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Azawad, la guerra ahí al lado

Con la escisión de Azawad (la mitad norte de Mali), se abrió una esperanza para los tuareg de la zona africana que está a un tiro de piedra de Canarias. Pero ese movimiento laico ha sido abortado por los islamistas que operan en la zona, y que han ido reforzándose con gente venida de Argelia, Nigeria, Afganistán… Están armados hasta los dientes con armamento tomado de la reciente guerra de Libia. zazawad400[134].JPGEl punto único de su proyecto consiste en la Yihad, es decir, extender la fe coránica a fuego y sangre por todo el mundo. Como hicieron en Afganistán con las estatuas gigantes de Buda, en la ciudad de Tombuctú están destruyendo cualquier vestigio que no tenga que ver con el Islam. Y hay que recordar que Tombuctú es una ciudad milenaria, en la se creó la primera universidad africana, que guarda miles de manuscritos que tal vez contengan traducciones al árabe del siglo XII de clásicos griegos y latinos que se han dado por perdidos. Tombuctú, la puerta del Sahara, no es una ciudad cualquiera, es como la Córdoba de los Califas, y según las noticias que llegan está siendo arrasada fisicamente y su gente pasada a cuchillo. Europa sigue en el empeño de los del Norte por devorar su propio Sur, pero ahí enfrente, de donde provienen el siroco y las olas de calor, puede estar engordando un peligro que, si crece demasiado, no va a ser posible conjurar, porque no van a pararse en Azawad. Europa, como pasó con el nazismo, con las masacres stalinistas de Ucrania y más recientemente con Los Balcanes, siempre llega tarde y a menudo lo paga muy caro. Por si quieren hacerse una idea de cual es el peligro, miren el mapa, Azawad está a mitad de distancia de Canarias que Madrid.

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Y ellos bailando en El Trianón

María Antonieta celebraba una fiesta detrás de otra en un palacete anejo al de Versalles que llamaban Trianón. No bien acababa una empezaba la otra, con música, bebida, danzas y una gran competencia en el vestuario, tanto masculino como femenino. El gasto era inmenso, y una corte corrupta dilapidaba el dinero que le sacaban al pueblo. Desde luego, no sería porque no se les dijera, porque muchos llegaron a Versalles avisando de que la gente estaba ahogada y resultaba cada día más difícil contener el descontento. Se cuenta que en el último invierno antes del estallido de la Revolución la reina estrenó una media de cinco lujosos vestidos por día, que jamás repetía, aderezado con joyas, sombreros y zapatos de similar rango. Llegaban más advertencias, pero ellos seguían bailando en El Trianón. Luego pasó lo que pasó.
versalles[1].jpgLa comparación es evidente. Mientras unos siguen de fiesta en su Trianón de viajes, grandes salarios superpuestos, beneficios incontables, robando directamente y creyéndose seres especiales con derecho a todo eso, otros pagan y pagan más, y cobran menos, estrangulados y encima aguantando reproches de los que miran desde el palacete. Y ya están cansados. De vez en cuando, por la ventana lanzan a la multitud una Eurocopa, pensado, como los romanos, que al pueblo se le doma con pan y circo. Lo que pasa es que empieza a haber poco pan. La historia se repite si no se aprende de ella, y por eso la gente sale a la calle muy cabreada por esa música que llega desde El Trianón. Están avisados.

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¿Estamos en un tiempo de estupidez?

zzFoto0401.JPGMirando la historia de los pueblos, vemos que ha habido épocas de gran clarividencia, en las que sucedieron hechos que significaron pasos adelante, otras más grises en las que las sociedades vegetaban sobre lo conseguido y aun otras en las que todo el mundo parecía haberse quedado ciego, por la torpeza con que se actuaba y que conducía a un retroceso. La Humanidad ha vivido en muchas ocasiones esos tiempos de estupidez, cuando quienes tienen la capacidad de actuar hacen exactamente lo contrario de lo que sería lógico. No ven o no quieren ver, y si no no se explica cómo fueron posibles dos guerras mundiales en el pasado siglo, con las naciones más poderosas haciendo titánicos esfuerzos destinados únicamente a la destrucción y el aniquilamiento. Es como si pasara una nube de locura y nadie fuese capaz de hacer otra cosa que almacenar torpezas, que en otros tiempos se habrían resuelto de otra manera. Los humanos más listos se vuelven tontos, no sé si empujados por la avaricia o porque dejan de fluir sobre La Tierra (o fluyen demasiado) determinados rayos cósmicos que los científicos aún no han descubierto. Viendo lo que está sucediendo desde hace unos años, me pregunto si hemos entrado en uno de esos agujeros en los que nadie con poder es capaz de pensar en lo que puede suceder más allá de los próximos cinco minutos, como si de repente todos tuviésemos memoria de pez. Es la única explicación que se me ocurre para tratar de entender por qué se actúa de manera tan torpe.