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Optimista, pero menos

 

Hay días en los que los temas se amontonan en un cuello de botella y, paradójicamente, uno no sabe qué comentar; esta semana hay material para pensar en el presente, aprender del pasado o cavilar sobre el futuro. En cualquier caso, como diría Pablo Neruda, puedo escribir los versos más tristes (en mi caso prosa), y aunque soy un optimista terminal que siempre suele ver la botella medio llena, por lo que se mueve a mi alrededor, no encuentro un dato, un estímulo, un indicio que me sirva para apoyar la esperanza. Por eso decía lo de triste, y es que este septiembre lo es, porque no hay romería ni Charco de La Aldea que sirvan de contrapeso.

 

 

Esa es la razón por la que he invocado a Neruda, y de paso celebro que se hayan por fin abierto las grandes alamedas de la democracia en Chile, como anunció en Radio Magallanes hace medio siglo Salvador Allende, antes de entregar su vida por su pueblo, el fatídico día en que comenzó una orgía de sangre que los malditos innombrables del Norte y los traidores chilenos desataron para mantener los privilegios y abusos de los de siempre. Los muertos siempre son los mismos, como los que se aventuran en el mortal océano huyendo de la miseria y la injusticia que asola África, nuestra vecina olvidada. También ocurre que, cuando la Naturaleza se encabrita, siempre recae su furia sobre los más débiles, como está sucediendo ahora mismo en el Sur de Marruecos, donde miles de personas han quedado sepultadas bajo de pobreza de sus humildes moradas de adobe. No caen lujosos palacios ni sólidas mansiones en Marrakech, como tampoco cayeron en Managua, en Turquía, en Irán y hasta en la europea Italia hace unos meses. Ayer, el poeta Pepe Junco me recordaba los versos de Salvador Espriu: “A veces es necesario y forzoso / que un hombre muera por su pueblo / pero nunca debe morir todo un pueblo por un solo hombre”. Por eso invito a quienes sinceramente se dedican a la política profesional, que lean con detenimiento el discurso de Allende y traten de entender lo que Espriu condensa en dos docenas de palabras.

 

Ese es el problema. La política se hace con palabras y con hechos, pero hoy las primeras responden a intereses, sirven para maquillar la verdad o simplemente fabrican mentiras. Llevamos más de diez años subidos al tigre del embuste y esperando a ver que sale de la chistera de tanto ilusionista. En Canarias seguimos apostando a lo grande al caballo del turismo, que será el que nos hará caer cuando hayamos destrozado nuestra Naturaleza privilegiada, que fue el cebo para los primeros viajeros y turistas. Pero siguen galopando en ese caballo, que consume territorio y agua (no nos sobran, precisamente), y ahora se habla de la destrucción de nuestros ecosistemas, el peligro de los incendios de sexta generación y su relación con la menguante agricultura. El colmo es que representantes públicos denuncien el acaparamiento de papas con el fin de alzar los precios, y me pregunto si el interés general no es argumento suficiente para detener tanta especulación. Ah, que es mercado libre, que no hay leyes que puedan aplicarse porque sería inconstitucional. ¿Por qué será que todo lo que es más justo o mira por la población general es inconstitucional? Un misterio.

 

Lo que sí ha quedado claro esta semana, es que, como decía Rubalcaba, en España enterramos muy bien. Nada que objetar a la pionera grandeza profesional de María Teresa Campos o al talento artístico de María Jiménez. Curiosamente, ambos fallecimientos han ocupado espacios enormes y a veces cansinos en los medios de comunicación, pero siempre merodeando el morbo. Aunque son personas públicas, se ha de hablar de sus logros y aportaciones, pero ya sabemos que aquí ese sector informativo se ha maleado. Sí que enterramos bien, y lo digo en ambos sentidos, porque también parecen empeñados en que el nieto de Sancho Gracia, detenido por un crimen horrendo en Tailandia, acabe siendo condenado a la inyección letal, como si fuese un espectáculo más, y debo decir que, en cualquier caso, la justicia debe hacer su trabajo, pero me posiciono claramente contra la pena de muerte.

 

Y de política, para qué hablar, si nadie sabe ya lo que es. Se supone que pertenecemos al Estado Español, pero por lo visto el salvamento, la ayuda y el alojamiento de los inmigrantes que se arriesgan en el Atlántico es cosa solo nuestra. Ya podría darse una vuelta por aquí el ministro Marlasca, Canarias está desbordada, pero por lo que se ve no es un asunto de Estado. Por otra parte, dan risa las conversaciones con altoburgueses catalanes y agraviados vascos que van de salvapatrias, y sigo sin entender cómo es posible que el gobierno español dependa de unos pocos que solo piensan en su propio interés. No meto ahí a Coalición Canaria porque ya es doctrina que tratará de estar en la lista de quien finalmente gobierne, ahora o el año que viene, que sobre eso Neruda, Allende y Espriu no se pronunciaron. Seguiré intentando ver la botella medio llena porque se me están acabando los tranquilizantes.

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Como pompas de jabón

 

 

Los especialistas definen la agnosia como la incapacidad para percibir o interpretar estímulos externos, sean objetos, sonidos, colores o conceptos. Se refieren siempre a un individuo, y el origen suele ser una disfunción neurológica, por lo que es un diagnóstico clínico. Desde el punto de vista social no se puede diagnosticar, pues habría que estudiar a todos y cada uno de los componentes de esa sociedad. Sin embargo, hay una especie de agnosia colectiva, que unos dicen que se produce de forma espontánea y otros porque es inducida deliberadamente. Luego, cada cerebro, la administra a su albedrío, de manera que un mismo estímulo es percibido de formas distintas por cada persona, incluso con posiciones totalmente opuestas.

 

 

Hace tiempo que vengo hablando de la ignorancia programada, que es una evidencia porque funciona de arriba abajo, a través de factores tan dispares como los sistemas educativos, la publicidad y las conveniencias políticas y económicas. Luego ocurre que, en determinadas circunstancias, las cosas pueden volverse del revés, y un asunto tan denostado como sentarse con Puigdemont (o su partido) puede pasar de ser un sindiós a convertirse en una virtud democrática tan alabada como la capacidad para dialogar. La agnosia colectiva aparece cuando miles o millones de personas siguen unas pautas y son capaces de aplaudir lo que ayer rechazaban. Porque una cosa es ser flexible, dialogante y constructivo, y otra muy distinta es saltarse conceptos básicos, que, aunque nada hay inamovible, sí que deben siempre mantener una misma línea de pensamiento.

 

Y como aquí nadie sigue esas mínimas condiciones de respeto social, resulta que habitamos una lonja en la que se subastan ideas. Aunque se supone que las ideas surgen del razonamiento o la imaginación de una persona, funciona cuando las personas, en lugar de razonar, se dejan llevar por ideas que les llegan con la intención de crear una idea colectiva. Por eso, cualquier ideología es una perversión de la propia capacidad de razonar, y en esto entran las religiones y las adhesiones inquebrantables a cualquier asunto, aunque sea este el mero seguimiento de un equipo de fútbol o un grupo de rock.

 

Luego está la desaparición del arte del debate, que suelen confundirse con la polémica, cuando aquel es contraposición de ideas y juicios y la polémica es claramente hostilidad. Podemos decir que en el Parlamento Español hace mucho que no hay debates, porque no se trata nunca de llegar a un puerto sobre lo que se habla, sino de sitiar y, si es posible, destruir al adversario, que en estas condiciones adquiere casi el nivel de enemigo. Las redes sociales se han convertido en un permanente duelo de cuchillos, donde el insulto, las amenazas y las mentiras sustituyen a los argumentos. Y no hay más argumento que la destrucción del otro.

 

Con tanta agnosia colectiva y tan diestros descalificadores, los dirigentes siguen culpabilizando a los otros, y con semejantes mimbres se atreven a hablar de pactos constitucionales, de la vertebración de una nación de naciones o de los peces de colores. Se las han ingeniado para que nos olvidemos socialmente del sufrimiento durante la pandemia, la han dado por zanjada y nos ocultan que el covid sigue ahí, y que para muchas personas es bastante más que un catarrillo. Reaccionarios contra wokes y viceversa, gente alineada por inercia con tirios, troyanos, unionistas y separatistas, una gozada de mensajes sin una idea en su contenido, simplemente “no me gustas porque no me gustas”.

 

Se está llegando a politizar hasta los avisos meteorológicos, y da igual si mueren o desaparecen personas en las riadas del centro de La Península, las mujeres siguen siendo asesinadas por cafres que tienen menos humanidad que los gorilas, pero lo único que se enarbola es el mismo mantra de una ley que, efectivamente, tenía errores. La sequía nos cerca, la inmigración irregular ya es un gravísimo problema para Canarias y, en fin, todo está patas arriba. Como Lot, busco una cifra pequeña de personas justas para presentarlas como aval y que Yahvé suspensa la destrucción de Sodoma, pero no las encuentro (tal vez ni yo lo sea), y quienes tienen la responsabilidad de liderar la restauración de la convivencia siguen enredados en plazos legales que provienen de una Constitución que, por los hechos deduzco, es una pompa de jabón en el aire. Son ellos los que la hará explotar.

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A ver qué dicen las cabañuelas

 

Se va el mes dedicado al emperador romano Augusto, posiblemente uno de los más entretenidos de todos los agostos que recuerdo. Ya saben que, desde siempre, era entendimiento general que, en los meses de julio y agosto, se detenía el mundo, todo era quietud y se producía una sequía periodística general, y de esa forma se acuñó la expresión “serpientes de verano”, que eran supuestas informaciones que aparecían en los medios, generalmente sin una base sólida, aunque a veces tenían un sustrato de verdad, como el famoso asunto de la Perra Chona, cuando Juan Rodríguez Doreste y el artista Juan Ismael se inventaron, un verano de mediados de los años 50 del siglo pasado,  uno de los episodios más divertidos del periodismo canario, pues tuvieron en jaque a la isla y a toda la policía  buscando una perra que se dedicaba a desenterrar huesos supuestamente humanos por la zona de Tamaraceite.

 

Fue tal el impacto que causó en la población, que todavía hoy, algunas personas muy ancianas que vivieron ese episodio, aseguran que la perra existió. La fuerza del tema radicaba en que hubo gente que se inquietó, porque podrían ser restos de los desaparecidos de mala manera en los años de la posguerra. El periódico local que publicó durante varios días secuencias de las supuestas andanzas de la perra hizo su agosto, pues todos estaban pendientes de las últimas novedades. El asunto se zanjó cuando el Gobernador Civil y la policía, que también mordieron el anzuelo, se pusieron duros con el rotativo y dejaron de aparecer aquellas páginas tan deseadas por el público. No se habló más de la Perra Chona, pero se quedó en el imaginario popular de la isla hasta el punto de que, hace unos años, nuestro llorado Alexis Ravelo escribió con esta historia un espectáculo teatral que tuvo muy buena acogida.

 

En los grandes medios, cada verano, también se las veían y se las deseaban para llenar las páginas, y circulaban rumores impresos sobre un posible traspaso del jugador barcelonista Kubala al Real Madrid, o el infundado noviazgo de Gary Cooper con Sara Montiel, que había protagonizado la película Veracruz junto al mítico actor y el no menos legendario Burt Lancaster. Aquello vendía periódicos en ausencia de política de los demófilos (así la llamaban frente a la denostada política de los demócratas), fútbol y otros objetos de interés.

 

Esto fue cambiando a medida que empezaron a ser cosa normal los teletipos, y no digamos con la generalización de Internet, aunque los grandes temas hacían un parón pero seguían ahí, porque ya el fútbol casi no para y la política siempre sobrevolaba aunque el Parlamento estuviera cerrado por vacaciones. Este año se ha liado buena, y esto va para largo, pero el verano informativo está resuelto. Ya es casi normal que nuestra gente gane medallas de oro en distintos deportes (ahora está el Mundial de Baloncesto masculino), pero el despiporre ha sido que la selección femenina de fútbol haya ganado el Mundial. Ya sé que ha habido otras mujeres españolas que han pisado lo más alto del podio en muchos campeonatos europeos y mundiales, pero es que el machismo imperante toleraba que las mujeres pudieran ser tenistas, atletas, nadadoras, gimnastas o jugadoras de baloncesto, badmington, balonmano o voleibol; pero lo de futbolistas ya eran palabras mayores. Pues se ha roto ese techo de cristal y encima somos campeonas del mundo, dos heroicidades en una, algo inimaginable hace solo unos años. Pero, claro, alguien tenía que nublar tan hermosa gesta. Todo este asunto del machismo, el beso federativo y la reacción masiva de la sociedad, han ocultado la Copa del Mundo, y se les roba la merecida gloria a las futbolistas. En fin, “cosas veredes, Sancho”, que lo digo yo, porque de eso en El Quijote no hay rastro, que tampoco dice en ningún lugar don Alonso de Quijano “no-voy-a-dimitir”.

 

A todas estas, tocaría hablar de las cabañuelas, método de predicción meteorológica para un año (ojo, no de pronóstico). El sistema más popular en España es el de observar el tiempo y otros signos del 1 al 24 de agosto, y cada día corresponde por orden a un mes del año siguiente, tomados primero en sentido ascendente y luego descendente. He oído que, entre lo que se anuncia (el Almanaque zaragozano se basa en eso), parece que va a haber lluvias fuertes en los últimos meses de 2023, algunos dicen que se llenarán los pantanos, y que, debido a la abundancia de avispas, mariquitas y algunas especies de mariposas, también habrá otra Filomena. Si nos basamos en los 24 primeros días de agosto, en 2024 nos vamos a hornear, porque no ha habido tregua. Lo que no sé es si las cabañuelas son capaces de predecir en qué mes la UD Las Palmas meterá algún gol de jugada, qué nueva secuencia surrealista emana del culebrón Rubiales (la huelga de hambre de su madre pone el nivel muy alto) o si Puigdemont llevará a La Moncloa a Feijóo, a Sánchez o a ninguno.