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¡Qué falta de sensibilidad!

Lo ocurrido con la propuesta de dar el nombre de José Vélez al Palacio de la Cultura de Telde es una muestra más de la falta de sensibilidad del consistorio. Utilizan el nombre de un artista para sus fines políticos, sin tener el menor cuidado en el daño que eso puede hacer a la imagen pública y a su propia autoestima, porque todo el mundo tiene su corazoncito. general[1].jpgEs sabido que la mayor parte de los acuerdos políticos se hacen antes de llegar a las sesiones oficiales, que es donde se escenifican. Que un ayuntamiento dé a una calle, una plaza o un edificio el nombre de alguien destacado es normal, pero cuando esa persona está viva no se puede estar jugando. La escena oficial ha de ser que se aprueba, y eso hay que saberlo antes. Cuando no hay acuerdo previo, no se lleva al pleno, porque resulta humillante para la persona homenajeada, para la gente que la quiere y para sus seguidores. Si hubo acuerdo anterior y alguien se rajó, malo; y si lo que sucede es que una fuerza política no tiene la seguridad del acuerdo y sigue adelante, peor. Pero claro, hay que sacar réditos políticos. No se puede humillar públicamente a un artista; si, en su derecho, este ahora se negara a que dieran su nombre a un edificio dirían que es un desagradecido. Yo lo entendería, es humano y han jugado con él. Aunque ahora digan salmos en latín, jugar políticamente con el nombre de José Vélez es una tremenda falta de sensibilidad cultural, política y humana.

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Chacho, chacho, el Parlamento

Cuando hace unos días el pleno del Parlamento de Canarias aprobó una proposición no de ley apoyando por unanimidad la candidatura del físico Blas Cabrera para ser homenajeado en el Día de las Letras Canarias 2012, se saltó la normativa dictada al respecto, que establece que se dedique cada año a «un autor diferente de nuestra literatura». ttommma.JPGVisto que Blas Cabrera no fue un literato, y después de un debate social que ha trascendido a los medios, la parlamentaria Dulce Xerach rectificó. Lo consecuente es que el Parlamento -no una sola diputada- se retractase porque se ha equivocado. Pero no, no se desdicen y ahora la Mesa del Parlamento (los que se sientan arriba, que son cinco) decide proponer a Pancho Guerra, que sí fue un escritor y entra en la normativa. ¿Es que los cinco componentes de la Mesa no votaron en el pleno que aprobó la anterior proposición? ¿Por qué no rectifican el error anterior? Lo único que falta es que otro órgano parlamentario -la Junta de Portavoces, por ejemplo-, proponga a un tercero, y ya puestos que hagan proposiciones los grupos parlamentarios por separado, los servicios jurídicos, los ujieres y los operarios de mantenimiento del edificio del Parlamento. Un poco de seriedad, y dejen que las cuestiones específicas las traten y decidan los organismos que tienen competencias para ello.

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Día mundial de las estupideces

Como estoy cansado -y tampoco quiero cansarles- de tanta cosa seria y reivindicativa, trataré de hablar de alguna tontería, que al fin y al cabo es lo que conforma la vida, que no deja de ser un rosario de estupideces que creemos importantes. Por ello declaro un par de días mundiales de la estupidez. Muchas son fruto de la invención, aunque otras pueden documentarse, y a veces son ocurrencias puntuales, como cuando Milos Forman nos presentó en la película Amadeus a un Mozart al que le faltaba un punto para ser tonto de baba. Puede que no tuviera muchas habilidades sociales, pero desde luego Mozart tonto no pudo ser. Es imposible, un tarado nunca podría componer La flauta mágica.
gustavo mggontesdeoca.jpgLos tiempos van cambiando la percepción de las cosas y hasta la interpretación. Cuando escuchamos una obra de música clásica, ponemos un disco actual, o la escuchamos en un auditorio con una orquesta estructurada seguramente de otra manera a como se hacía hace siglos. Hay por ahí investigadores que incluso tienen grupos de música que tratan de reproducir el sonido que se escuchaba en tiempos de los grandes compositores clásicos. Por lo que yo sé, la cuerda ha ido ganando terreno, y hoy los violines, las violas y los chelos son la base de la reproducción musical de una orquesta sinfónica. En el siglo XIX había menos cuerda y sobresalía el metal, por lo que es de suponer que un concierto de Tchaikovski sonaría más a banda de lo que suena hoy el vals de El lago de los cisnes.
Y así supongo que ocurrirá con todo; un ejemplo es que en algunas novelas y películas ambientadas en el Renacimiento o el Barroco, aparecen prebostes italianos comiento pasta con tomate. Pero eso es imposible, porque si Marco Polo trajo la pasta de China en el siglo XIV y el tomate -oriundo de América- estuvo proscrito en Europa (salvo en la mitad sur de España) hasta casi el siglo XIX porque se creía que era venenoso por su parecido con la mandrágora), los italianos estuvieron comiendo pasta sin tomate durante cuatro siglos. Así que hay tradiciones que no son tan lejanas, pero tendemos a perpetuar lo que aparece escrito en alguna parte.

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(La fotografía apareció en Canarias7 y el autor es Gustavo Montesdeoca)