Mucho cuidado con los libros
Hay libros y libros, y la influencia de algunos en la Humanidad da vértigo. Libros como La Divina Comedia o El Quijote hacen cambiar la percepción del mundo, pero queda en eso, percepciones. Los libros que verdaderamente originan cambios profundos son los que determinan hasta los más mínimos comportamientos humanos, y son la mecha que durante siglos va excavando en las personas y los pueblos.
El judaísmo se sostiene en la Biblia hebrea, con otros libros adicionales como La Torá y El Talmud; el cristianismo en esa misma Biblia reciclada y aumentada con Los Evangelios, las Cartas, Los Hechos de los Apóstoles y El Apocalipsis; los musulmanes tienen como base El Corán, y así cada religión, sean El Libro del Tao, Los Vedas, El libro de los muertos o el Zend Avesta de Zatatustra (el zoroastrimo conserva más de un millón de seguidores en todo el mundo). Es asombroso cómo las distintas congregaciones que ahora surgen como esporas (son tiempos confusos, Sancho) tienen «El libro», y ahí están todas las respuestas, por supuesto, según el entendimiento de un lama, un chamán, un gurú, un obispo, un imán, un sumo sacerdote o un rabino. Y los libros son tan importantes que la Humanidad atraviesa el río del tiempo flotando sobre un libro. Se me dirá que sólo son los creyentes en la transcendencia quienes siguen esos libros. No sólo ellos, y ahí están El Capital de Marx o el Mein Kampf de Hitler, y son venerados como libros sagrados por sus seguidores los escritos por Escrivá de Balaguer, el Ché Guevara o cualquiera que convenza a un grupo de que es raeliano, de que ha hablado con alienígenas o que conoce la fecha del fin del mundo. Y hay que tener mucho cuidado con los libros que contienen ideas tenidas por verdades absolutas.
Hoy, la mítica cantante María Callas cumpliría 90 años. Como homenaje a su voz única adjunto un fragmento de mi novela El baile de San Pacual, que forma parte del libro Tríptico de fuego (2008), que contiene tres novelas cortas. Trata de una visita que hace medio siglo hizo a Gran Canaria la gran diva de la ópera, en el yate del millonario griego Aristóteles Onassis. El episodio del chicle, que podría sonar a pura fantasía, ocurrió realmente en el sur de Gran Canaria.
El viernes no fue así, porque muchos conocían la novela y las anteriores de Alexis Ravelo, y así los actos se dinamizan solos. También está reciente en los escaparates de las librerías otra novela de Alexis, La estrategia del pequinés, y allí se habló de ambas y también de Los día de mercurio, una obra suya de hace varios años que tiene una pegada tremenda. La última tumba es una novela negra con la mayor parte de sus ingredientes, pero tiene otros que se cuelan y que son los que le dan profundidad al texto. Me refiero al tratamiento de la venganza obsesiva por encima de la valoración de la propia vida, que determina un territorio inquietante que nos lleva a una serie de preguntas a cual más aterradora: ¿Es la venganza una forma de justicia? ¿Cuál es la línea que las separa? ¿Es legítimo hacer pagar a los culpables por algo que hicieron pero han salido indemnes, con el agravante de que condenan a un inocente ? ¿Eso es justicia o venganza? Teniendo en cuenta que en Gran Canaria no hay prácticas mafiosas, la política es absolutamente limpia y transparente, el poder y la influencia de las clases adineradas no los hace inmunes a la acción de la justicia, los dirigentes trabajan por el interés general y no existe mediatización alguna por parte de los poderes fácticos, hay que convenir que Alexis Ravelo se lo ha inventado todo, y la novela La última tumba, además de negra, es pura fantasía. O no.