Tàpies y Szymborska, imprescindibles
Hace unos días murió la poeta polaca Wislawa Szymborska y ayer Antoni Tàpies, el artista catalán que sublimó la abstracción. Todos hemos hecho chistes malos sobre la interpretación de la obra de Tàpies, pero en realidad detrás de cada chiste está la impotencia por no poder atisbar lo que un artista como él veía claramente. Estoy seguro de que una encuesta nos diría que es un porcentaje muy bajo de la población el que sabe quién fue Tàpies, y de esos menos aún los que conocían su obra, y de los que la conocían muchos menos aun los que serían capaces de comentarla.
Parece entonces que no se va a notar su ausencia y que su paso por la vida careció de importancia. La mayor parte de las figuras que durante siglos han ido modelando nuestra civilización y ahondando en el pensamiento y la sensibilidad del ser humano fueron conocidas en su tiempo por un sector pequeño de la población, e incluso después. Pero no importa, son las migas de pan por las que la Humanidad se ha guiado para no perderse, aun sin saberlo. A primera vista parece que si no hubieran existido Emily Dickinson, Rembrandt o Debussy el mundo sería igual. Pero no es así, porque esa luz que ellos vieron ha influido en la evolución de todos los seres humanos. Y la vida de cada uno es como es y no de otra manera porque estas personas hicieron algo que cambió la manera de pensar y sentir de la gente. La vida de un hombre y una mujer actuales es el resultado de lo que unos pocos han influido durante toda la historia, aunque nunca hayan leído a Dante, escuchado a Glinka o visto una película de Pilar Miró. Tàpies es una de esas personas imprescindibles en el devenir de la Humanidad, y quienes habiten este planeta dentro de doscientos años le deberán algo aunque ni siquiera tengan noción de su existencia. Si somos conscientes de lo que significa un artista, un científico, un poeta o un pensador veremos lo que significa para todos la muerte de Antoni Tápies y Wislawa Szymborska.
No sucedió así, sobrevivieron todos los soportes, pero con la revolución tecnológica de los últimos años peligran todos. Kodak existe desde que nació la fotografía comercial, y fue durante décadas (más de un siglo) sinónimo de calidad. Tengo en mi casa miles de diapositivas hechas con carretes de esa marca y treinta años después siguen perfectas. Eso es calidad y perdurabilidad. Pero la era digital ya no entiende de carretes, cubetas, reveladores, baños de paro, fijadores y ampliadoras, ni se fija en si la foto ha de ser mate o tener brillo según el papel utilizado, ya todo eso viene en la foto. La posible desaparición de Kodak es el fin de una era, la de la fotografía artesanal, aquella en la que había que cuidar los tiempos para dar más o menos contraste, y en la que dos fotos nacidas del mismo cliché podían ser distintas por el tratamiento posterior en el laboratorio. El proceso fotográfico era como hacer vino, no bastaba un buen producto inicial, el trayecto hasta el resultado final era muy importante, y a veces lo que diferenciaba una buena foto de otra que no lo era tanto. Hay que estar con el progreso, y con estas cosas palpamos los profundos cambios que está experimentado nuestra manera de vivir, pero no dejo de sentir nostalgia por una manera de reflejar el mundo que ha cambiado el nitrato de plata por los granos de sílice de un disco duro.