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Claridad, por favor

 

Ha llegado la primavera casi a la vez que la Semana Santa, otro de los hitos que hay en el camino de la pandemia. La eterna dicotomía salud/economía se disuelve en estos días en las obsesivas informaciones sobre vacunas y vacunaciones, en una dinámica que se confunde, porque se está vacunando a gente de entre 60 y 65 años y por otra parte falta todavía un alto porcentaje de mayores de 80 años por vacunar. Luego hay dos limbos: uno es el de la población de 55 a 60 y la de más de 65, que no aparecen en ningún proyecto próximo de vacunas.

 

Posiblemente esté hablando de un asunto cuyos detalles desconozco, y es así, porque nadie explica claramente cuál es el calendario. Aparece en los medios y siempre están esos huecos que nadie dice porqué están ahí. Con la cantidad de horas de información, programas, contertulios especializados (o no), parece imposible que no esté lo suficientemente claro para toda la población. Pero siempre hablan de lo mismo, dando vueltas a la noria, pero colaborando en la cortina de humo que lo envuelve todo.

 

Sabemos que, hasta ahora, uno de los problemas era la escasez de vacunas, pero dicen que van a llegar en grandes cantidades y la pregunta que surge es si existe un entramado organizativo que haga realidad esa promesa de tener vacunada al 70% de la población en verano. Otro de los detalles que confunde es que, incluso en la misma isla, hay zonas en las que se avanza más y otras en las que la vacuna sigue siendo algo de los que hablan los medios de comunicación.

Si esto sucede en una comunidad autónoma, en una isla, las diferencias en todo el territorio español son enormes. Si se supone que las vacunas se van repartiendo con proporcionalidad, y hay unas prioridades, no se entiende que, en unas comunidades, ciertos sectores estén muy avanzados y en otras no. ¿No sería deseable que una empresa de la envergadura de la vacunación de todo un estado tuviera un mando único y unas pautas idénticas?

 

Luego hay comunidades que guardan vacunas, con disculpas muy variadas.  Posiblemente sus argumentos sean lógicos, pero es que aquí cada cual hace lo que mejor le parece, y entre tanta confusión, la gente no tiene claro cuál es su lugar en la imaginaria fila de las prioridades. Se habla de que quienes tengan determinadas patologías irán antes. Ese control existe en la Seguridad Social, donde está archivado el historial médico de la población. Pero quienes se mueven en espacios distintos, como quienes reciben asistencia sanitaria  de empresas privadas, incluso funcionarios y jubilados que acceden a ese sector a través de Muface y otras entidades. ¿Existe una base de datos sobre estos pacientes? Si cada médico de cabecera, cada especialista, tiene un historial de sus pacientes que no está en una base de datos común, difícilmente pueden acogerse a esas normas de vacunación personas que tienen patologías que aconsejan prioridades que no figuran en ninguna parte ni son accesibles. Por eso pregunto si existe esa base de datos.

 

Y mientras tanto, sigue habiendo gente que vive como si no hubiera una pandemia. No se trata de vivir aterrorizados, pero hay que ser prudentes, y muchas veces esa prudencia no se ve por ninguna parte. Lo que demanda la ciudadanía consciente es información veraz, nada de discursos kilométricos, sino datos sobre algo que nos interesa a todos: la vacunación. No es mucho pedir claridad, por favor.

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Domingo de Resurrección

 

La memoria suele fijarnos unas pautas que luego se cumplen de aquella manera. Cuando mi generación era muy joven, la Semana Santa se vivía intensamente (pleno Nacionalcatolicismo) y parecía un mensaje divino que el Jueves y el Viernes Santo fuesen días grises, y a veces hasta con lluvia. Luego venía el Sábado de Gloria que era un día de transición y estallaba la luz con el Domingo de Resurrección, en el que siempre había mucho sol. Seguramente todo eso tiene que ver con que estas fechas se rigen por el calendario lunar, o yo qué sé.

Por eso extraña que este Domingo de Resurrección amaneciera entoldado, frío y tristón. Luego, a media mañana se han diluido las nubes y luce un día soleado, pero son ideas grabadas a fuego desde niños, y que sobrepasan las creencias religiosas y se convierten en memoria infantil. Cuando no se cumplen, uno se extraña.

Así que estamos en un día que debe ser soleado por memoria, aunque los servicios de meteorología digan otra cosa. Y el día aparece después de una noche de toque de queda en el centro de la ciudad, en el que los sin techo que se mueven por el barrio se ponen maldecir. Algún vecino les gritó que se fueran a sus casa, pero, ¡ay!  ¿Cuál es su casa? ¿Un zaguán aparente? ¿Una habitación callejera construida con cartones?

El caso es que ya es media mañana y, por fin, ha salido el Sol propio de la fecha. Enfilemos la primavera con esperanza y crucemos los dedos para que los anuncios de Carolina Darias se hagan realidad. Feliz mes de abril y mejor primavera.

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En el filo de la navaja

El destino parece dispuesto a dar una lección a la Humanidad, aunque tal y como están sucediendo las cosas, más que de una lección, se trata de un máster con muchas variantes. Esencialmente, lo que se nos está diciendo es que vivimos en un mundo de fantasía, en el que creemos que todo está controlado, pero no nos damos cuenta de lo rápido que puede cambiar. Si ya tenemos una lección permanente con la pandemia, vemos que hay otras muchas dependencias de las que no somos conscientes.

La más reciente advertencia es el accidente que ha tenido el carguero portacontenedores en el Canal de Suez. Una tormenta de arena que lo complicó todo y el barco se atravesó en la parte más estrecha del canal. Aparte de las cuantiosas pérdidas por los largos desvío o por la tardanza en la entrega de los materiales, hay otras consecuencias que sería muy largo enumerar, pero el mensaje es claro: no tenemos nada controlado, como ocurrió hace unos años con el volcán islandés que paró todo el tráfico aéreo en Europa.

Pero el mundo sigue sin darse cuenta de que nuestra civilización se sostiene a veces por casualidad. Pensamos que cuando pase la pandemia (no sé cuándo, pero se acabará) ya no habrá problema, y la gente parece haberse olvidado de asuntos muy peligrosos como los microplásticos, los vertidos y, en general, el cambio climático. Estamos en el filo de la navaja, pero los dirigentes siguen obsesionados con las materias primas, y a expensas de cualquier factor natural sea un huracán, un terremoto o vaya usted a saber qué.

Y, sobre todo, el gran problema que amenaza al planeta es el agua potable. En unas zonas se despilfarra y en otras escasea, y no sabemos cómo evolucionará la climatología con el calentamiento global. A veces pienso que la gente sí es consciente de estos peligros, pero como no los puede prevenir… Y ese es el error, algunos son imprevisibles, pero otros tienen que ver con la intervención humana.

La estupidez, o la avaricia, crean situaciones tremendas. Ahora mismo manda más la industria farmacéutica que una entidad supuestamente tan poderosa como la Unión Europea. Las empresas incumplen contratos de entrega de vacunas y los gobiernos nada pueden hacer porque están a su merced.

Creo que deberíamos pensar que cada uno de nosotros podría hacer lo que está en su mano, y muchas cosas mejorarían. Pero los dirigentes políticos solo se mueven por el poder y los económicos por el dinero. Estamos en mitad de una pandemia y es una catástrofe planetaria, pero quienes tienen capacidad para resolver problemas siguen a lo suyo: poder y dinero. Es lo que hay.