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El triunfo de Galdós

Los días transcurren en Los Llanos de Aridane, casi, casi, a la misma velocidad con la que nos explicaban, en el Observatorio Astrofísico, que nos llega la luz que recibimos del Cosmos.  Estrellas, planetas y galaxias que situados a miles de millones de años luz, emiten una radiación que puede durar menos de un minuto y que los telescopios Cherenkov intentan captar desde lo alto del Roque de los Muchachos mientras, a sus pies, un grupo de escritores escuchaba atentamente, o eso creo, porque ante la imagen imponente de esos espejos apuntando al universo, de aquellas cabezas alzadas al cielo parecían estar bullendo las siguientes páginas a escribir. Porque muchos de nosotros descubrimos allí, que no hay nada más cerca de las palabras  que la búsqueda de respuestas y  que en este caso llegaban en forma de luz.
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A la sombra de un Sacuanjoche

Es la una de la madrugada. Así terminan los días  en el Festival Hispanoamericano de Escritores que se celebra en Los Llanos de Aridane, en La Palma. Y terminan así, porque un grupo de escritores venidos de diferentes países latinoamericanos, de otros tantos lugares de la Península, de las diferentes Islas Canarias y hasta de Tokio, se han reunido aquí para hablar de literatura, para compartir momentos, para escuchar, para aprender y aprehender.

Comienza el día muy temprano. Los desayunos ya se llenan de palabras. Algunos nos conocemos, otros nos vamos presentando sobre la marcha y los hay rezagados que todavía no han encontrado el momento para hablar a pesar de que hablar es lo que no dejamos de hacer entre  nosotros, en los diferentes actos y con todo aquel que se acerca a que le firmen un libro, a pedir una foto  pero, sobre todo, a compartir la alegría que se respira en cada uno de los rincones que rodean la Plaza de España, centro neurálgico de la actividad literaria del festival.
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Érase una vez en Hollywood

Salí del cine en silencio. Hacía mucho tiempo que no iba. Había pasado tanto frío las últimas veces, que no podía evitar sentir frío cuando decían la palabra cine.
Roscas gigantes para dos horas y media. La emoción de las luces apagándose. Y Tarantino. Me gusta, le admiro pero no soy una fanática que aplaude todo lo que sea que haga.
Y seguía en silencio. No podía dejar de pensar en la película, igual que hace unos días no podía dejar de pensar en el último libro leído de Foenkinos.
Creo que ver películas, series, leer artículos, libros, mantener conversaciones interesantes, nos hace evolucionar. Tengo muchísimos defectos pero cada día reflexiono, por uno u otro motivo, y cada vez me alejo más de los juicios. Los que me leen habitualmente se reirán porque es cierto que mi última etapa ha estado llena de juicios. Pero hace poco algo me llevó a preguntarme quién soy yo para juzgar nada ni a nadie.
Leo recientemente juicios a Tarantino. Le tildan de machista por el tratamiento que hace de la mujer. Porque tiene muchos fetiches con el cuerpo femenino, el principal, los pies. Que puso a Salma Hayek a bailar semidesnuda, ¡contoneando sus curvas! en uno de los bailes más sensuales que he visto en el cine y que intenté imitar sin éxito.
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