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Correa o el don de crear mundos

zzcorrrea].jpgYo no sé si el novelista José Luis Correa sueña sus historias en abril o noviembre, si se las dictan las sirenas que dejan rastro o se le aparece Nuestra señora de La Luna. Lo cierto es que sus relatos tienen esa magia que seguramente ni siquiera su autor sabe en qué consiste, porque es un don. Se ha hablado mucho del don poético, y a ese caballo se han montado no pocos poetas, que en cierto modo se sienten por encima de cualquier cultivador de otro género literario. Los ensayistas también se han adjudicado para sí la máxima catagoría literaria, y recuerdo la firmeza con que el profesor Rumeu de Armas defendía que por encima del ensayo no hay nada. Y los filósofos, y los dramaturgos y hasta algunos periodistas deportivos. Por lo visto, para hacer cada una de esas cosas hay que tener un don, como el que tenía la madre del doctor Zhivago para tocar la balalaika, pero en su consideración novelista puede ser cualquiera. Y resulta que no, que la capacidad de contar también es un don artístico, que no es frecuente y que ni siquiera todos los que se dicen novelistas poseen. Porque hay que distinguir entre prosa, narración y novela, y resulta que es una escalera en la que el tercer escalón contiene a los otros dos, y así en disminución. Novelista es quien tiene el poder de fundar mundos, crear otras realidades, hacer que vivan otras entidades, y José Luis Correa lo es con todas las de la ley, porque sus novelas, que algunos despachan como una serie protagonizada por el detective Ricardo Blanco (tiene otras, aviso) son mundos autónomos en sí mismos, espacios con vida porque el autor no devora a sus personajes, sino que se esconde para que ellos vivan. Eso es un novelista; por eso recomiendo la lectura de cualquier obra de Correa, y para animar la fiesta lo mejor es que se interesen por la más reciente: Nuestra Señora de La Luna.

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Tabucchi o la grandeza de lo leve

La muerte del escritor Antonio Tabucchi se me antoja prematura, porque su talla literaria merecía que hubiera sido reconocido con el Premio Nobel, cosa que seguramente habría sucedido de no haber desaparecido a los 68 años. Descubrí a Tabucchi hace muchos años, en un libro de relatos titulado Pequeños equívocos sin importancia, y desde entonces quedé enganchado a esa prosa de relatos breves en los que aparentemente no pasan grandes cosas pero que al final dibujan ese elemento tan escurridizo que es el tiempo. zz26818[1].jpgFue mucho antes de sus grandes éxitos de venta Sotiene Pereira o Nocturno indiano. Es un escritor italiano que, desde su amor por la lengua portuguesa, descubre a un escritor portugués nada conocido fuera de Portugal y poco apreciado en su propio país. Puede decirse que Tabucchi es el gran descubridor de Fernando Pessoa para el mundo, lo mismo que los existencialistas franceses pusieron en su lugar a Kafka. Antes de que Tabucchi lo tomara bajo su padrinazgo, Pessoa era solo una curiosidad portuguesa. Pero es que, además, Tabucchi es muy grande, como narrador y ensayista tiene una de las obras más sólidas de la Europa contemporánea. Estoy convencido de que su tamaño literario irá creciendo, y con los años, la gente acabará por no saber si era un portugués que escribía en italiano o un italiano que amó a Portugal a través de su lengua. Tal vez por eso nació en Pisa y murió en Lisboa, sus ancestros están en el luminoso Mediterráneo y su eternidad en la atlántica Lisboa. Antonio Tabucchi, un gigantesco intelectual comprometido con Europa -que era también su gran decepción- era leve, como sus relatos, poco dado al ruido, pero su palabra sonaba y sonará muy lejos en el tiempo y en el espacio. Era un italiano que habría pasado por suizo debido a su discreción, un hombre de pocas y certeras palabras, de la estirpe de Italo Calvino y de aquel Fernando Pessoa de hace un siglo que él ayudó a revivir.

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Historias de terror


Dicen que las historias de terror activan la mente del ser humano, y algo de verdad habrá en eso cuando a los niños les suelen gustar los cuentos en los que el lobo se come a la gente, la bruja encierra a dos niños en una jaula y espera a que engorden para comérselos y las del ogro Golón, el que se come a los niños como si fueran turrón. Los malos infantiles comen, y los adolescentes chupan sangre, pero el caso es llenarse con la carne o la sangre del otro. A mí, las historias de terror nunca me han gustado, ni cuando era niño, he visto muy pocas películas del género (siempre por equivocación) y no suelo leer novelas, por mucho que vendan Anne Rice o Stephen King. Ese terror espasmódico y brutal me repele, si bien confieso haber leído a autores de terror más psicológico como Mary Shelley, Edgar Allan Poe o G.H. Welles. Otras novelas, como El fantasma de La Ópera o El retrato de Dorian Gray, que pasan por ser literatura de terror, sí que me han gustado, pero es que esas en mi opinión salen un poco de la etiqueta. En cualquier caso, no soy un entusiasta del género, aunque de vez en cuando suelo echar un vistazo a alguna, por aquello de conocer el territorio que uno pisa.
Acabo de leer algo de terror muy fuerte, por empeño de un amigo, que me aseguró que la historia no tenía desperdicio. Me mandó que buscase en Internet el texto íntegro de la nueva Reforma Laboral. Al principio pensé que mi amigo me había gastado una broma, y que no era una historia de terror, sino un ejercicio literario con gran carga de humor e ironía, porque empieza así:
z-terror.JPG
«La crisis financiera y económica de origen internacional que se ha desarrollado desde principios de 2008 ha quebrado la larga senda de crecimiento económico y del empleo que vivió la economía española…»
(Muy bien traído el juego, ahora resulta que la crisis es de origen internacional, cuando hasta ahora los autores del texto sostenían que el culpable era Zapatero).
Sentados los antecedentes, me interné en el texto, y mi amigo tenía razón, es una verdadera historia de terror; no aparecen lobos comeniñas ni vampiros chupasangres, pero como si los hubiera, porque cada párrafo es el descenso de un peldaño en la escalera hacia una sociedad igualitaria que tanto ha costado subir, y eso que no habíamos llegado arriba del todo. El texto parece una parodia, porque suena imposible que, por ejemplo, se pueda reducir la plantilla de una empresa, no porque haya pérdidas, sino simplemente porque ha habido menos beneficios. Es como el negativo de cualquier idea que se parezca a un derecho, donde se liquida a los sindicatos, se criminaliza la enfermedad y… En fin, terror de muchos quilates, una obra maestra si fuese ficción. Muy recomendable su lectura para los amantes del género.