adoptado multitud de medidas enormemente restrictivas, que la ciudadanía ha aceptado por un miedo irracional que es promocionado y mantenido diariamente por esos mismos gobiernos.

Y mientras queda patente la devaluación de nuestro sistema de gobierno, la eclosión de encubiertas dictaduras y de gobiernos progresivamente ineficaces, aumenta inconteniblemente la ruina económica. Lo ideal es comparar los parámetros macroeconómicos con datos no tan alejados en el tiempo. Por ejemplo, el sideralmente desbocado gasto público. En 1980 el Gasto Público era de casi 30.000 millones de euros, cuando nuestro PIB era de 159.000 millones y nuestra población de 37 millones  y en aquellos momentos nuestro Gasto sobre el PIB era de un escaso 18,9 %. La evolución del Gasto Público en absoluto va relacionada con la población, pues en 1990, es decir una década después nuestra población había crecido sólo un 3,23 % , mientras que nuestro Gasto Público lo había hecho en casi un 350 % y a su vez nuestro PIB lo había hecho en algo más del 150 %, lo que nos llevó a un Gasto sobre PIB del 34 % y en sólo una década a casi doblarlo. En el año 2000 y con respecto a 1990 de nuevo nuestra población crece un 4,6 %, mientras que nuestro Gasto lo hace un 88 % y nuestro PIB lo hace un 61 % lo que ya nos aproxima a la preocupante cifra del 40 % del Gasto sobre el PIB.

Y así llegamos al oscuro 2020, con la pandemia china, en donde la población en 10 años creció un 1,6 %, mientras que nuestro Gasto lo hizo un 20 % y nuestro PIB en 10 años sólo un 4,6 %, encaminándonos a dilapidar el 53 % del total de nuestra producción e iniciando un camino que nos arrastra al 60 %, donde muy posiblemente colapsaremos la economía nacional. Pero examinando el período de los últimos 40 años, nos encontramos que la población española ha crecido un 26 %, es decir hemos incrementado en casi 10 millones la población , nuestro PIB ha crecido un 605 %, o sea hemos multiplicado por algo más de 7 nuestra producción nacional, pero la clase política ha multiplicado 20 veces el gasto público.

Estamos embarcados en una política desaforada de subida de gastos y subida de impuestos, mientras que los países de alrededor y de la zona euro está aplicando justo las medidas contrarias, empezar a frenar el gasto y a bajar los impuesto para reactivar la economía. Vamos justo en dirección contraria, mientras nuestro presidente y sus réplicas comunitarias nos embaucan con que todo va estupendamente.

Sirvan estas líneas para intentar evaluar, de forma muy general, la degradación de nuestras instituciones, tanto en lo relacionado con nuestras libertades y derechos, como en todo lo relacionado con un sistema de garantías sociales y estabilidad económica que se desvanecen aceleradamente.

Luis Nantón Díaz

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Hambre

Knut Hamsun (1859-1952) recibía el premio Nobel de Literatura, hace aproximadamente un siglo. El autor de impresionantes y clarividentes novelas como “Pan” y “Hambre” se hallaba en la cúspide de su merecida fama. Los críticos alababan la frescura de su lenguaje poético y sensible y su conspicua mirada al mundo. Autoridades literarias, tan distantes como Thomas Mann y Maximo Gorki, respectivamente, no dejaban de rendirle homenaje, presentándole como un nuevo Ibsen.

Este genio noruego nacido en el medio rural ejerció diversos oficios durante su vida, errante y aventurera. Estudió en la Universidad de Oslo y en 1882 emigró a los Estados Unidos, donde resistiría en duras condiciones hasta 1888. Fruto de su  intensa experiencia como emigrante, en 1889 escribió “La vida espiritual de la América moderna”, donde realiza una crítica dura,  irónica y amarga de la vida en el extranjero.

Nació en uno de los rincones más fríos, pobres y remotos, de uno de los países más fríos, pobres y remotos de la Europa de finales del XIX. Nada que ver con la Noruega rica y prospera del petróleo del mar del norte. Sufrió implacablemente la miseria y la servidumbre en su infancia y juventud, lo que forjo una prosa impecable, exenta de adornos, pero llena de una fuerza y una autenticidad que no rehúyen afrontar el patetismo de la existencia en situaciones desgarradoras, según queda de manifiesto en su novela de 1888 y que encabezan estas líneas en su honor: HAMBRE. Lectura de mi juventud, es una narración con rasgos autobiográficos que trata la historia de penurias, pobreza y camino a la locura de un autor atormentado por los importantes desajustes físicos y mentales ocasionados por la miseria y la soledad. En varios aspectos, esta novela es un antecedente de los escritos de otros novelistas del siglo pasado que exploraron la locura y el desequilibrio de la moderna condición humana. 

Knut Hamsum aprendió a escribir a una edad en que nuestros niños hoy saben incluso más de lo que debieran saber, pero carentes del ansia de aprender, de experimentar, de descubrir. Pero este joven tenía un sueño. Este hombre quería y ansiaba escribir. No sólo escribir, ansiaba escribir como nadie había escrito. Quería volar sobre los genios y fundar una nueva forma de expresión, un estilo único y autentico. Un muchacho de la clase más baja, que no contaba con más medios que su ferrea tenacidad y que no poseía más que hambre para alimentar su gran empresa. Dentro de su magna obra, también necesitamos destacar su espléndida trilogía compuesta por “A las puertas del reino” (1895), “El juego de la vida” (1897) y “Los fuegos del atardecer” (1898).

De su obra llaman la atención dos factores principales: el imprevisible carácter de la narración y la sublime belleza  de su prosa, que rebosa frescura y poesía. El retornar a la tierra, a las raíces, a las costumbres, a las rutinas; liberar la mente de vanas necesidades, compromisos y deberes; ser uno bajo el firmamento y sorprenderse cada día como rúbrica existencial. El paradigma de esta concepción asceta se desvela en la vida religiosa, en la letanía y en los reiterados y vivificantes mantras, en la exigencia estoica, en la liberación de toda forma accesoria, de tal manera que la mente quede plenamente liberada y pueda acceder al todo. Una vida plena donde la libertad se entiende como obligación y el derecho claudica ante la exigencia. El hombre vive sin asperezas, luchando por un sutil equilibrio. Vivió más de 92 años y sintió desde muy joven ese impulso irrefrenable que focaliza todos los esfuerzos vitales hacia un fin tan errático como aristocrático: quería ser un creador. Su sensibilidad natural le hacía quedarse maravillado con la simple elocuencia de una palabra con la que expresar una idea bella, o con la naturaleza de un paisaje. Cuando has percibido lo que es la grandeza de alma, aunque sea temporal y brevemente, se abren de par en par las ventanas de la mente y el corazón, dejando que penetren libremente en ella los vientos más frescos y limpios.

Su evolución literaria en el siglo XX abandona el individuo y lanza sus redes a la sociedad. El claroscuro romántico es una constante, especialmente en las primeras novelas. Personales tan apasionados como asociales que son presa de un aceptado pesar por su voluntaria inadaptación. En un artículo que publicó cuando tenía 29 años, manifestó que los escritores «vivimos porque nos expresamos». Y así había de transcurrir su vida: escribiendo. Escribiendo hasta que finalizo la segunda guerra mundial. Knut Hamsum había apostado con firmeza. Y con trágica firmeza perdió. Al finalizar la contienda el mundo le dio la espalda al hombre, pero también, en gran medida, a su obra. Sufrió la misma fatalidad que grandes autores como Drieu de la Rochelle, o Ezra Pound que perdieron, lo perdieron todo. 

Hamsum fue ignorado por los mismos que lo habían galardonado antes, y si ya había sido hasta entonces un hombre solitario y reservado, después de la guerra se había quedado solo y los sicarios lo condenaron a pagar su supuesta traición a la patria. Fue injustamente recluido en un hospital psiquiátrico y se le desposeyó de gran parte de sus bienes, siendo ya un anciano ciego y casi sordo. Hoy día no existe en Noruega una sola calle o plaza con su nombre. Desde sus aciagos días en prisión, ya anciano, soñaba con su laguna helada y, se imaginaba divagando con el sonido de la impresionante cascada de Vassbakken de fondo. Su alma descansaba imaginándose a sí mismo con la rigurosa sencillez y estoicismo de Isak, el campesino noruego de “La bendición de la tierra”, la novela con que ganó el novel cuatro años después de la publicación del Tractatus, en 1920.

Nos hallamos en un periodo que exige cabalgar el tigre, por lo menos tener ese atrevimiento viril, el deseo de mantenerse en pie, altivo y orgulloso, en un mundo en ruinas. Es el mundo deplorable de Hambre, pero ahí reside la prueba que nos brinda la existencia. Nuestro consecuente autor murió en Grimstad en febrero de 1952, a los noventa y dos años.  Estaba inmerso en la pobreza y abandonado de casi todos.  No podemos exiliarnos de nuestro tiempo, no podemos apartarnos de su vileza: la vida apacible del hombre sano debe esperar a que arda Troya. Que mejor forma de finalizar este sentido homenaje que con sus propias palabras: “El genio es un rayo cuyo trueno se prolonga durante siglos”. Así sea

 

Luis Nantón Díaz