El Papa
Ya se fue Ratzinger (?), ya eligieron un nuevo pontífice (hacedor de puentes) y se han sucedido las secuencias propias del evento: anuncio sorpresivo, muestras de la campechanidad del nuevo sucesor de Pedro, que no solo no lleva sandalias, sino que calza zapatos negros (el papa siempre los llevó rojos), y todavía sigue usando los muy raídos que traía de Buenos Aires y no ha estrenado los que le regalaron sus allegados en Argentina para que acudiera al cónclave vestidido de limpio. Su anillo es de plata y sus palabras de amigo. Es cercano, es hablador, es argentino y parece una mezcla de Juan Pablo I, todo sonrisas, y la humanidad cercana al pobre que dicen tenía Juan XXIII. Ya está, elección, ruedas de prensa, misa de inauguración y se acabó la fiesta; ahora viene el trabajo, donde el papa Francisco tiene que dar la medida de sus intenciones no con gestos (que desde luego son importantes) sino con hechos. Puede ser que haya un gran cambio, por otra parte poco probable con el lastre de la curia, o por el contrario es posible que todos esos gestos sean mera imagen y que finalmente nada se mueva. Francisco tiene ante sí la oportunidad de marcar un antes y un después o de diluirse en una gran decepción. Será conservador y seguramente inflexible en los dogmas, pero eso es La Iglesia, si cambiara mucho sería otra cosa. Lo verdaderamente importante es que sea Jefe de una comunidad religiosa, y deje el ordenamiento de las vidas ciudadanas para las leyes civiles, sobre todo si provienen de poderes democráticos. Si fuese así, sería un gran papa.