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El respeto a las creencias


Siempre hay algún hecho que da pábulo a los creyentes de una religión a afirmarse en ella y a sus detractores a ensañarse. Fíjense que he dicho «detractores», que son quienes atacan de manera inmisericorde todo aquello que salga de la racionalidad (habría que establecer antes cuáles son los límites de lo racional), y que suelen actuar con una actitud pareja al fanatismo que achacamos a aquellos que lleven sus creencias al extremo. No me gusta que traten de convertirme a nada, y las encendidas prédicas de los proselitistas religiosos me molestan exactamente lo mismo que ese discurso a marchamartillo defendiendo la racionalidad a toda costa. Cada uno tiene el derecho de creer o no creer en lo que quiera, y ni los creyentes deben descalificar a los no creyentes ni al contrario, que de todo hay.
zzz889DSCN4407.JPGEn estos días se ha armado mucho ruido porque el expapa Ratzinger ha dicho que Dios le dijo que debía dimitir. También ha habido cabreo porque en la feria de Málaga un grupo ha hecho una parodia de la procesión del Cristo de la Buena Muerte, que tiene muchos devotos en la Semana Santa malagueña. En un estado democrático, la libertad de expresión es fundamental. Se argumenta que estas parodias hieren la sensibilidad de los creyente, pero lo mismo podrían decir los no creyentes cuando se llenan las calles de Cristos sangrantes que parecen sacados de una película de terror. En España, la cosa siempre va de extremos y se alienta la confusión; recordemos que durante el franquismo las palabras ateo, comunista, masón, librepensador y agnóstico significaban lo mismo, y está claro que son cosas muy distintas y a menudo excluyentes entre sí. Así que, en esta tierra de maximalismos, habría que cultivar la moderación y el respeto de todos, porque a menudo tampoco se respeta a quienes no siguen a pies juntillas la religión mayoritaria. Por eso, la crítica es para unos y para otros.

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La estupidez atómica

zzzzDSCN4422.JPGCuando recordamos el genocidio atómico en el Japón de 1945, casi siempre hablamos de Hiroshima, ciudad que fue arrasada el 6 de agosto. Pero si terrible fue esta acción, más criminal fue la segunda bomba, lanzada tres días después sobre la ciudad de Nagasaki, cuando ya se conocía la devastación de que era capaz el infierno nuclear. Casi siete décadas después, el futuro de la utilización bélica de la energía nuclear está menos claro que nunca. Hay potencias confesadamente nucleares, pero es fácil suponer que otros estados también están en condiciones de producir artefactos de este tipo, porque a nadie se le esconde que, con el dinero petrolero, algunos países árabes pueden comprar técnicos y tecnología nuclear en el mercado negro, y que Alemania o Japón, en caso de guerra, tendrían bombas nucleares en poco tiempo gracias a su enorme adelanto tecnológico. Sabemos, además, que en la Guerra del Golfo y en las de Irak y Afganistán algunos proyectiles estaban recubiertos de materiales radiactivos, que es otra forma de hacer la guerra nuclear, y ya hay consecuencias médicas sobre eso. Por eso, cada agosto, me opongo a la terrible posibilidad de una guerra nuclear, porque la estupidez de los seres humanos está sobradamente demostrada, y Nagasaki, como Hiroshima, debieran servir de lección.

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Tópicos

zzzFoto0658.JPGDicen ahora que Bill Clinton quería correr los Sanfermines con un clavel reventón entre los dientes antes de que el corazón empezara a fallarle. Y es que siempre se cae en los tópicos, y es seguro que en Australia vive gente, además de canguros, y en Venecia no todo el mundo es gondolero. Para los americanos, España es flamenco, toros y Sanfermines, todo de un golpe, porque esa es la imagen falsa que fabricó Ernest Hemingway, para quien España era una plaza de toros a la que se entraba corriendo delante de los toros por la calle de La Estafeta. Por eso, los norteamericanos nos imaginan siempre vestidos de toreros, bailando flamenco y en Iruña (Pamplona). Para nosotros, eso no cuadra, pero es que los yanquis son incapaces de imaginarse España sin Hemingway tomando vino con una bota en un tendido al sol y con el pañuelo rojo pamplonica al cuello. Para ellos España es Hemingway, un tipo que estuvo muchas veces en España pero que nunca se enteró. Clinton no fue a los Sanfermines y a Hemingway se le ve poco por Pamplona últimamente.