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Tomás Morales

Hoy es el Día de las Letras Canarias, y durante todo este año estaremos hablando de nuestro poeta Tomás Morales. Pero hablemos menos y leámoslo más, que es la mejor manera de homenajear a un poeta. Por ello, lo mejor que se me ocurre es aportar su emblamático soneto dedicado al puesto de Gran Canaria:

Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico,
con sus faroles rojos en la noche calina
y el disco de la luna bajo el azul romántico
rielando en la movible serenidad marina.
Silencio en los muelles en la paz bochornosa,
lento compás de remos, en el confín perdido
y el leve chapoteo del agua verdinosa
lamiendo los sillares del malecón dormido.
Fingen en la penumbra fosfóricos trenzados
las mortecinas luces de los barcos anclados
mirando entre las ondas muertas de la bahía.
Y de pronto, rasgando la calma, sosegado,
un cantar marinero, monótono y cansado,
vierte en la noche el dejo de su melancolía.

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¡Buen Día de las Letras Canarias!

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¿Saben en el Parlamento qué es literatura?

Poco se puede hacer por un territorio cuando se desconoce de dónde viene y cómo respira. La clase política canaria no se ha distinguido generalmente por su vasta cultura, aunque aparezcan adormilados en el palco del Festival de Música. Y ese desamor por la curltura lleva a su desconocimiento. Quienes hablan a boca llena de «lo nuestro» piensan siempre en clave rural, con cachorros, yuntas, arados y timples. No creen -así lo demuestran sus actos- en el pensamiento, en la memoria, en la poesía. No desprecian a nuestros escritores, los ignoran, que aún peor. Creen que saben de arte porque se tragaron el sapo de Tindaya, pero sólo repetan lo que viene de fuera y como papanatas hacen el rendez-vous a los canarios afincados en Madrid. Todo eso ya lo sabía.
DSCN2331.JPGLo que ignoraba es que los parlamentarios fueran tan torpes o tan cínicos como para proponer dedicar al eminente científico Blas Cabrera Felipe el Día de las Letras Canarias de 2012. Si alguien me hubiera dicho que el Parlamento de Canarias -por unanimidad, chúpate esa, ni una voz discordante- aprobaría una proposición como esa habría pensado que era un chiste. Si lo han hecho por cinismo, malo; si ha sido por torpeza, peor. Blas Cabrera es una de las más grandes figuras que ha dado Canarias en sus 500 años de historia, una cima como Agustín de Betancourt, Alfredo Kraus o Galdós, pero fue ¡UN CIENTÍFICO! Es una autoridad mundial en los estudios sobre el magnetismo, un gigante, un genio, un orgullo para Canarias, pero existe el Día de la Ciencia, o se puede instaurar el Día de los Canarios Universales, y ahí cabe con todos los merecimientos y más.
Dedicar a Blas Cabrera el Día de las Letras Canarias es un menosprecio para los escritores de esta tierra. Es como negar que hay nombres y obras con verdadero peso y hay que poner a figuras de otras áreas. Es indignante. Siguiendo el discurso, los años venideros El día de Las Letras se les puede dedicar a un ilustre vulcanólogo o a un conocido futbolista internacional, primeros espadas en sus disciplinas. Es que no me entra en la cabeza tanta estulticia. ¿Qué pensaríamos si nombrasen figura del deporte a Agustín Millares Sall, de la ingeniería naval a Luis Feria y de la mecánica cuántica a Alonso Quesada, siendo como son excelsos poetas?
No es la primera vez que el Parlamento de Canarias menosprecia la literatura. Hace unos años, habiendo en Canarias excelentes poetas -algunos incluso con el Premio Canarias-, el Parlamento encargó hacer la letra del Himno de Canarias al músico Benito Cabrera. Los escritores canarios están acostumbrados a que no se respete su labor, pero nunca hubiera alcanzado a pensar que pudieran ser insultados hasta ese punto por una de sus instituciones más altas. Ya van dos, no vale alegar despiste, es ofensa. Con esto criterios, es posible que el próximo Premio Canarias de Literatura se lo den a Manolo Vieira o directamente a la Reina del Carnaval.
Y la deducción consiguiente: como en todo lo demás los diputados estén tan informados como en literatura, apaga el faro y cierra por dentro.Si los padres de la Patria son voceros de la estulticia, es un milagro que Canarias siga existiendo… Bueno, si es que existe. Siento vergüenza ajena.
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(Esta es la foto del Faro de Alejandría, donde Cleopatra VII recibió a una comisión del Parlamento de Canarias en el siglo I antes de Cristo)

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Los novelista proféticos de Venezuela

La persecución sobre la libertad de expresión en Venezuela, esta vez contra el periodista hijo del gran Manuel Otero Silva, hace que las novelas de su padre y Las Lanzas coloradas de Uslar Pietri se hayan vuelto proféticas. Los novelistas, por desgracia, se han convertido en profetas del caos. Si estos títulos hubieran sido publicados hoy serían mero periodismo. Y nos preocupa lo que pasa en «la octava isla».
En primer lugar está la historia y la estructura del estado venezolano. Los militares venezolanos son una especie distinta a la generalidad de los militares latinoamericanos, con una tendencia histórica hacia el liberalismo decimonónico. Se creen herederos del espíritu de Simón Bolívar y, a partir de los años sesenta, tienen una curiosa tendencia hacia el republicanismo de izquierdas, alejados de los teoremas fascistas al uso castrense en el continente, pero que finalmente siempre aparecen como el último recurso que nunca se utiliza, en muchos casos coqueteando con el comunismo, pero fuera del poder civil. Los dos partidos alternantes sabían que el ejército estaba ahí, vigilante, y eso daba a las fuerzas armadas un halo de prestigio y limpieza en una sociedad arrasada por la corrupción política y económica.
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(Monumento a los Próceres de la Independencia en la ciudad de Caracas)

Para un europeo resulta incomprensible la actual situación económica venezolana. En los años cincuenta, un dólar valía cinco bolívares. El petróleo, que se paga en dólares, tenía una fiscalidad del 50%, y con ese dinero se mantenía el estado, sin necesidad de otros impuestos. Hoy, un dólar equivale a mil bolívares, es decir, ¡doscientas veces! el cambio de 1960, y el petróleo se sigue pagando en dólares. Tendría que haber en Venezuela bolívares hasta el infinito, o mejor aún, no habría razón para que se devaluase tanto, y ahí está ese país, hundido y en la quiebra social más absoluta.
Y lo triste es que el pueblo se muestra enfervorecido, porque no cree en sí mismo, sino en alguien que lo salve. Y esa es la línea de salvadores patrios que personalizan el poder en Latinoamérica, siempre invocando al pueblo, pero en realidad asumiendo verbalmente ese deseo de cambio que nunca llega. En Europa hay socialistas, conservadores, liberales, comunistas o nacionalistas; en América Latina hay porfirismo, sandinismo, castrismo, peronismo, chavismo.
Surge Chávez en 1992, un militar raro en la Venezuela reciente, porque intenta lo que no se hacía desde el derrocamiento de Pérez Giménez: hacerse con el poder por la fuerza. Fracasó, pero puso en funcionamiento un mecanismo que haría naufragar a los partidos tradicionales que no daban soluciones a una población empobrecida en un país rico. Los «caracazos» acabaron por llevar a Chávez al poder pero de una forma legítima, otra curiosidad, puesto que llegó al Palacio de Miraflores aupado por el 56% de los votos venezolanos. La cuestión es de dónde le viene la fuerza a Chávez. La demagogia dice que del pueblo que lo apoya, pero es evidente que tiene en su ascenso popular el apoyo de las fuerzas armadas, que siguen calladas pero arbitrando la situación.
En Europa parece un anacronismo escuchar el vocabulario de Chávez y sus peroratas llenas de lugares comunes, en un lenguaje que pudo haber estado en boca de Miranda o del propio Bolívar (Andrés Bello hablaba más moderno), y que hoy suena hueco, pero que a media Venezuela le parece la Biblia. Todo esto se mezcla con ese carácter mítico bolivariano y entramos de lleno en el fanatismo. Así puede entender un europeo la imagen de Hugo Chávez, con la constitución bolivariana en la mano izquierda y el crucifijo en la derecha, y el pueblo enfervorizado tras las verjas de Miraflores, creyendo que es él quien quita y pone presidentes. Es algo que está más allá de cualquier comportamiento racional porque se ha entrado en una especie de locura colectiva.
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(Los novelistas venezolanos Miguel Otero Silva y Arturo Uslar Pietri)


¿Cuál es el futuro de Venezuela? No es posible hacer un análisis porque las variables son infinitas, y todas las combinaciones resultan letales. Viviendo esta realidad tan llena de impotencia no es extraño que los pueblos lacerados acaben invocando a un salvador, y comienza de nuevo la rueda… El ambiente político no ha variado desde las guerras civiles de Varela y Taboada en Argentina, de Páez y Santander en tiempos de Bolívar, de Carranza, Villa, Zapata y Obregón en la romántica revolución mexicana que finalmente sólo sirvió para imponer otra oligarquía, como en Cuba, en Nicaragua o en Colombia. La culpa ya no se sabe de quién es, pero las grandes potencias han hecho demasiado bien su trabajo de prosperar a lomos del Tercer Mundo. Aplicado en todo el continente, tal vez tenía razón Benito Juárez cuando dijo :»Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos».
América Latina lleva casi dos siglos de guerra civil, conviven los muertos y los espectros como en Pedro Páramo, es el lugar de las Casa muertas de Otero Silva, es el desprecio indígena del británico Borges. García Márquez se equivocó en el cálculo, son doscientos, no cien, los años de soledad de América Latina.

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(Este trabajo fue publicado en el suplemento cultural Pleamar de la edición impresa de Canarias7 del pasado miércoles)