Publicado el

70 años después de Trostki

Para las nuevas generaciones, seguramente el nombre de León Trotski (Liev Davídovich Bronstein) (1879-1940) no significará gran cosa, pero hay que decir que fue un personaje clave del siglo XX, uno de los pilares de la Revolución Rusa y posible sucesor natural de Lenin. Al final, la sucesión fue para Stalin, que tuvo en sus manos la posibilidad del socialismo real y la convirtió en una dictadura inmisericorde, manchada de sangre y corrupción. Nunca sabremos qué habría pasado en la Unión Soviética si el liderazgo hubiese caído en manos de Trotski, esa es una incógnita que ya no podremos despejar.
leon-trotsky[1].jpgStalin sembró el terror y fue eliminando a todos sus posibles opositores. Trotski, antes uno de los grandes líderes de la nueva Rusia, se convirtió en un perseguido. Tuvo que exiliarse y fue a parar al México legendario de Lázaro Cárdenas, aquel país que a finales de los años treinta del siglo pasado asilaba a los republicanos españoles y, cómo no, al huido Trotski y a su esposa. Pero la mano de Stalin era muy larga, y a pesar de las medidas de seguridad que el presidente mexicano había puesto en la casa que habitaba el líder ruso, Trotski fue atacado por el español Ramón Mercader, clavándole un piolet de alpinista en la cabeza.
Eso sucedió el 20 de agosto de de 1940, y Trotski murió el 21, hace ahora 70 años. Su figura y sobre todo sus últimos tiempos en México forman parte de narraciones y leyendas, pues era aquella una época legendaria, en el México de Frida Kahlo, que con su marido Diego Ribera acogió al fugitivo, mientras que otros artistas se le oponían, pues Siqueiros había intentado matar a Trotski en mayo del mismo año. El líder ruso fue un intelectual y un hombre de acción, en un tiempo en el que parecía posible cambiar el mundo. Su importancia es enorme, y las historias que alrededor de su estancia en México se cuentan (romance con Frida incluido) son material para novelas. Por eso recupero hoy su estela, por eso y porque un amigo poeta me lo recordó, y sigo preguntándome qué habría pasado si en lugar de Stalin llega a ser Trotski el sucesor de Lenin, y son libros suyos importantes Mi vida (1930), Historia de la Revolución Rusa (3 volúmenes, 1931-1933) y La revolución traicionada (1937), porque no hay que olvidar que Trotski fue un gran teórico del marxismo, y , para bien y para mal, el siglo XX no se entendería sin el marxismo y sus aplicaciones más o menos heterodoxas.

Publicado el

Confusiones de ida y vuelta

Un amigo llegó a la playa entre alarmado y muerto de risa. Había visto en una revista de tirada nacional una información en la que la fiesta del Pino se celebraba en Agaete y terminaba con un baño masivo en un charco de barro. Mayor síntesis, imposible; meter en una sola fiesta al Charco, la Rama y el Pino parece cosa de chiste, sólo que le faltó decir que esa fiesta se hacía en época de almendros en flor y se anuncia con la traída del agua; como resumen, podría haber dicho que todo ese conjunto de festejos forman lo que llamamos carnavales, en el transcurso de los cuales se elige a la Reina del Atlántico y como colofón se entrega el Premio Nobel del disparate. Uno va a acabar por no creer en los papeles, porque si dicen tantas barbaridades de Canarias, lo mismo harán con otros lugares. También hay que poner en el otro plato de la balanza que a veces somos más papistas que el Papa, y nos adjudicamos hasta supuestas palabras propias, como «morisqueta» o «despercudido», que usaban nuestras abuelas, y que yo acabo de releer en una novela de Vargas LLosa publicada en 1986. Por cierto, Vargas Llosa es peruano.

Publicado el

El perdón los vencedores

Me ha llamado la atención la información que ha salido en estos días con motivo del 65 aniversario de la rendición de Japón en 1945. El Gobierno japonés pide perdón por el dolor causado por ese país durante la II Guerra Mundial, como ya lo ha hecho en repetidas ocasiones Alemania, naciones que, con Italia, formaban el famoso eje Roma-Berlín-Tokio, algo parecido a lo que Georges Bush Jr. llamaría el eje del mal. Cierto es que las atrocidades perpetradas por los gobiernos totalitarios de estas naciones fueron terribles, incluyendo a Italia, que empezó la guerra en un lado y acabó en el otro y todavía los italianos no saben muy bien si ganaron o perdieron la II Guerra Mundial. Tal vez por eso Italia no ha pedido perdón.
París bombardeada.jpg Los vencedores ni se lo plantean. No ha pedido perdón Estados Unidos por las bombas de Hiroshima y Nagasaki o por las vejaciones que sufrieron los japoneses residentes en Norteamérica, encerrados en campos de concentración mientras duró la guerra. No ha pedido perdón Rusia, que planteó un exterminio de los judíos, polacos, bálticos y romanís menos espectacular pero tan dañino como el nazi. No ha pedido perdón Gran Bretaña por los muertos civiles no sólo en Alemania, sino en la Francia ocupada. Tampoco han perdido perdón los aliados por los bombardeos de alfombra que arrasaron ciudades alemanas como Dresde, Colonia o Leizip, o por el bombardeo inútil que prácticamente destruyó Viena ¡una semana después de que Alemania se hubiera rendido! Y es que por lo visto, sólo piden perdón los vencidos.