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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 36: Los domingos del futuro. (19/04/2020).

 

Da escalofríos pensar que una pandemia de estas características era previsible. Nadie escuchó las advertencias que hicieron los especialistas o personalidades que sabían de lo que hablaban, como Obama o Bill Gates, entre otras voces. Pero estamos donde estamos, y corren por las redes distintas informaciones que muchas veces se contradicen, sobre los retrovirales o las vacunas, ahora en fase de investigación. Siempre he dicho que toca ponerse en manos de la ciencia. Por lo pronto, ayer me despacharon en la farmacia una mascarilla por persona, debidamente acreditado con la tarjeta sanitaria. Cada tres días puedo optar a otras dos por el mismo sistema, que de momento me vale porque salgo cada varios días a reabastecer la nevera y el botiquín.

Los domingos tienen en mi casa un toque de melancolía, porque echamos de menos los días en que nuestros hijos venían desde Tenerife a pasar el fin de semana con nosotros. Recordamos los paseos por Las Canteras y la visita a algún restaurante los sábados, o las comidas caseras de los domingos, poco antes de que enfilaran la ruta del ferry. También se echan en falta los paseos con la perrita por calles del barrio o cuando me acompaña en la siesta o me despierta por la mañana. Pero tratamos de recordar esos días e imaginar los futuros en los que vuelvan a sentarse a nuestra mesa y a compartir sin temor el tiempo, el espacio, el potajito o el estofado casero. Lo que no cambian son los afectos, que con los hijos son inamovibles pase lo que pase. También leía en una red social que una amiga echaba de menos la presencia  de sus hijos. Eso significa que este episodio nos ha pillado como personas y como sociedad.

No sé si en mi calle empieza a haber deserciones, pero ayer también faltaron algunas manos a la hora del aplauso. Quienes se presentan puntualmente son Diego y Sofía, siempre en brazos de sus padres. La niña venía acompañada de una muñeca de trapo distinta, con un aire muy en línea con los dibujos animados actuales y cubierta por una gorra de punto, tipo charlestón, color blanco roto. Da la impresión de que Sofía ha tomado esta aparición de cada tarde como uno cita importante. Y lo es, sobre todo para nosotros. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 35: Ojalá esto fuese un bolero. (18/04/2020).

 

Ayer fue un día horrible, que terminó de la peor manera, con la noticia del fallecimiento de un amigo, Manuel Poladura. Es muy triste no poder acompañar en tan terrible trance a su esposa, la también queridísima amiga Coca de Armas Fariña. Manolo era un gran tipo y un artista de los boleros. Durante el día yo había evitado los medios y las redes sociales porque he percibido cierto desánimo general, y de eso hay que huir como del fuego.  Deseo una buena travesía al querido Manolo, que se ha ido a cantar boleros a otra dimensión. Y nosotros debemos cumplir el compromiso que tenemos con la vida.

Por la mañana, fui testigo y colaborador (poquito) de cómo mi compañera de viaje preparaba unas lentejas magníficas, emulando a Don Quijote, que las comía los viernes. Es curioso como los platos sencillos de toda la vida se convierten en un festín a poco que haya una buena mano que los trate, y aquí la hay. También fue un día en el que recibí algunas solicitudes de colaboración a través de la radio o haciendo grabaciones de vídeos por distintos motivos. Es una tarea agradable porque se participa con otras muchas personas en todos los casos, y así trato de hacer bueno lo del grano que no hace granero pero ayuda al compañero que dice el refrán. Los próximos días tendré por lo tanto que hacer algunas grabaciones. El resto del día lo dedicamos a construir un nuevo collage, esta vez sin nada de dibujos, solo recortes para ir dando vida al cristal de nuestra ventana. Son unos niños en el bosque.

Siguiendo la tónica general del día, a la hora de aplaudir vimos que algunas ventanas no se abrieron. No sé si la gente se quedó durmiendo una siesta larga o tenía otras ocupaciones inaplazables en sus casas. Pero sí que salieron con sus padres Diego y Sofía, ambos vestidos con monos amarillos; parecían dos pajaritos, aunque hoy la niña vino con las manos vacías, sin pandereta, maraca o muñeco de trapo. Pero estuvo muy vivaracha, saludando a los vecinos y sonriendo más que nunca, lo cual sirvió de contrapeso positivo. Hay que seguir. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 34: Las mil formas del amor. (17/04/2020).

 

Hoy van a permitirme que tenga un recuerdo agradecido con el escritor Luis Sepúlveda, un chileno de vida azarosa y comprometida, que acabó recalando en Asturias, y que ha fallecido. Son muchas las personas que se ha llevado esta pandemia, y todas merecen el recuerdo, porque, como decía el poeta John Donne, juntos formamos la Humanidad. Sepúlveda nos maravilló a todos cuando en 1989 publicó El viejo que leía novelas de amor, pero todos sus libros hablan del respeto a la madre naturaleza, de la solidaridad, de las mil formas del amor. También decía que los libros sirven para abrirnos lo ojos, pero que ningún libro cambia el mundo, deben hacerlo las personas. Por eso tenemos que tratar de que el mundo cambie a mejor, porque quienes están falleciendo son seres humanos, muy importantes todos, no solo números en una estadística.

Se habla de niños y del curso escolar. Es importante hacerlo porque no podemos esperar a que pase todo para empezar a reconstruir, es necesario estar preparados para iniciar la remontada cuando llegue el momento. Y hay que recordar aquí el gran trabajo que está haciendo el profesorado con las clases a distancia a través de las plataformas educativas. Es un trabajo ímprobo, porque hay que prepararlo y transmitirlo, y es casi un tratamiento personalizado. Las redes tecnológicas son una gran ayuda, pero cuando se convierten en la única vía de comunicación entre la docencia y el alumnado se complica muchísimo, sobre todo en los cursos más pequeños. Sabemos que esa es su obligación en estas circunstancias, pero lo que no es justo es que se menosprecie esa labor, incluso desde las instituciones educativas que tendrían que apoyar y reconocer ese esfuerzo.

Y es que veo cada tarde a esos niños en la ventana de enfrente, que tendrán que vivir en un mundo que todavía no sabemos cómo va a ser. Sofía, ajena a todo lo que sucede, se ha dejado de ruidos y hoy apareció con un silencioso muñeco de trapo, cuyas características no pudimos ver muy bien porque ella lo tenía fuertemente abrazado. Eso sí, podemos afirmar que el muñeco es rojo, y también que la hermana gemela de Olivia (hijas de los nuevos vecinos del piso interior) se llama Lucía, otro nombre luminoso en tiempos de neblina. Diego también compareció, como las gemelas, como Marta, como Sofía, que es la imagen de esa inocencia que nos ilumina. Buen día.