Demasiado cerca me parece Francia
Mi creencia durante años ha sido que, cuando se nombra un ministro, se le marcan unos objetivos, que siempre he supuesto de mejora del área de que se trate. Si es de Obras Públicas, mejores carreteras; si es de Sanidad, mejores hospitales; si es de Comercio, mejores cauces de intercambio. Pero el gobierno actual parece que ha sido encargado de la destrucción de cualquier latido que vaya en beneficio del interés general, con la inestimable complicidad de gobiernos autonómicos y otras corporaciones públicas afines. Hay un listado inacabable de leyes, decretos y acuerdos ministeriales, autonómicos y municipales que, puesto en fila, han dañado gravemente las libertades democráticas, la sanidad pública, el comercio interior, los servicios sociales, los avances con las minorías, las pymes, el mercado de trabajo y hasta la imagen exterior de España. Se ha hipotecado el futuro energético y se le ha dado un zarpazo a las renovables. En muchos casos, este daño ha sido una herida mortal, y no tenemos ni idea del tiempo que se tardaría en recuperar lo perdido si empezáramos mañana. En cuatro años han laminado lo conseguido en más de treinta. Hay que decir, por lo tanto, que el gobierno de Rajoy ha sido de una eficacia formidable, y pasará a la historia como una vergüenza democrática que se ha empleado a fondo en destruir el país en beneficio de unos pocos. De toda la cadena de destrucciones programadas, llaman la atención las que afectan a la educación y a la cultura. Además de desviar dinero de la enseñanza pública a la privada, este gobierno ha ejecutado el mayor ataque a la educación que se recuerda, especialmente a las Humanidades, se ha cargado la música, la historia, el latín, la filosofía y remacha en estos días con la literatura. Eso sí mucha teoría sobre los idiomas, especialmente el inglés, pero el resultado puede ser unas generaciones que sepan hablar la lengua de Shakespeare pero no sabrán qué decir. Se ha decretado la idiotización general de España, porque así es más fácil explotar hasta la extenuación a los que ayer fueron ciudadanos y hoy son rehenes de la codicia institucionalizada. En cuanto a la cultura, han fulminado el cine, el teatro, el mercado editorial y discográfico, inerme legalmente ante lo que llaman piratería y es claramente robo, el ballet, las enseñanzas musicales… Han desmantelado todo lo que nos diferencia de los tigres. Y ahora que Wert deja el ministerio, no me consuela el hecho de que se vaya a otro país el hombre más funesto para la educación y la cultura españolas desde hace muchas décadas. Demasiado cerca me parece Francia.