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Reescribir la historia

Ahora, TVE se empeña en volvernos a otros tiempos con series como Isabel, tratando de vendernos la grandeza de la España sacrosanta del siglo XV. Y mienten la serie y los voceros que en todos los medios hablan no solo de la unidad sino de la uniformidad de España, pues los fueros que hoy se alegan provienen precisamente de otras épocas, y en tiempos de los Reyes zzhitDSCN4462.JPGCatólicos eran distintos los tratamientos según los territorios. Nos engañan adrede porque, para empezar, es mentira que España se unificara con Isabel y Fernando, primero porque eran monarcas de dos reinos distintos, Castilla y Aragón, que luego heredaron sus descendientes y sólo se unían en la corona, porque cada territorio tenía sus fueros y su sistema diferenciado, que curiosamente ellos respetaron, cosa a la que hoy algunos no parecen muy proclives. España no es España como estado hasta la Constitución de 1812. Canarias, por ejemplo, tenía un trato fiscal distinto desde los tiempos de Carlos V y la reina Juan La Loca, y todo fue así durante siglos. En el siglo XV, había una hacienda en Castilla y otra en Aragón, bien es cierto que dirigidas por el mismo hombre, don Luis de Santángel, ejércitos distintos y cortes diferentes. También es mentira que todo el territorio que hoy es España estuviera bajo sus coronas, puesto que el reino de Navarra sería conquistado temporalmente por Fernando el Católico años después de la muerte de Isabel (el problema vasco viene de lejos). Es evidente que pretenden reescribir la historia. Con este sistema y siguiendo hacia atrás, pronto veremos a Calígula convertido en una hermanita de la caridad.

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La contradicción de los sistemas educativos

Ahora que nace la enésima ley educativa en nuestro país, cabe preguntarse por el sentido del diseño de cualquier sistema educativo. El asunto encierra una contradicción en sí mismo, porque antaño, cuando la evolución de las sociedades era lentísima y podía preverse con bastante probabilidad cómo serían las cosas en los siguientes 30 o 40 años, tenía sentido proyectar un sistema que sirviera para desenvolverse en una sociedad que ya sabíamos más o menos cuál iba a ser. Desde hace más de un cuarto de siglo estas previsiones se han manifestado imposibles, porque todo cambia tan deprisa y en direcciones tan dispares que no podemos estar seguros ni por aproximación cómo será el mundo dentro de diez años. zzenFoto0111.JPGY ese es el problema, que estamos viendo en esa multitud de jóvenes muy preparados que no encuentran sitio en el engranaje actual. Me entra la risa y el pánico cuando escucho decir a dirigentes políticos que hay que cambiar el sistema de preparación de profesores. Y se hace hablando de un problema actual, que seguramente será otro dentro de cinco años. Encima, esas nuevas hornadas de profesores no acceden a las aulas, que siguen ocupadas por profesorado que en los últimos cuarenta años, desde la Ley Villar Palasí de 1970, han visto cómo en períodos muy cortos les hacían cambiar el paso, siempre a remolque de lo que iba ocurriendo y no de lo que podría suceder solo diez años después. De manera que el desafío educativo es tremendo, porque en ello nos va el futuro, y las respuestas institucionales inciden en la inútil hiperburocratización de los procesos, limitación de inversiones, desautorización del profesorado y redacción de leyes cuya única aportación novedosa es otra vuelta de tuerca a la ideologización. ¿Cuándo podremos vislumbrar un sistema estrictamente técnico, que prepare a los profesores en una línea que valore la necesidad del cambio constante, porque este mundo lo exige así?

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300 años de la RAE

La lengua es el instrumento de comunicación más perfecto que ha creado el ser humano, y posiblemente sea esa facultad la que establece su preponderancia sobre el resto de las especies del planeta Tierra. Pero ese campo es muy complejo, porque, tomando tan solo una lengua, vemos que ha ido evolucionando a través del tiempo, tanto en sus significados como en su escritura, de tal modo que, alguien que no tenga cierto grado de conocimientos paleográficos sería incapaz de leer de corrido en su escritura original libros tan celebrados en nuestra lengua como La Celestina o El Lazarillo de Tormes. Si hablamos de los miles de lenguas que existen o existieron, y se han ido cambiando y entrecruzando, este fenómeno es la constatación física del mito de la Torre de Babel. Y son solo cuatro o cinco siglos.
zzvaya-cartel[1].jpgLa Real Academia fue fundada hace ahora 300 años, y se ha ocupado de ordenar y fijar criterios que han ido estableciendo usos, y al revés, acogiendo usos que finalmente la Academia ha aceptado. Sabemos que siempre hubo un componente machista en la lengua, consecuencia de la sociedad que la hablaba, y mucho de esto permanece, pero es el tiempo el que acaba absorviendo la evolución de la sociedad. Y si la RAE puede establecer normas sobre la ortografía, el uso y la gramática de las palabras, tiene muy complicado atajar las variables erróneas que se producen cada día, porque la combinación de palabras para expresar ideas tiende al infinito. Todos, hasta los más doctos, cometemos errores, y no sería raro que en este post hubiera más de uno.
Y es que el uso no correcto (decir mal uso suena fuerte) del lenguaje da pábulo a la risa o al menos a la sonrisa, sobre todo cuando los errores son fruto de las prisas, especialmente en la inmediatez informativa de un periódico. Y no me refiero a erratas, que son generalmente jugarretas de la vista. Hay cientos de anécdotas de este tipo, como la que informaba de una mujer con «120 pechos» o «la ambulancia que colaboró en un accidente». Quien lo escribió no quería decir lo que sus palabras delatan, pero las prisas tienen esos efectos, que casi siempre son exculpados porque, incluso con errores, quien lo lee acaba entediendo lo que en realidad quiso decir el autor. Otra cosa son los errores apocalípticos (exagerar a lo Pedro Piqueras a veces viene bien), como una coma de más o de menos que cambia totalmente el significado de una frase (es diferente «No, quiero pescado» que «No quiero pescado»), y especialmente algunas tildes cuya ausencia o presencia resultan determinantes (no es lo mismo hablar de la «pérdida» de su mujer, que de la «perdida» de su mujer). Y es solo una tilde. Así que la RAE tiene mucho trabajo, y aun así nunca podrá llegar a todo. Pero es bueno que exista.