¡Menuda chapuza!
Han matado a Bin Laden. Era el objetivo confesado, políticamente incorrecto a todas luces, porque siempre han dicho que se trataba de matarlo y no neutralizarlo ni detenerlo. Y hay varias consideraciones que se me ocurren:
1) Ir a matar a alguien no parece propio de estados democráticos que tienen el Derecho como base. Bin Laden podría ser lo peor, pero aun así se le busca y se le juzga. Mandar un comando a liquidarlo parece sacado de una escena de El Padrino.
2) Al Qaeda es una marca, no una organización estructurada. Por lo tanto, matar al símbolo no repectute en el odio sarraceno (nunca mejor dicho) de los integristas islámicos hacia Occidente. Es más, ahora habrá que tener más cuidado porque tienen un mártir de prestigio.
3) Nos acabamos de enterar de que el tipo más buscado del mundo no estaba en una lejana cueva imposible, sino en medio de un pueblo con supermercados, cine, ambulatorio y hospitales. Y resulta que la CIA no lo sabe. Ya está tardando Obama en decretar un montón de ceses en cadena.
4) El New York Times dijo que habían llevado el cuerpo a Afganistan para lanzarlo al mar, porque es práctica corriente entre los musulmanes. En Afganistán no hay mar, y que yo sepa los preceptos islámicos hablan de enterrar a los muertos, no de lanzarlos al mar. No cabe una comunicación más cutre.
5) Las cancillerías occidentales aplauden y no entiendo por qué. Es una muerte programada, no un intento de detención que salió mal, no sirve para acabar con el terrorismo y en cambio puede alentarlo, y añade una preocupación más a las que ya tienen.
6) Yo creía que la CIA se dedicaba a la información, pero ya se encarga de todo, como los antiguos comandos activos del KGB, mientras el viejo exvicepresidente Cheney dice que se dejen de majaderías y que lo que funciona es la tortura. Bueno, ahí está Guantánamo.
7) Me preocupa que Estados Unidos haya acabado con un enemigo nominal. Siempre necesita uno. Cuando dejó de existir la URSS hubo que inventar a Sadam Hussein, luego ha sido Bin Laden y ahora habrá que inventar otro. ¿Irán?
Hay otras muchas cuestiones, pero para no acabar angustiado, me pregunto si Bin Laden, en su chalecito pakistani, tenía antena parabólica y vio la boda de los príncipes ingleses, si le gustó el tocado de Victoria Beckam, si cree que Pepe mereció tarjeta roja en el pasado Madrid-Barça, si es más de la Campañario o de Belén Esteban, si…
¡Menuda chapuza!
La libertad de creencias es algo que debe estar por encima de cualquier cosa, pero siempre me pregunto cómo es posible que una creencia legítima cruce la línea del fanatismo. Por aquí se hacían promesas de ir caminado a ver a un santo, un Cristo o una Virgen. Es una tradición que se vaya cada año caminando a visitar a las patronas. Hace años llegaban a Teror peregrinos con los pies destrozados porque acudían descalzos desde cualquier punto de la isla, por caminos reales terribles, y luego remachaban haciendo de rodillas el recorrido entre la plaza y el altar. Recuerdo con horror ver el suelo de la basílica de Teror regado de la sangre de los peregrinos, que en su buena fe hacían ese sacrificio. Afortunadamente eso ya no se ve por aquí. Las autoridades eclesiásticas se oponen, el Arzobispo de Manila ya no sabe qué hacer ni decir, pero el fanatismo pasa por encima hasta de las normas de La Iglesia. Entiendo que haya ritos pero no esas acciones terribles que en el siglo XXI tendrían que acabar.