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¡Balones al suelo!

imagenbalon.JPGHoy, que es un día en que el fútbol es actualidad palpitante en Gran Canaria, llego a estas horas con la cabeza como un avispero, porque el griterío político no sirve para convencer a nadie y seguimos en la línea secular de «Sostenella, no enmendalla». Y se me ocurre un símil futbolístico, que se utiliza cuando el juego se embarulla a base de patadones, nadie controla el partido y el balón vuela por los aires, cae en la cabeza de uno que pasaba por allí, vuelve a las altura y así hasta que suele irse fuera. La consigna que entonces gritan los entrenadores desde la banda es siempre la misma: «¡balones al suelo!». Jugando a ras del césped se hilvanan jugadas, se hace fútbol, y en estos casos siempre lleva las de ganar el equipo que tiene más calidad, que en términos futbolísticos es el que siempre tiene la razón. El barullo solo beneficia a los malos equipos. Este es mi ruego a políticos, periodistas, opinadores varios y agitadores que buscan pescar en río revuelto. Pues eso, ¡balones al suelo!, que esto no es fútbol ni es nada. Y ya que estamos, feliz 40 cumpleaños a Juan Carlos Valerón, que sabe mucho de poner cordura dentro y fuera del campo. Por supuesto, a la UD Las Palmas «arriba d’ellos«.

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Héroes de lo cotidiano

Ya huele a verano, que está a la vuelta de la esquina del junio que hoy empieza y vemos cómo se enfila el final de curso. En el mes de abril, Abel Martínez, profesor de un instituto de Barcelona, fue asesinado por un alumno que ya había agredido a otras personas y él trataba de evitar que continuase con su actividad violenta. El profesor hacía una sustitución y aquella era su última jornada, jugarretas del destino. Murió en acto de servicio, porque hacia un servicio a la sociedad, y un silencio vengonzoso cubre su memoria. Abel Martínez no se irá de vacaciones, nada sabemos de su vida, como si no hubiera existido; y sí existió, fue un buen hombre generoso que si hubiera tenido otra profesión habría sido recordado como un héroe. imagenaauuulll.JPGPero era solo un profesor de la enseñanza pública, actividad menospreciada en todos los estamentos porque no produce beneficios inmediatos, no se emiten facturas, ni se hace caja. Ha muerto y ya está, a otra cosa, ni siquiera parece haber servido para que se indague el por qué de esa violencia en las aulas. Daba grima escuchar aquellos días a los responsables educativos autonómicos y estatales proclamar que fue un hecho aislado. Pues no, por desgracia no es un hecho puntual, es la cotidianeidad que viven muchos profesionales de la enseñanza sin que nadie les haga caso, todo lo contrario, los desautorizan una y otra vez a la menor oportunidad. A raíz del reciente suicidio de la niña acosada en Madrid, da mucha pena que cualquier comentarista, que a menudo no sabe de lo que habla, derrame olímpicamente sus críticas sobre los profesionales de la enseñanza, que como los de la sanidad y otros empleados públicos son el parachoques de la violencia que quienes tienen blindajes, chófer y guardaespaldas dicen que es puntual, para no ocuparse de las razones por las que existe este clima, generado a menudo por sus actos irresponsables, interesados o las dos cosas. Por eso me acuerdo hoy de tantos profesores y profesoras que tan mal trato social reciben, y especialmente de Abel Martínez, que sí que es un héroe de lo cotidiano. Tristemente, en su caso, la metáfora se convirtió en trágica realidad.

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El legal e ilegítimo sistema electoral canario

En su novela Ensayo sobre la lucidez (2004), José Saramago cuenta cómo en una elecciones el 83% de los electores vota en blanco como rechazo a un sistema profundamente injusto. Después de los comicios del 24 de mayo, los canarios tendríamos que plantarnos de una vez por todas ante el sistema impuesto desde hace décadas para elegir a nuestros representantes.
Hay cuatro manipulaciones que inciden en todas las instituciones, que son las listas cerradas, mediante las cuales no se eligen personas sino siglas, y en el listado van nombre a los que sí le votaríamos y otros a los que no, pero en un orden establecido por las formaciones. Luego las actas son personales, con lo que el representante se arroga la propiedad del cargo y puede llevárselo en caso de transfuguismo. Más que una paradoja es un fraude. La otra deformación es la aplicación de la Ley D’Hont en la asignación de escaños, que favorece a las mayorías. Estas dos circunstancias falsean claramente en España cualquier elección.
111111111magencanarias 1.JPGEn Canarias hay, además, dos agravantes más en lo que se refiere al Parlamento, y que adultera cada cuatro años nuestra representatividad y por consiguiente el Gobierno de Canarias. El primero es el de los topes electorales, que incluso se dobló en la reforma de los años 90, y hay que tener el 30% de los votos de una isla o el 6% de toda la Comunidad para tener acceso al reparto de representación. Esto, combinado con la Ley D’Hont, es un agujero negro que se traga miles de votos canarios, que nunca ven reflejada institucionalmente su presencia real en la sociedad.
Pero lo que ya es una burla vestida de domingo es la representatividad por isla y el distinto valor del voto según en qué isla se deposite. Esto hace posible que, pase lo que pase, una formación determinada esté siempre en el poder e incluso en la cabeza del poder, que se combina, además, con un hábil juego de muñecas rusas mediante el cual la presidencia recae casi siempre en una formación que suele tener en torno al 10% de las actas parlamentarias, que engrosa con los resultados de las islas no capitalinas de formaciones adheridas. Y puede incluso perder las elecciones, en cualquier caso gobierna. Díganme si no es una obra maestra del caciquismo.
La falacia antidemocrática de la triple paridad, construida con la coartada de asegurar la representación de las islas no capitalinas, es una joya de la manipulación democrática (o antidemocrática). El argumento es que haya la misma representación de las dos islas capitalinas (15/15), la misma por provincia (30/30) y la misma de cada isla capitalina con las del resto de su provincia (15/15) es un juego de trileros que roza la perfección; el problema es que un voto de las islas llamadas menores puede valer hasta 17 veces el de uno de Tenerife o Gran Canaria (a veces más, fluctúa según población). Es decir, en el Parlamento de Canarias 30 diputados representan a dos millones de personas y los otros 30 a doscientas mil. Un disparate.
111111111magencanarias 12.JPGHace 25 años publiqué un trabajo documentado sobre esta barbaridad y las invectivas fueron tremendas, y todas venían a decir que yo no tenía ni idea de política, porque aplicaban la teoría clásica de que en política lo importante no es que algo sea verdad, sino que sea verosímil. Pero es que este galimatías encima carece de verosimilitud, no podría usarse como escenario social de una novela; los críticos la destrozarían por argumento no creíble, inverosímil, insostenible.
Pues con este argumento insostenible, injusto, antidemocrático y caciquil se conforma cada cuatro años el Parlamento de Canarias y su Gobierno, que por obvia lógica democrática conculca la legitimidad. Y en el sistema se han movido con comodidad las tres fuerzas que cada cuatro años han practicado el juego de la silla. En caso de que en esta legislatura no se genere el sistema electoral justo, racional y equitativo que la inmensa mayoría de la sociedad demanda y merece, tal vez los canarios se cansarían de esta sarta de manipulaciones, mentiras y apaños, y actuarían con lucidez democrática; no sería impensable que la respuesta fuese la que José Saramago propuso en la novela citada. ¿Y entonces qué?