Zapatero se va, como el manisero
Zapatero se va, como el manisero de Antonio Machín. Ahora se ha abierto la veda y cada cual utiliza el asunto según su conveniencia, dentro y fuera del PSOE. Siempre me ha parecido un exceso ese secretismo -símbolo de poder- de los presidentes de gobierno españoles. Es como si tuvieran muy bien guardada la piedra filosofal y cuando les parece comparten sus pensamientos con los mortales. ¿Se acuerdan de la famosa libreta azul de Aznar, en la que tenía anotados los cambios de ministros y otras menudencias? En esta democracia, el Presidente es investido por el Parlamento, y una vez en La Moncloa es un arcano al que hay que adivinarle el pensamiento. Llegan cuando llegan y, salvo moción de censura o final de legislatura, se van cuando les parece. En una sociedad verdaderamente democrática no debiera ser así, porque el Presidente nombra a los ministros y todos están sujetos a él; es decir, delegamos todo ese inmenso poder en una sola persona. Cuando se decía que la decisión de Zapatero la sabían sólo dos personas (Sonsoles y Bono) me preguntaba cómo es posible que algo que nos atañe a todos esté en las manos de una sola persona. Será porque tengo otro concepto de la verdadera democracia, que nada tiene que ver con libretitas azules de diario adolescente o secretismos infantiles como si fuera un juego.