Es la una de la madrugada. Así terminan los días en el Festival Hispanoamericano de Escritores que se celebra en Los Llanos de Aridane, en La Palma. Y terminan así, porque un grupo de escritores venidos de diferentes países latinoamericanos, de otros tantos lugares de la Península, de las diferentes Islas Canarias y hasta de Tokio, se han reunido aquí para hablar de literatura, para compartir momentos, para escuchar, para aprender y aprehender.
Comienza el día muy temprano. Los desayunos ya se llenan de palabras. Algunos nos conocemos, otros nos vamos presentando sobre la marcha y los hay rezagados que todavía no han encontrado el momento para hablar a pesar de que hablar es lo que no dejamos de hacer entre nosotros, en los diferentes actos y con todo aquel que se acerca a que le firmen un libro, a pedir una foto pero, sobre todo, a compartir la alegría que se respira en cada uno de los rincones que rodean la Plaza de España, centro neurálgico de la actividad literaria del festival.
Alguien pidió un guayoyo. Nunca había escuchado esa palabra. Me dijeron que era un café muy claro y mientras la registraba en mi memoria, me acerqué a la rueda de prensa que se realizaba unos pasos más allá. La alcaldesa Noelia García, el director del festival Nicolás Melini, Charo González, Concejala de Cultura; Mariano Hernández, presidente del Cabildo de La Palma; la escritora nicaragüense Gioconda Belli y Juancho Armas Marcelo, se sentaban bajo un árbol lleno de flores. Las flores caían sobre ellos. Pequeñas semillas blancas regaban el suelo y se enredaban en nuestro pelo y por un momento, aquella lluvia de pétalos blancos, el traductor japonés Ryukichi Terao y su mujer Mami a mi lado, el olor del viento…todo, me hizo trasladarme a un día de hanami (caída de la flor del cerezo) en la cuidad de Tokio, en el que al igual que en los Llanos, nevaba en primavera. Porque hoy podía ser primavera en La Palma. O invierno. O verano. Porque como dijo Juancho, es una isla mágica en la que pasan cosas mágicas. Una isla en la que “se ha reencontrado cerca de ser más canario que nunca.”
Gioconda Belli, llamó al árbol que nevaba en verano, Sacuanjoche. Otra palabra nueva en menos de una hora. Y no sería la última. Tiempo después Juan Cruz se preguntaba cuál sería el motivo para llamar a los chicos algo cobardes: cariantes. Y Manolo Concepción, nos explicaba qué era el carajo, esa cesta atada a lo alto de un mástil en los veleros desde donde se avistaba tierra cuando la había o simplemente, como nos explicaba Le Clézio,”solo el mar, ese elemento infinito, móvil, donde todo nace y retorna, en el que uno puede encontrarse a sí mismo o perderse. La creación literaria para mí es antes de todo el ritmo del mar, el flujo y el reflujo…el pasaje de las nubes, las balsas de espuma…la marejada larga con sus olas muriendo en la arena de las playas, el nacimiento de las tempestades o las grandes calmas…”
Y llegó Elsa López, visiblemente emocionada todavía por las palabras de Le Clézio, y nos habló de su mar. Y todos los allí presentes fuimos conscientes de que cada uno de nosotros tiene su propio mar. El de Elsa navegaba en su voz y en sus manos, en una memoria, como me comentó después, de hace muchos años. Su mar era el mar de mis tres años. “En la cabeza de mi padre entró el mar una tarde”, dijo. Y su mar lo inundó todo.
Y como decíamos, estábamos en un lugar mágico, y allí sentados bajo árboles milenarios, estaban Vargas Llosa y Juancho Armas Marcelo. Nos hablaron de la importancia de la literatura. De la buena literatura. La que nos hace críticos. La que impide que seamos engañados como sociedad. La importancia de que leamos a los clásicos, las grandes obras literarias que no hay que dejar en el olvido. Que la riqueza del lenguaje solo se puede adquirir con literatura.
Y sí Juancho, hay magia en Los Llanos de Aridane, mucha. Pero yo que ya he crecido mucho, y que como dicen me acerco a los cincuenta, momento en que perdemos la magia para recuperarla otra vez a los setenta (algunos, no todos) sé que la magia existe, pero que para que cosas como esta, como este Festival Hispanoamericano de Escritores pasen de ser la idea de un sueño a una realidad, hace falta que alguien como tú diga: voy a hacer un festival en La Palma, en Los Llanos de Aridane. Un festival de escritores. El segundo festival de escritores más importantes de España. Y lo voy a hacer dos y tres veces y las que sean posibles. Porque tengo la fuerza que nunca han logrado quitarme. Porque tengo a un equipo que cree en mí. Porque soy Juancho Armas Marcelo y estoy vestido de qué bien me lo paso.
Decía Barral de él que era “un inventor de festivales”. Yo añado: “y qué bien los inventa”.
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Guadalupe Martín
ATTK Editores
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