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En la partida de Baltasar Porcel

Ha muerto Baltasar Porcel, el más conocido escritor en Lengua Catalana, una vez desaparecieron Josep Pla y Salvador Espriu. Fue un autor prolífico pero poco conocido fuera de Baleares y Cataluña, precisamente por su militancia rabiosa en las letras catalanas. Políticamente dio bandazos, desde el maoísmo al nacionalismo burgués de Pujol, e incluso fue uno de los fundadores del PSOE de Andrax, su pueblo natal. Su incoherencia ideológica fue siempre proporcional a su coherencia idiomática.
porcel.jpgPor eso tuvo siempre agrias polémicas con autores de ideas más firmes, como Juan Marsé, a quien un día le preguntaron por qué odiaba tanto a Porcel. Marsé dio una respuesta tremenda: «ya ni me acuerdo», una frase que refirmaba ese odio irracional que nacía de la distancia ideológica. Ese es uno de los pero que yo siempre he puesto a Marsé, su atrincheramiento irracional, que es el mismo pero, en las antípodas, que le pongo a Porcel, su volatilidad. Pero en realidad ambos eran incoherentes, pues si uno se aferraba a su demanda del Cervantes (que finalmente le dieron), el otro, tan catalanista, buscó incluso el Premio Nobel, cuya candidatura fue presentada en Estocolmo por el gobierno pujolista.
Y se ha muerto a los 72 años, y ahora sabremos el calado de su obra, si es capaz de permear el idioma como hicieron Espriu y Pla desde el catalán y Rosalía de Castro y Alvaro Cunqueiro desde el gallego. O bien se queda encerrado en su lengua como ha ocurrido con Verdaguer y Castelao. Descanse en paz.

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La vida, el viaje, el camino

La vida como viaje es un recurso muy habitual en la literatura y el arte en general. Muchos son los libros que se han escrito con el transitar como argumento definitivos, desde el gran viaje de Ulises en su regreso a Itaca hasta el incombustible Don Quijote, haciendo el camino en un esquelético caballo. Porque al final todo es un viaje a ninguna parte, y al decir esto me acuerdo de una novela y una película con el mismo título que es hoy referente del cine español (no sé por qué no de la literatura).
cemento.JPGEntiendo entonces que lo importante es el camino, porque el punto de salida da igual y el de destino lo desconocemos, aunque creamos que vamos hacia algún sitio. Siempre llegamos a otro, que no es el fin, porque el camino no acaba. Alguien dijo que, cuando un ser humano siente que ha hecho todo su camino, ha llega el fin, aunque físicamente esté entero. Se morirá por decreto.
Ya dijo Machado que se hace camino al andar, que el lo mismo que luego dijo Lennon cuando afirmó que la vida es lo que nos pasa mientras hacemos otros proyectos. Dice el viejo adagio que todos los caminos conducen a Roma, usando la ciudad del imperio como metáfora del destino final de la vida. Porque la vida es el ensayo general de una obra que nunca se representará.

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Otra historia sobre el compromiso de César

Hoy César Manrique tendría 90 años, y seguramente tendría la vitalidad de un Picasso a esa misma edad. Nos dejó a su pesar el 25 de septiembre de 1992, al mediodía, a causa de un estúpido accidente frente mismo a la Fundación de su nombre, en la carretera de Tahíche. Según me contaron, César le dijo adiós porque se iba, pero antes de marcharse definitivamente hizo una llamada telefónica, colgó y salió hacia su coche, en busca de su destino. No habló con nadie más antes de arrancar. Quien estuvo al otro lado de la línea telefónica era quien esto escribe, porque lo que me cabe el triste privilegio de ser la última persona que habló con César Manrique.
Me llamó para darme una muy buena noticia, fruto de la generosidad que siempre derrochó cuando se trataba de hacer cosas que redundaran en beneficio de los demás o de Canarias. César fue generoso conmigo y con Canarias y es esta la historia que hoy quiero contarles, porque arrimaba el hombro siempre que podía y de forma desinteresada. Puedo decir que César, que no era un hombre de letras, ayudó como pocos a que en Canarias se normalizara la creación de literatura escrita para niños y jóvenes.
Hacia 1991 se habían escrito en Canarias apenas media docena de libros infantiles y juveniles. Hay que decir que los escritores a veces rehusaban escribir este género porque lo consideraban bajar de nivel, y era necesario hacer algo que estimulase la creación de esas historias cercanas para los más jóvenes. Con la implicación de muchas personas, salió adelante un proyecto que llamamos la BIC (Biblioteca Infantil Canaria). Fui el encargado de poner en marcha tan ambiciosa empresa, que tuvo como fruto directo seis títulos (doblamos los que había), con nombres legendarios como Angel Guerra o Pedro García Cabrera y autores vivos como la desaparecida Dolores Campos-Herrero. El fruto indirecto fue se crearon colecciones por distintas editoras privadas y se generó una dinámica que ha hecho que hoy la lista de obras literarias pensadas para esa franja de edad sea por fortuna muy larga, y los autores consagrados escriben sin complejos para niños.
Diseño César Manrique.JPGPor lo tanto creo que el éxito de la BIC fue total, puesto que cumplió con su propósito de dar un empujó a la literatura infantil y juvenil en Canarias, ponerla a funcionar en definitiva. Y en ese reto tan atractivo César Manrique tuvo una participación decisiva, porque para llamar la atención y buscar los apoyos necesarios era importante que estuviesen implicados en el proyecto personas de prestigio cultural. Cuando se habló del diseño de la colección de libros pensamos que el nombre y el talento de César serían un aval insoslayable, pero también pensábamos que tal vez estuviésemos tirando demasiado alto y sus muchos compromisos no le permitirían atendernos.
Fue tan sencillo como decírselo, contarle el proyecto y el interés que teníamos en que un artista de su peso fuese uno de los tripulantes de aquel barco que zarpaba. No lo dudó ni un segundo, dijo que sí, y se comprometió a hacer tres diseños, uno para cada franja de edad, de manera que las series «Chinijo», «Guayete» y «Galletón» iban a tener cada una imagen propia salida de los pinceles de César. Y, claro, tenía que llegar el momento en que le preguntaría su caché, asunto que nos preocupaba porque temíamos que, dado su prestigio, sería alto.
Segunda sorpresa: casi se ofendió. Para colaborar en que los niños de Canarias tuvieran su propia literatura él no iba a cobrar ni un céntimo, y adquirió el compromiso de darme en un tiempo corto lo diseños. Este encargo se le hizo en pleno verano, y aquel 25 de septiembre, apenas mes y medio después, me llamó por teléfono desde la Fundación para decirme que acababa de dar los últimos retoques al trabajo, que ya estaba disponible para empezar la edición de aquellos preciosos libros. Esa era la muy buena noticia que me dio en su última conversación y quedamos en vernos a la semana siguiente cuando él viajase a Las Palmas con las carpetas de los diseños.
Aquellas carpetas quedaron encima de su mesa en La Fundación, y también caigo en la cuenta de que su último aliento artístico fue pensando en los niños canarios, dando una vez más una lección de generosidad y compromiso con esta tierra. Los diseños llegaron a su destino como fue su voluntad, y yo los tengo por verdadera joyas, tanto por su valor artístico como por el desprendido compromiso con la cultura con que fueron realizados. Es evidente que hoy los originales obran en poder de la Fundación César Manrique, como debe ser.
Que la colección estuviera diseñada por César Manrique fue un respaldo enorme para que aquel proyecto funcionase, y para ahuyentar complejos a los creadores, porque si un artista del prestigio de César, que había tocado el cielo, se involucraba en la humilde y hermosa tarea de pintar para niños, el más excelso escritor también podría hacerlo para los más pequeños. En todos los sentidos, la última memoria que tengo de César Manrique es su generosidad y el entusiasmo juvenil que puso en un proyecto pequeñito que él ayudó a engrandecer.
Por eso creo que cada vez que un niño se acerca hoy a un libro infantil escrito en Canarias, cada vez que un escritor canario dedica su talento creativo a escribir relatos para niños, cada vez que vemos cómo crece en cantidad y calidad el corpus literario para los pequeños en Canarias, hay que pensar que César estuvo en el origen, arriesgando y apostando por Canarias en cualquiera de su vertientes. Tampoco es nada nuevo, fue lo que siempre hizo y por eso su figura se agiganta con el paso del tiempo.
No recuerdo si había contado esto por escrito, pero aprovecho este recuerdo que hoy hacemos al gran artista para dejar constancia de ello. Por eso es importante que los niños en los centros recuerden a César, porque él siempre pensó en ellos, ya que lo que persiguió siempre fue conservar Canarias para las generaciones futuras; César pensó en los niños, justo es que ellos ahora lo recuerden y sepan de su generosidad y su compromiso. Todos tenemos mucho que aprender de él.
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(Este trabajo fue publicado en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7 el 20 de mayo)