Publicado el

Revuelto de isleñas

María Dolores de la Fe es palmense, canariona; Teresa Iturriaga es palmesana, malloquina; isleñas las dos, la primera con ese apego al terruño que se trasluce en toda su obra, rescatando expresiones y palabras que sin ella ya no existirían, y momentos que ya son memoria gracias a ella. z67Escanear.JPGTeresa es más cosmopolita, con un tirón afrancesado y una mirada hacia Africa y América que de alguna forma también la definen como canaria. Juntas han querido darnos un delicioso libro de relatos, Revueltos isleños, que publica la Fundación Mapfre. Son relatos alternativos en todos los significados, porque se suceden y turnan y porque miran el mundo a través de los sabores y los olores, que son los sentidos que más fijan la memoria. Una copa de Cune que se convierte en palabras y en un amor im-posible, un aroma a potaje que se vuelve humor del de siempre, amigas que critican a un novio alemán de una de ellas, mujeres que hablan de sí mismas porque el mundo las aprieta y ellas huyen con la imaginación. La cocina se parece mucho a la escritura -ya lo dice el frontispicio del libro-, hay que ser creativos pero al mismo tiempo no olvidar lo básico. Hacer mala literatura es como echarle azúcar al puchero o sal a una tarta de frambuesas. Y tanto María Dolores como Teresa cocinan muy bien sus relatos, pues tienen en su justa medida el tomillo que necesita la imaginación, la sal que sazona el humor y el aceite puro de oliva de una prosa escrita por dos mujeres que conocen los secretos más recónditos de la literatura, y saben que una palabra en el sitio inadecuado -por hermosa y sonora que sea- puede echar a perder un texto, como ponerle el mejor dulce de membrillo a una lasaña. Y para que no falte de nada, el libro está ilustrado por Sira Ascanio, una pìntora que también conoce los ingredientes del arte.

Publicado el

Mis equivocaciones con Vargas Llosa

zzciudadperros071010[1].jpgLe han dado el Nobel a Vargas Llosa y es que casi parece una obviedad. Con él tengo una larga historia de equivocaciones. Cuando, de jovencito, leí Pantaleón y las visitadoras, aprendí que para contar una historia vale casi todo. Unos años antes me habían recomendado La ciudad y los perros, y como había ganado el Premio Biblioteca Breve pensé que era una novela corta. Cuando la tuve en mis manos vi que no, y pensé entonces que a lo mejor trataba de la ciudad de Las Palmas, porque aquí perros sí que hay, y especialmente hay ocho de bronce en la plaza de Santa Ana, de los cuales Víctor Doreste sólo se ocupó de uno, Faycán, y ya era hora de que se hablase de los otros siete. Gran decepción, la novela transcurría en Lima y no salían perros de bronce.
zzla-orgia-perpetua-flaubert-y-madame-bovary-vargas-llosa10638917_3_2010317_18_33_16[1].jpgUn día me di de bruces con un nuevo libro de Vargas Llosa, que tenía un nombre atrevido para el año 1975, La orgía perpetua, y me dije que ya era hora de recuperar el atrevimiento de Apollinaire en asuntos literarios cercanos al sexo. Pero había patinado otra vez. No era una novela, aunque tampoco diría yo ahora que se trataba de un ensayo alrededor de Madame Bovary, como suele ser presentado ese libro. En mi opinión, La orgía perpetua es un mecanismo que traza la línea divisoria entre chismorreo y literatura, y debiera ser de lectura inexcusable en cualquier bachillerato, porque es una guía para descubrir mundos fantásticos y a veces sorprendentes detrás de una narración que aparentemente sólo cuenta los adulterios de la esposa de un médico de provincias. Está claro que La orgía perpetua me hizo mucho daño, porque a mí lo que me gustaba era contar historias. Fue una grave responsabilidad la que tomó Vargas Llosa cuando publicó ese libro, porque lo mismo que a mí debió pasarle a muchas otras personas, y un texto que aparentemente es un estudio subjetivo pero técnico de una obra de Flaubert acabó convirtiéndose en un libro muy peligroso porque enseñaba a buscar entre los renglones de todas las novelas.
Cuando salió La guerra del Fin del Mundo pensé que aquello era lo más cercano que su autor estaría de una novela con tirano. Él era un escritor muy sofisticado e imbuido de la cultura francesa y las novelas con dictador son más propias de narradores menos contaminados con la teoría. Después de El Señor Presidente, Yo, el Supremo o El Otoño del Patriarca, había que ser muy atrevido para meterse a escribir una novela con dictador, un riesgo innecesario para un novelista consagrado. Hace una docena de años que de Vargas Llosa podía esperarse todo menos una novela con un Tirano Banderas.
zzdfds[1].jpgMe equivoqué otra vez en dos cosas. La primera es que sí que se atrevió con la empresa, y nada menos que con Trujillo, un dictador real que, en su crueldad, andaba entre la caricatura y el arquetipo, doble peligro. Publica La fiesta del Chivo y -ahí mi segunda equivocación-, es una de las novelas mayores del fin de siglo en español, una de las mejores de su autor y desde luego se hizo sitio junto a los tiranos literarios antes mencionados, y con igual rango. Después de esto, ya se podía esperar cualquier cosa de un autor que un año de estos, cuando en Estocolmo no se volvieran a equivocar, le otorgarían el Premio Nobel, que creo que es el único que le faltaba o que le sobraba, porque una obra como la suya no necesita que le den diplomas, como nadie echa en falta el Nobel cuando lee a Conrad, a Galdós o a Borges.
Pero se lo han dado, y creo que es muy justo para el autor, para su obra y para nuestra lengua. En definitiva, estamos ante un maestro, porque a través de su obra narrativa y ensayística se desandan caminos y se excavan otros. No siempre sucede, y no a todos los escritores, por grandes que sean, se les puede otorgar magisterio cultural. De todas formas, tengo una gran duda sobre Vargas Llosa: resulta que conoció el éxito muy joven, tiene una obra en distintos géneros de gran peso (y no lo digo por el hipopótamo de Kathie), es un gentleman bien parecido, locuaz y las mujeres lo adoran; si escribe sobre conflictos importantes lo hace desde Irak o Palestina, cuando podría hacerlo desde su confortable escritorio, se atreve con las tablas del teatro y encima sale al escenario con Aitana Sánchez-Gijón. Este hombre debe tener un fallo en alguna parte. Quiero quedarme con la ilusión de que puede que haya algo que no sepa hacer, aunque con él siempre me equivoco. Eso sí; los que de verdad se equivocaron fueron quienes liquidaron el Foro Vargas Llosa de Las Palmas, que lo vinculaba cada año a nuestra isla. Deben estar golpeándose contra las paredes.

***
(Este trabajo fue publicado el pasado miércoles en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7)

Publicado el

Premios literarios previstos

Como cada 15 de octubre, esta noche se falla el Premio Planeta de novela, aunque más que decir fallar debería ser anunciar, porque un fallo proviene del sesudo estudio que hace el jurado de las novelas presentadas, y sabemos que no es así, porque, qué casualidad, hace treinta años que no lo gana un desconocido, siempre es alguien que tiene ya un nombre que asegure las ventas. Cuando veo a los escritores primerizos que se presentan a estos premios de tanta repercución siento ternura, porque esas son las novelas que suman las cuatrocientas o más que se presentan. Pero no cuentan sino unas poquitas, o mejor dicho, cuentan dos, la ganadora y la finalista.
zpremio-planeta[1].jpgTodos los años saco cuentas y miro a ver qué escritores famosos no lo han ganado, o casi famosos pero que pertenecen a la cuadra de Planeta-Seix Barral. Si digo media docena acierto seguro. Algunos fichan con la promesa de que en un año o dos les darán el gran premio, y este año ando algo despistado, pero por eliminación se me ocurre que no lo tienen Vila-Matas, Elvira Lindo, Pedro Zarraluqui, Javier Sierra o alguno de estos periodistas de tertulia metidos a novelistas históricos. Tampoco lo tienen Cercas, Mendoza y Javier Marías, aunque si lo ganaran me llevaría una sorpresa y una decepción. Incluso cuenta María Dueñas, el fenómeno literario del año, si es que ha tenido tiempo de escribir nueva novela. Quedan fuera Almudena Grandes y Jesús Ferrero porque acaban de publicar (a ver si voy a tener que morderme la lengua…)
Y es que cuando hablo de estos premio no se trata de literatura, sino de prestigios inflados y de negocio. Esto no quiere decir que a veces no gane una buena novela; es natural si quien lo obtiene es un buen novelista, como Semprún o Muñoz Molina. Y otras es el nombre el que prestigia al premio (Cela, Vargas Llosa, Marsé, Torrente Ballester). Pero, ya digo, no estamos hablando de literatura. ¿Se imaginan a un escritor con oficina en varias ciudades y media docena de personas trabajando para él? Pues los hay. Debe ser que yo todavía tengo una idea romántica de la literatura.