Sobre la flotilla
Por si ya la situación en Canarias no fuera preocupante con las terribles cifras del paro, la exclusión social y los problemas de mucha gente derivados de todo esto, parece que vienen más curvas, porque el asunto de la flotilla hacia el Sahara puede centrar la atención internacional sobre Canarias. Del Sahara llevo treinta años diciendo lo mismo, lo que es justo y lógico frente a la actitud impresentable de Marruecos; por ello no admito lecciones (por si alguien lo intentase), y en consecuencia, porque conozco el asunto, estoy con El Sahara libre y sueño con un futuro para Canarias, me creo legitimado para decir que visibilizar Canarias como espacio de conflicto, aparte de que no logrará remover ni un milímetro la posición de Rabat, puede ocasionar un daño irreparable a nuestra imagen exterior. En situaciones tan complejas, hay que mantener la cabeza fría, y la única manera de hacer avanzar este asunto es a través de la política internacional. La ONU es un placebo que nada cura mientras Estados Unidos y Francia no cambien de política con respecto a Africa noroccidental, porque creen que Marruecos es un dique contra el fundamentalismo islámico. Es un error, porque ya estamos viendo cómo Al Qaeda actúa en el Sahel.
Si metemos a Canarias en el baile, nos convertiremos en moneda de cambio. Nuestros políticos siguen en sus tonterías partidistas, dándose codazos por el sillón, entretenidos en debates aldeanos y escarbando en los bolsillos de los ciudadanos, sea vía IBI o IVA (no es un trabalenguas, es un atraco), y no se plantan ante Madrid, y en Madrid siempre hay un Gobierno que agacha la cabeza ahora, antes y siempre, que no vengan algunos a decir lo contrario.
Condeno lo ocurrido hace unos días en El Aaiún, pero creo que armar una flotilla no sólo no servirá para el objetivo que se busca sino que, por el contrario nos convertirá en una pieza nueva y visible en el conflicto. No es eso lo que se pretende, ya lo sé, pero es lo que ocurrirá. Es mi deber ético decirlo, aunque sé que a muchos no gustará, pero hay que mirar con perspectiva y no dejarse llevar por los impulsos, que nacen de la buena fe pero a veces son contraproducentes. Es lo que pienso.
Y ahí entramos en el filo de la navaja, porque supongo que todos los nacionalismos se basan en una teoría sobre la opresión que sufre una determinada colectividad, sea real o prefabricada por quienes quieren sacar partido, pero en esto, como en casi todo lo que roza la política, no existe una fórmula matemática para determinar qué es ideología nacionalista y qué no, cómo se puede establecer un grado de opresión y otros detalles que se vuelven banderas; porque está muy claro que el Imperio Británico oprimía a La India, que la Bélgica de Leopoldo II tiranizaba toda la cuenca del río Congo, pero otros nacionalismos tal vez no puedan presentar una tiranía de trazo grueso que los justifique. Vargas Llosa se ha metido en un jardín en el que se desenvuelve muy bien con su brillante discurso, pero yo no sé dónde empieza la sustancia y dónde termina el malabarismo.