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Premio, medallas, diplomas

A unos les dan la flor de no sé qué; a otros la medalla de nosecuántos, el premio de tal o cual, el Oscar, el Globo, el Oso o la Espiga, la orden de la cacharrería o el guante, la bota o el balón de oro. Todos son personajes famosos en lo suyo y más allá, generalmente bien cubiertos y sin necesidad de más trastos que no saben dónde guardar. essspum.JPGHace unos días le robaron al tenista retirado Peter Sampras un montón de copas y medallas, que tenía guadadas en un almacén de Los Angeles porque en su casa no le cabían, o le molestaban. Por lo visto, obtener uno de esos trofeos o reconocimientos no vale tanto en sí mismo como que te lo den a ti y no a otro. Y luego viene la consiguiente pregunta: ¿Es que ya no se hacen las cosas por el mero placer de hacerlas? Todo tiene que venir corroborado con un premio, una medalla o un galardón que nada añade a lo que se ha hecho, pero, claro, no se trata de tenerlo, sino de que no lo tenga el otro. Luego los guardan en el trastero o un almacén, porque ya son chatarra. ¿Que habrá hecho Jack Nicholson con sus estatuillas de los Oscars, Federer con sus copas o Vargas Llosa con las medallas y los pergaminos que lo acreditan como ganador de incontables premios? Alguien me decía que a los ganadores de Roland Garrós y Wimbledon les dan una copa muy celebrada y a los finalistas una bandeja, que recogen a regañadientes y por lo visto pocos guardan porque esa bandeja es la constancia material de que perdieron la final. Vanidad, espuma, burbujas y no otra cosa. Hacer bien algo ya debería ser suficiente satisfacción.

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Se acabó el pastel

No hacía falta ser adivino para saber hace mucho tiempo que la tarta de las televisiones no iba a dar para que sobrevivieran tantos canales. Profesionales expertos del medio, como Manuel Campo Vidal o Juan Pedro Valentín, lo han dicho aquí y allá cada vez que han tenido ocasión. Y lo que se veía venir ya es una realidad, que empezó con el estampido de Vía Digital y ha seguido con las fusiones de las grandes cadenas. Con la TDT se ha tratado de hacer algunos canales de pago, pero son muy minoritarios; lo cierto es que el mundo audiovisual se mantiene en buena parte por los presupuestos públicos que alimentan las televisiones públicas.
meter-la-pata[3.JPGLuego está el fútbol, que parecía la panacea para salvar al sector, con un mecanismo diabólico por el que pagamos todos. Esto fue el detonante de otra burbuja, la de los millonarios sueldos y traspasos de los futbolistas de élite, en el que enredaron los clubes con el sueño de que la televisión lo pagaría todo. Y la televisión cobra de la publicidad, que es un gasto añadido al precio final del producto anunciado, por lo que al final pasa por caja hasta quien nunca ha visto un partido. Y la burbuja audiovisual empieza a desinflarse, porque encima, con la crisis, los presupuestos públicos se recortan hasta en los canales autonómicos.
Ya están cerrando canales, y esto acabará trasladándose al balón, porque esos dos mundos, los de la televisión y el fútbol muy relacionados económicamente, se volvieron locos pagando a figuras deportivas y mediáticas salarios irracionales. No es sólo que Messi o Cristiano cobren 12 millones libres de impuestos, es que cualquier jugador de segunda división cobra un sueldo que ríete de los controladores aéreos (no he oído decir nunca que Casillas es un privilegiado). Y en la televisión igual: presentadores de tres millones, fichajes de damas de buen ver por un millón… Un disparate, y las pantallas empiezan a estallar.

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El rapto de Europa

Lo he recordado muchas veces, y hace unos días, con motivo de la militarización de los controladores aéreos, una amiga de este blog volvía sobre este poema, que dicen que es de Bertol Brecht:
RUBENS-El-rapto-de-Europa[1].jpg

Primero cogieron a los comunistas,
y yo no dije nada porque yo no era un comunista.
Luego se llevaron a los judíos,
y no dije nada porque yo no era un judío.
Luego vinieron por los obreros,
y no dije nada porque no era ni obrero ni sindicalista.
Luego se metieron con los católicos,
y no dije nada porque yo era protestante.
Y cuando finalmente vinieron por mí
no quedaba nadie para protestar.

Hoy, en el Parlamento Europeo, se va a aprobar una ley que deja a los trabajadores inmigrantes a los pies de los caballos. Se regirán por las leyes laborales de sus países de origen; es decir, serán trabajadores de segunda. Para ser justos, también deberían pagar por el pan, el transporte, la ropa o la vivienda lo mismo que pagarían en sus países, que es proporcional a sus salarios. Pero no, para las verdes una cosa y para las maduras otra. Muchos dirán: «No me importa, como yo no soy inmigrante, esto no va conmigo, como no me importó hace unos días cuando decretaron el estado de Alarma para meter en cintura a los controladores. Total, como no soy controlador…»
No sé si fue en una cumbre del G-20, en un café en el bar durante un descanso de la Asamblea de la ONU o en la última reunión del dichoso Club Bilderberg en la Costa Brava, pero parece que la materia gris suprema que rige este planeta ha dado ódenes concretas. Una de ellas, muy clara, es acabar con el Estado de Bienestar en Europa; otra, ir poniendo en su sitio a cada uno: inmigrantes, sanitarios, transportistas, camareros, profesores, jubilados, periodistas, oficinistas, funcionarios y toda criatura que viva de un salario o de una pensión.
Señores eurodiputados: No sé cómo van a vendernos la moto de tanto recorte discriminatorio para dinamitar siglos de conquistas sociales. Claro, pensarán que como cobran 12.000 euros mensuales -dietas aparte-, no va con ustedes, pero deberían echar un vistazo al poema de Brecht, porque cuando ya no haya democracia -y ustedes habrán sido cómplices ejecutores- tampoco se necesitarán eurodiputados.