¿Vale más un cadáver que un indigente?
Muchas veces me he preguntado por qué dan tanta importancia a los cadáveres. Ya sé que es el cuerpo dentro del cual alguien pasó su vida y merece mucho respeto. Hasta ahí, de acuerdo, y tendría lógica si se le diera la misma atención a ese cuerpo cuando aun vivía. Pero resulta que no. Hay cientos de ancianos a los que nadie hace caso, a veces ni los servicios sociales, y aquí, en Madrid, en Río de Janeiro o en Nueva York hay una legión de personas que viven en la calle, son menorpreciados y los llaman de mil maneras distintas y ninguna agradable. Molestan y tratan de ocultarlos; no se les hace el menor caso, son una mala imagen. Pero aparece el cadáver de un anciano que ha muerto solo tal vez hace varios días, o un indigente muere de frío, de hambre, de insolación, de hastío o porque se le para el corazón por cansancio, y entonces se convierte en algo importante; aparecen policías, forenses y secretarios judiciales; para mover ese cuerpo tiene que personarse un juez, se le hace autopsia y se origina un papeleo interminable. Un cadáver es intocable, un elemento jurídico, social y religioso que hay que tratar debidamente. Mientras era un ser humano vivo, que amaba, sufría, soñaba y se deprimía, nadie le mantenía la mirada, pero una vez muerto es algo casi sagrado. La verdad es que cada día entiendo menos el mundo que nos rodea, porque es ilógico e hipócrita, que es capaz de gastar en un entierro mucho más de lo que habría costado una cena o un abrigo.