Se va el caimán
Esta canción con ritmo colombiano se hizo muy popular en los años cincuenta, y como decía que se iba para Barranquilla (ciudad caribeña), la gente de por aquí lo cambiaba por «se va por el barranquillo». El caso es que, en tiempos difíciles, el pueblo le saca punta a todo. Hubo un gobernador civil al que, como se repartía leche en polvo en las escuelas para mitigar el hambre, lo llamaban La Vaca Lechera, en alusión a la canción también de moda entonces que acababa con un tolón-tolón que pasaba la censura sin problemas. Cuando lo relevaron, la gente cantaba: «Se va la Vaca Lechera / y ahora viene el Caimán/, el gofio es a medio duro / y el pan a una perra más», con música del Caimán, y de paso ya le cayó el mote al siguiente. Y cuando se fue, pues la cantaron la estrofa de marras, como si el cambio de gobernador influyera decisivamente en la forma de vida de la gente.
Esa canción habría que cantársela a Berlusconi, y esta vez el caimán se va directo al banquillo de los acusados, pues ahora no hay aforo que lo salve. Se ha ido otro caimán, el griego Papandreu, y pronto Zapatero también se irá para Barranquilla. La cosa es que los relevos no son como para bailar ritmos costeños, pues en Grecia entra un tipo que ha sido vicepresidente del Banco Central Europeo y dirigente para Europa de la famosa banca americana Goldman/Sach, muy implicada en la horca que han puesto a algunos estados europeos; en Italia el candidato es tibio y para sostenerlo hay contar con el partido de Berlusconi; y en España parece que está todo el pescado vendido -salvo sorpresa cósmica- y tampoco veo que el candidato cantado sea la Virgen de Lourdes. Y si surge la sorpresa, el otro tampoco. Una cosa es segura: se va el caimán, pero no sabemos si lo que viene es la vaca lechera, el maná del desierto o la charanga del Tío Honorio. ¡Ah! Y hay quien espera un cambio… Como decía el torero del cuento, «Hay gente pa’ tó».
y ese traspaso comenzó en los años sesenta, lo que dio lugar al movimiento hippie y aquello de «haz el amor y no la guerra», que quedó reflejado en la ópera-rock Hair, de la que es muy conocida la canción Aquarius. Se decía en los años setenta que en cuarenta años acabaría el tránsito, por lo que ya hay quien habla de que esa idílica Era Acuario entraría definitivamente el 21 de diciembre de 2012, cuando otros aseguran que se acabará el mundo según los muchos agoreros habidos (Nostradamus, el calendario maya, la Gran Pirámide…) y sus intérpretes. A la espera de esta nueva era nacieron movimientos como el New Age, pero yo es que no veo por ninguna parte esa concordia y esa nueva escala de valores positivos que anunciaban. Nadie escucha a nadie, los dirigentes se vuelven locos por intereses personales, como el primer ministro griego, que por una jugada política personal puede hacer volar a Europa por los aires, hay agresiones sin justificación (ninguna la tiene, pero algunas se hacen por mero deporte). Es decir, está ocurriendo todo lo contrario de lo que llevan cuarenta años anunciándonos, y los más entusiastas de estos asuntos ya empiezan a cambiar el discurso, y de ser un nuevo tiempo de paz y armonía se están sumando al milenarismo del fin del mundo. Para colmo, en Canarias nos estalla un volcán.