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La estafa climática

La estafa actual del calentamiento global no es nueva, por supuesto. Como la mayoría de las buenas estafas, esta existe desde hace mucho tiempo. Soy de los que creían en el cambio climático, me parecía lógico. Siempre considere normal que los humanos alterábamos el entorno, ya que desde la primera revolución industrial hemos vertido toneladas de gases y humos. Desde joven, y por mantener un mínimo espíritu crítico, o por ver poco la tele, me he familiarizado con temas tan variados como la obsolescencia programada o la degradación del medio ambiente. Percibía que el clima estaba cambiando gracias a la acción deletérea del ser humano, al igual que los grandes factores que han alterado los diferentes ecosistemas a lo largo de millones de años. Tengo que agradecer a Greta Thumberg, y a esa multitud de ciegos fanáticos del catecismo climático el haberme alumbrado: en efecto, todo es un absoluto negocio, todo una absurda mentira.

Pese a que el ser humano es excesivamente pequeño para modificar sustancialmente el clima, hay muchos interesados que están haciendo su agosto con la generación del terror climático. Nos creemos protagonistas de todo lo que ocurre en el planeta, cuando en realidad somos meros sufridores pasivos, como con casi todo.

Aquí mismo, en Canarias, fuimos protagonistas de la eclosión de este brutal negocio de reciente creación. Recordemos cuando en el año 2015, el Gobierno de Canarias le aflojo una importante cantidad de pasta al exvicepresidente de EE. UU., Al Gore, por una conferencia y varios eventos. El mismo cara dura que afirmo que «los negacionistas merecen ser castigados». Por lo que se ve, la etiqueta de negacionista se utiliza cómodamente, para todo aquel que nada contra corriente. Gore fue, por supuesto, el presentador de un video infame, cargado de referentes sentimentaloides, y muy poco rigor científico. Por eso no me extrañan las recientes donaciones, una vez más con dinero público, con nuestro dinero, de su Sanchidad a la fundación de Bill Gates. Ahora lo que está de moda, es ayudar a los ultras millonarios, en sus delirios de grandeza. El gobierno británico, en simultáneo a exigir a sus funcionarios que no feliciten las navidades, para no ofender a los creyentes de otras religiones, multiplica sus esfuerzos inversores para luchar contra el manido calentamiento global. No solamente es una brutal cantidad de dinero, que no se utiliza en los frentes prioritarios como la creación de empleo, sanidad o educación, sino además una multitud de incentivos, leyes, reglas, prohibiciones, impuestos, estándares de electrodomésticos e innovaciones institucionales. Hablamos, solo en Gran Bretaña de 14 mil millones de libras esterlinas.

De lo que se trata es de desarmar industrialmente a Europa, para que los países realmente contaminantes sean los verdaderos y únicos productores. Mientras seguiremos potenciando la cultura del subsidio, para que sociedades cada día más cretinizadas, no tengamos nada, y realmente seamos felices. De hecho, lo que no contamina Europa lo contaminan ellos, junto con la destrucción del mercado de trabajo europeo y la consiguiente creación del mercado de trabajo chino, marroquí…etc.

De lo que se trata es de parar economía europea para que los trabajadores, la ciudadania no puedan prosperar, porque si mejoran no necesitan ayudas sociales y por tanto no se les puede manipular con ayudas sociales a cambio del voto.

En los EE UU su presidente, Joe Bide aprueba gastar 2 billones de dólares en «descarbonizar la economía de los EE UU». La Unión Europea ha destinado el 30% de su fondo de recuperación de $ 880 mil millones para medidas climáticas. Hoy, se estima que el 85% de toda nuestra energía proviene de combustibles fósiles y el plan es reemplazar todo esto con energía solar y eólica. Tanto la UE como China se han comprometido a lograr emisiones netas de carbono cero, aunque esto, inevitablemente, implicará una gran cantidad de falacias, para no dejar patente sus mentiras. En línea con esta descomunal maraña de intereses políticos y económicos los periodistas y los expertos siempre nos advierten de las cosas terribles que están a punto de suceder. Todo el mundo pretende salvarnos, pero o bien a base de mayores restricciones, o bien a cambio de impresionantes aportaciones económicas.

Por eso, todas las grandes corporaciones mediáticas repiten los mismos dogmas, multiplican los mismos informes de universidades dependientes de donaciones económicas, y evitan hacer eco de las voces realmente discordantes, como la muy reciente del Colegio Oficial de Geólogos difundida a través de su revista de divulgación, Tierra y Tecnología, un artículo de corte académico que niega la crisis climática y desvincula el calentamiento del planeta de las causas humanas. La publicación, titulada ‘Geología versus el dogma climático’, se comenzó a difundir en redes sociales el pasado 30 de noviembre. D. Enrique Ortega Gironés, el autor del texto, asegura que el planeta ya experimentó otras fases similares en las que el clima se transformó. «A lo largo de la historia de la Tierra han existido espontáneamente muchos cambios similares e incluso mayores que el actual», dice en la introducción, para después asegurar que dichos fenómenos se produjeron por «procesos naturales que siguen activos en la actualidad y que, por lo tanto, modificarlos está fuera de nuestro alcance».

Faltan páginas, medios y valor para luchar contra esta farsa, pero empleen la lógica más elemental. Si fuera cierto que el clima cambia a causa de los hombres, no haría falta montar espectáculos de tan bajo nivel, tendentes a tocar la fibra emotiva. Si fuera verdad que el clima está cambiando, y que las personas somos el principal vector, aparecería un comité de científicos reconocidos, entregados a su trabajo, que acongojados nos dirían: «Desaparecemos si no hacemos algo». No hace falta reiterar titulares vacíos de contenido, amedrentar al personal manipulando la información, o generando informes profesionales a cambio de denarios de plata.

Empleen la lógica, examinen lo aparente, contrasten noticias libremente y llegaran a una firme conclusión. La contaminación, las emisiones de gases, la combustión, todo eso, no afecta especialmente al clima del planeta. No podemos continuar desarmando nuestras industrias, nuestra competitividad, mientras los de siempre multiplican sus oscuros negocios e intereses.

Limitaciones, regulaciones, prohibiciones… para todo aquello que no comulga con la agenda 2030. Apostemos por la sostenibilidad, la emergencia climática y demás tópicos de la ideología dominante. Y siempre al servicio del gran cambio de paradigma económico. Del petróleo al grafito, de los obreros a los robots: la nueva revolución industrial que todos tendremos que pagar. Ya se sabe que el modelo chino combina lo peor del capitalismo con lo peor del socialismo. Hacia eso nos quieren llevar.

Luis Nantón Díaz

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