Publicado el

Cien años no es nada

aaxxxxx.JPGParece que lo de que La Tierra gira sobre sí misma es verdad, porque si miramos una hemeroteca vemos que hay noticias de hace cien años que parecen actuales, o al revés. La cruzada que el ínclito Nicolás Sarkozy está perpetrando contra los gitanos rumanos en Francia suena a anacronismo. A principios del siglo XX, en Francia hubo un gran movimiento xenófobo, y hay por ahí filmaciones de los Hermanos Lumiére en las que grupos de manifestantes fanatizados enarbolan pancartas en las que se lee «Francia para los franceses» (en francés, claro).
Merodeando páginas francesas, el escándalo de corrupción actual que salpica a las cercanías de la presidencia tiene ecos del famoso proceso Dreyfus, en el que tanto se implicó el novelista Emile Zola, que acabó en el banquillo tras publicar su famoso artículo «Yo acuso» (también en francés, que es una manía que tienen los franceses). Es como si no hubiera pasado un siglo, y lo mismo que pasa en Francia ocurre en cualquier otra parte, porque parece que en cien años sólo hemos cambiado de número de móvil.

Publicado el

70 años después de Trostki

Para las nuevas generaciones, seguramente el nombre de León Trotski (Liev Davídovich Bronstein) (1879-1940) no significará gran cosa, pero hay que decir que fue un personaje clave del siglo XX, uno de los pilares de la Revolución Rusa y posible sucesor natural de Lenin. Al final, la sucesión fue para Stalin, que tuvo en sus manos la posibilidad del socialismo real y la convirtió en una dictadura inmisericorde, manchada de sangre y corrupción. Nunca sabremos qué habría pasado en la Unión Soviética si el liderazgo hubiese caído en manos de Trotski, esa es una incógnita que ya no podremos despejar.
leon-trotsky[1].jpgStalin sembró el terror y fue eliminando a todos sus posibles opositores. Trotski, antes uno de los grandes líderes de la nueva Rusia, se convirtió en un perseguido. Tuvo que exiliarse y fue a parar al México legendario de Lázaro Cárdenas, aquel país que a finales de los años treinta del siglo pasado asilaba a los republicanos españoles y, cómo no, al huido Trotski y a su esposa. Pero la mano de Stalin era muy larga, y a pesar de las medidas de seguridad que el presidente mexicano había puesto en la casa que habitaba el líder ruso, Trotski fue atacado por el español Ramón Mercader, clavándole un piolet de alpinista en la cabeza.
Eso sucedió el 20 de agosto de de 1940, y Trotski murió el 21, hace ahora 70 años. Su figura y sobre todo sus últimos tiempos en México forman parte de narraciones y leyendas, pues era aquella una época legendaria, en el México de Frida Kahlo, que con su marido Diego Ribera acogió al fugitivo, mientras que otros artistas se le oponían, pues Siqueiros había intentado matar a Trotski en mayo del mismo año. El líder ruso fue un intelectual y un hombre de acción, en un tiempo en el que parecía posible cambiar el mundo. Su importancia es enorme, y las historias que alrededor de su estancia en México se cuentan (romance con Frida incluido) son material para novelas. Por eso recupero hoy su estela, por eso y porque un amigo poeta me lo recordó, y sigo preguntándome qué habría pasado si en lugar de Stalin llega a ser Trotski el sucesor de Lenin, y son libros suyos importantes Mi vida (1930), Historia de la Revolución Rusa (3 volúmenes, 1931-1933) y La revolución traicionada (1937), porque no hay que olvidar que Trotski fue un gran teórico del marxismo, y , para bien y para mal, el siglo XX no se entendería sin el marxismo y sus aplicaciones más o menos heterodoxas.

Publicado el

Confusiones de ida y vuelta

Un amigo llegó a la playa entre alarmado y muerto de risa. Había visto en una revista de tirada nacional una información en la que la fiesta del Pino se celebraba en Agaete y terminaba con un baño masivo en un charco de barro. Mayor síntesis, imposible; meter en una sola fiesta al Charco, la Rama y el Pino parece cosa de chiste, sólo que le faltó decir que esa fiesta se hacía en época de almendros en flor y se anuncia con la traída del agua; como resumen, podría haber dicho que todo ese conjunto de festejos forman lo que llamamos carnavales, en el transcurso de los cuales se elige a la Reina del Atlántico y como colofón se entrega el Premio Nobel del disparate. Uno va a acabar por no creer en los papeles, porque si dicen tantas barbaridades de Canarias, lo mismo harán con otros lugares. También hay que poner en el otro plato de la balanza que a veces somos más papistas que el Papa, y nos adjudicamos hasta supuestas palabras propias, como «morisqueta» o «despercudido», que usaban nuestras abuelas, y que yo acabo de releer en una novela de Vargas LLosa publicada en 1986. Por cierto, Vargas Llosa es peruano.