La caída del otro muro
Ya es sabido que la Historia es muy caprichosa, y lo que no sucede en años se desencadena en unos pocos días. Por mucho Lech Walesa, Juan Pablo II y Mijail Gorvachov que hubiera en 1989, nadie fue capaz de predecir que el 9 de noviembre de ese año cayera el Muro de Berlín y con él empezara a derrumbarse el sistema soviético. Hace un mes, Europa y Estados Unidos se las prometían muy felices con el norte de Africa y el mundo árabe controlado por dictaduras que ni siquiera se cuestionaban, más bien al contrario, los líderes de las grandes potencias dormían tranquilos porque esos muros de contención que ellos habían ayudado a construir les garantizaba el manejo de millones de personas y más millones de beneficios en materias primas a través de empresas y corporaciones. De repente, saltó la chispa en Túnez, se ha extendido a Egipto y no sabemos qué pasará en Argelia, Jordania, Yemen y otros estados hasta ahora gobernados por sátrapas consentidos o impuestos por Occidente. Más curiosidad genera qué puede suceder en Marruecos y Libia, dos países muy peculiares con regímenes políticos muy diferentes, y la gran pregunta es cómo repercutirá en los grandes negocios de los ricos y desiguales emiratos del Golfo Pérsico y, sobre todo, en Arabia Saudí. La mecha ha prendido, y ya nada volverá a ser lo mismo.
Las cancillerías de Occidente se echan las manos a la cabeza porque se les presenta una situación que no tenían prevista. Si la caída del Muro berlinés les venía muy bien, porque llevaban cuarenta años intentando derribarlo, este muro ideológico que ahora se desmorona es un arcano, pues nunca contemplaron la posibilidad de que algo así ocurriera. Durante años han tratado de manejar a distancia todo ese conglomerado de tensiones con Israel en medio, primero a través de la RAU (República Arabe Unida), luego con los tratados de paz de Egipto y Jordania con un estado hebreo tutelado por Estados Unidos, y ahora no saben qué va a pasar con los partidos islamistas, con los negocios multimillonarios en turismo, petróleo y gas natural y con la verdadera democracia que surje de abajo. Pudieron ahogar la victoria del FIS en Argelia y luego la de Hamás en los territorios palestino, pero ahora son muchos países y todo el pueblo en la calle. A ver qué pulso exhiben quienes todavía hoy tienen alguna capacidad de decisión.
P/D: La verdad es que la «pax europea» tiene mucho de hipocresía, manteniendo dictadores en Africa. Ahora en Europa están asustados por lo que está ocurriendo en Túnez y en Egipto. Se les está cayendo otro muro, el del olvido. A ver qué hacen.
Hoy se cumplen 200 años de la proclamación de independencia de Monterrey. Esto parece una anécdota, pero fue el comienzo real de la sucesión de guerras de independencia en el antiguo imperio español, recogiendo la antorcha que había encendido Francisco de Miranda. El coronel Carrasco hizo este acto apoyado por el cura Hidalgo, dos pioneros de aquel movimiento que alcanzará desde Río Bravo a Tierra de Fuego, con personajes como Bolívar, que están con letras grandes en la historia, mientras que el cura Hidalgo y el coronel Carrasco son poco renombrados, si bien en México se les tiene verdadera devoción. Después de tres siglos de dominio español, por medio de virreyes, capitanes generales, encomiendas, misiones y distintas alternativas, la Revolución Francesa caló en las clases altas criollas y ocasionó una reacción en cadena, aprovechando que España andaba muy ocupada luchando contra Napoleón. El espíritu de la Ilustración que encarnaba Miranda fue luego pisoteado por los caciques locales una vez lograda la independencia, y en realidad los pueblos americanos siguieron siendo dominados por un amo distinto, pero un amo. Para colmo, Francia, Inglaterra y Estados Unidos apoyaron a los independentistas previo compromiso de pago, con lo que las nuevas naciones nacieron endeudadas. Y así hasta hoy, pero es importante recordar que fueron el cura Hidaldo y el coronel Carrasco quienes comenzaron la rebelión, hace hoy dos siglos. Por supuesto, fueron fusilados, pero la inercia del movimiento ya no se pudo parar.