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Los nombres de la corrupción

El decimista Quintín Silva se escapa otra vez de mi novela para dejarnos estas dos décimas:

Desde los tiempos de Adán,
el corrupto fue robando,
y hasta a Isabel y Fernando
timó el Gran Capitán.
Luego apareció Roldán
y no sirvió su condena
para parar la faena:
hubo Palau, Noos y Eres,
desde Algeciras a Mieres,
pasando por Palma Arena.
imagenjamesbond.JPGAhora la policía
impone muy raros nombres,
que hacen que uno se asombre
ante tal galimatías.
Y muy poco tardarían
en hacer que sea única,
como el broche de una túnica,
Pokemon, Palau, Galgo,
a Gürtel me suela algo
y Malaya con La Púnica.
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Tiempos revueltos

Yo no sé si dios creó al hombre, pero sí estoy convencido de que el hombre ha creado a un dios en cada momento según le ha convenido. Y esos símbolos dan miedo. La convivencia debe regirse por normas democráticas, como el código de la circulación, pero cuando sacralizamos palabras y conceptos como pueblo, bandera, democracia, constitución, estatuto, himno… Entonces estamos sacralizando lo que es simplemente un instrumento práctico, terrenal y necesario. Dan miedo estos tiempos, supuestamente democráticos, en los que se milita en el nacionalismo a ultranza, en la suprema unidad de la patria, en el ecologismo irracional o simplemente en un tipo de música que crea maneras de vestir y conductas que casi siempre conducen a la intolerancia. Si llevas un suéter sobre los hombros eres un pijo, si comes carne eres un violento, si cantas rancheras eres un antiguo.
zzzislettta.JPGEs para echarse a temblar cuando empieza a haber salvapatrias, paladines de la democracia y guardianes de leyes de convivencia que se veneran como libros sagrados. El que piense que aquí debe haber una agencia tributaria por autonomía es un traidor a la unidad de la patria, el que piense lo contrario es un fascista irredento, y en casi todo igual. Eso se llama intolerancia, es decir, el que no piense como yo es mi enemigo. Las leyes son herramientas que nada tienen que ver con lo sagrado. Se pueden y se deben cambiar a veces. Para empezar y terminar, nada hay sagrado más allá del respeto al otro, y automatismos nos están ahogando y metiendo en un mundo cerrado y virtual que sólo se ve en los móviles y en cientos de canales de televisión, pero que no existe en la realidad.

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Oportunidades perdidas, vamos sin conductor

Se puede pasar por el liderazgo de una sociedad y hasta tener letras un poco mayores que la media en los libros de historia si el momento en que se ocupa un puesto dirigente es de opulencia o al menos sin demasiados escollos. De esa manera, sabemos de docenas de reyes, presidentes, alcaldes y alcaldesas que hasta tienen plazas y estatuas porque condujeron un vehículo que iba medianamente bien y nada pasó porque fueron capaces de no dar volantazos. También es cierto que en estas etapas de cierta tranquilidad seguramente hubo figuras de gran valía que, precisamente porque no eran tiempos demasiado difíciles, no tuvieron la oportunidad de demostrar su carácter y su talento político en situaciones en las que hay que dar la talla. zzzl liderasgoa foto.JPGJulio César puso la semilla de un imperio y una civilización capeando muchos temporales, Churchill aguantó en solitario el pulso a Hitler cuando Francia desapareció y las dos grandes potencias aun estaban fuera de la guerra. Y lo hizo con talento, transmitiendo su fuerza moral a todos los británicos y enviando así un mensaje a las naciones que habían sido arrasadas por los alemanes. Por eso es una figura de gigantescas proporciones. La historia le dio la oportunidad y estuvo a la altura. Podríamos decir lo mismo de Indhira Gandhi, Nelson Mandela, Benazir Butto y otras figuras que se ganaron a pulso su lugar en la historia.
Salvo que ocurra algo importante que me haga cambiar de opinión en los próximos diez minutos, estoy convencido de que en esta generación de dirigentes no hemos tenido suerte. El siglo XXI ha dado muchas oportunidades para que se manifestara el temple, el liderazgo moral y el talento político de quienes estuvieran en los lugares de decisión. Nadie, ni una sola persona a ningún nivel ha sabido aprovechar esa oportunidad única que suele dar la historia, no se vislumbra en el paisaje una figura referencial. Nadie, un desierto. Está claro que los mejores no están en política, y no es solo que la dirigencia carezca de esas virtudes que suelen ser un don, es que en este tiempo abunda especialmente la estulticia. Repasen si no, y en los distintos estadios no hay siquiera un Adolfo Suárez, que con todos sus errores y sus carencias tenía un plan para un estado y trató de sacarlo adelante, o un Juan Rodríguez Doreste, que le dio impulso y alma a la ciudad. Ni siquiera eso. Obama, Merkel, Rajoy, Mas, Rivero, todos, han tenido ocasión de ser grandes pero no tienen ese don; por eso vemos solo mediocridad, torpeza, intereses, vanidades de parvulario y confusión. Cuando ocurre esto, se instala el miedo del que las alimañas sacan rendimiento.