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¿Se nos ha ido la pinza?

No sé si será la crisis, o es que definitivamente a la raza humana se le ha ido la pinza. Que Belén Esteban sea una estrella en este país suena a chiste, pero la coña es que vive, se comporta y factura como una estrella; luego, en la práctica, lo es. Pero es que unos por una cosa y otros por otra, aquí parece que hay una competición a ver quien dice la cancaburrada más grande.
zvalle caido.jpgEs que parece que cuanto mayor sea el disparate más «lo que sea» es quien lo dice. Desde viejos verdes que afirman sin rubor que les encanta la carne joven de las adolescentes, a políticos que en campaña afirman sin medirse que «Madrid es una fiesta fiscal y en Andalucía no paga ni Dios», o que hacen videojuegos lanzando bombas a los inmigrantes (dicen que son bombillas), me recuerdan a los típicos rebeldes de pacotilla que tratan de ser más epatantes que nadie afirmando que Mozart era un mediocre, que Picasso no aporta nada al arte, que García Márquez es un escritor de medio pelo o que Einstein está sobrevalorado. El caso es llamar la atención. Entre la afirmación de que en España hay un laicismo agresivo similar al de los años 30 y la propuesta de dinamitar el Valle de los Caídos, no sé con qué quedarme, pues ambas dan idea de que el mercado del disparate apocalíptico está al alza. Por no ser menos, iba a decir la cancaburrada del siglo para remachar, pero desisto porque el nivel está demasiado alto, inalcanzable. Cualquier cosa que dijera se quedaría corta.

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Más OTAN, ¿para qué?

Aunque abra los noticiarios y sea titular de periódicos, la noticia de la cumbre de la OTAN de Lisboa queda como una nota de sociedad, en la que los dirigentes se hacen una foto y parece más una gala de la Cruz Roja que lo que realmente es. Pero si leemos entre líneas veremos que acuerdan extender su campo territorial y que en la práctica pretende convertirse en una especie de brazo armado del Consejo de Seguridad de la ONU pero sin la ONU. zGran20dictador[1].jpgEs decir, la OTAN va a estar aquí y allá, ahora sin límites definidos, como ya hizo en Serbia y como hace ahora en Afganistán. Es una manera elegante de extender la guerra, el gran negocio, pero con la justificación impresentable de que es la OTAN en misión de pacificación. Dios nos libre de los pacificadores, pues me acuerdo cuando se celebraban los 25 años de paz franquista. Que le pregunten por los pacificadores de la OTAN a los bombardeados habitantes de Belgrado o a los desheredados de Somalia, donde los Estados Unidos se hacen presentes bajo esa bandera internacional después de haber fracasado sus tropas en Mogadiscio (revisen si no la película Black Hawk Derribado de Ridley Scott). Lo acordado en Lisboa significa que los socios van a colaborar activamente en hacerle el trabajo sucio a Estados Unidos allá donde no es aconsejable hacerse presente con su propia bandera. O lo que es lo mismo, más guerras, más sufrimiento y un inmenso negocio para los tiburones de siempre. ¿Obama? Pues eso, otro presidente norteamericano más, igual que todos.

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Patrimonio Inmaterial de la Humanidad

Nada tengo contra los reconocimientos merecidos, pero a veces me quedo en treinta y tres con algunas cosas. Entiendo que a lugares y objetos físicos se les declare Patrimonio de la Humanidad para protegerlos, pero no consigo avizorar qué utilidad tiene lo de los patrimonios inmateriales, que como indica el término deberían ser cosas sin materia. Por ejemplo, ahí entraría el silbo gomero, que ya lo es, o ahora el flamenco, pero no veo qué de inmaterial tiene la dieta mediterránea, que son platos muy dispares en gastronomías tan diversas como las de España, Siria o Marruecos,
zsilbo-gomero[1].jpgPor otra parte, que pongan algo en una lista no significa gran cosa si antes no tenía mucho tirón. El flamenco es un patrimonio cultural indiscutible antes de que lo dijera la Unesco, y estar o no en esa lista poco le va a añadir a una manifestación cultural de su potencia. Y tampoco veo claros los criterios para declarar patrimonio inmaterial esto o lo otro, porque ahora lo han hecho con los «castells» catalanes, que está muy bien, pero por la misma razón habría que hacer lo mismo con el Juego del Palo, las fiestas del Charco y de La Rama, la «traídas» veraniegas del agua o el gofio, El almendo en flor, El Perro Maldito de Valsequillo y hasta los carnavales en sus distintas versiones. Y es que toda manifestación cultural de un pueblo es patrimonio de la Humanidad, lo diga o no la Unesco. Incluso son patrimonio las tradiciones que no nos gustan, porque no olvidemos que asuntos tan polémicos como El Toro de La Vega o tirar cabras desde los campanarios tambien forman parte de la memoria colectiva; bárbara, pero colectiva, y por lo tanto patriminio de la Humanidad. Y es que La Humanidad puede ser muy sensible o muy brutal.