Sepultados vivos
De las informaciones de estos días, la que me parece más angustiosa es la de los mineros chilenos atrapados a setecientos metros de profundidad. Son 33 hombres en un hueco de 40 metros cuadrados, es decir, prácticamente no pueden dormir acostados porque no cabrían. Luego está el asunto de la higiene, que a los pocos días debe ser un infierno. Las perspectivas son de que se tardará tres meses en llegar hasta ellos, y menos mal que se ha conseguido una vía para trasladarles oxígeno y alimentos. Otra cosa que me ha llamado la atención es el asesoramiento de oficiales de la marina especializados en submarinos, para aconsejarles cómo mantenerse con los músculos activos en tan escaso receptorio.
Supongo que los mineros estarán más entrenados mentalmente que el resto de los humanos para sobrevivir en espacios cerrados sin que los ahogue la claustrofobia. Pero aún así, tres meses es mucho tiempo, sin referencias horarias del día y de la noche, condenados a moverse en un metro cuadrado. Cuando pienso todo eso, me asomo a la ventana y me siento afortunado. A qué pruebas tan terribles nos somete la vida. Ojalá los técnicos se equivoquen y el rescate sea mucho antes.
Y ahí entramos en el filo de la navaja, porque supongo que todos los nacionalismos se basan en una teoría sobre la opresión que sufre una determinada colectividad, sea real o prefabricada por quienes quieren sacar partido, pero en esto, como en casi todo lo que roza la política, no existe una fórmula matemática para determinar qué es ideología nacionalista y qué no, cómo se puede establecer un grado de opresión y otros detalles que se vuelven banderas; porque está muy claro que el Imperio Británico oprimía a La India, que la Bélgica de Leopoldo II tiranizaba toda la cuenca del río Congo, pero otros nacionalismos tal vez no puedan presentar una tiranía de trazo grueso que los justifique. Vargas Llosa se ha metido en un jardín en el que se desenvuelve muy bien con su brillante discurso, pero yo no sé dónde empieza la sustancia y dónde termina el malabarismo.