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Matemáticas y política canaria

La RAE no habla de matemáticas, sino de matemática, aunque admite el uso del plural con el mismo significado. Suena mejor matemáticas, que el diccionario define como «Ciencia deductiva que estudia las propiedades de los entes abstractos, como números, figuras geométricas o símbolos, y sus relaciones». Es decir, es algo muy profundo y necesario, porque finalmente la realidad se compone con abstracciones que han de ser conjuradas como base de los avances científicos y tecnológicos. Eso hacen las matemáticas, con historias tan curiosas como la Conjetura de Poincaré, problema propuesto por el matemático francés en 1904 y que ha estado 100 años sin ser resuelto hasta que el ruso Perelmán lo consiguió. Traigo a colación este asunto porque hoy se constituyen los ayuntamientos en Canarias y «hasta la última carta hay seña», que diría Luis Molowny (no era un matemático, pero casi). Y es que la política canaria se parece mucho a los desafíos matemáticos de toda la historia, desde los tiempos clásicos de Zenón de Elea, el inventor del razonamiento paradójico (¡chúpate esa!) con lo de Aquiles y la tortuga.
zzzzzz180px-Konigsberg_bridges[2].JPGVeamos si no: A pacta con B a gran escala, pero B ha pactado en otro nivel con C y por su parte A con D, mientras A, B, C y D pueden haber pactado entre si o cada uno por su lado con cualquier fuerza local H, M o W. Así, esto se convierte en una gran partida de un juego aún sin nombre, porque es ajedrez, póker, zanga, dominó, parchís, subastado, oca y tiro porque me toca. Es muy complicado jugar a un juego en el que uno da jaque mate, otro arrastra, otro canta veinte en bastos y los hay que sacan un siete con un dado de seis caras, se enrocan o cierran la partida con el doble seis. Vamos, que mal iba a vérselas el Premio Nobel y especialista matemático del asunto John Forbes Nash (El de la película Una mente maravillosa). Para resolver este galimatías habría que convocar a Gaus, Euclides y al mismísimo Heisenberg para que aplique su Principio de incertidumbre. Hoy se constituyen los ayuntamientos, luego los cabildos, el Parlamento y el Gobierno, y nadie sabe qué correspondencia tienen esos pactos con los votos depositados en las urnas. Se me ocurre llamar a Eulen, que fue capaz de demostrar que no se puede pasar por los siete puentes de la ciudad de Konigsberg (Kaliningrado) sin repetir en uno de ellos. Si eso sucede aquí, ¿cuál es el puente que hay que cruzar dos veces?

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Un post «histórico»

BritishDiscobolo[1].jpgDe un tiempo a esta parte hay una especie de obsesión mediática por la historia y lo histórico, pero mirada desde la actualidad más caliente, que quita neutralidad a los análisis. Hemos visto cómo muchos proclaman que el actual Barça es el mejor equipo de fútbol de la historia, Nadal el mejor deportista español de la historia o Berlanga el mejor director de cine español de la historia. Siempre la historia, pero lo más reciente gana siempre en todas las encuestas mediáticas, porque la mayor parte de la gente no valora películas de antaño ni vio jugar a Kubala. Porque sucede en todas las áreas. No puede saberse cuál es el mejor actor de la historia, el mejor cuadro, la mejor novela, el mejor poeta o el músico más sublime. Sabemos que hay obras y figuras muy grandes, pero, dentro de esa grandeza, es cuestión de gustos, de visiones culturales y de quién haga la proclama. Es curioso ver cómo, cuando los americanos hacen un ránking de los diez mejores libros de la historia, aparecen siempre tres o cuatro norteamericanos, y en la lista de mejores actores casi no hay nombres de fuera. En el deporte se puede medir el número de medallas, de copas y todo eso, pero incluso así es muy difícil establecer ese rango supremo. Un gran deportista en cualquier rama que acapara más triunfos no es necesariamente el mejor de la historia, porque depende también de si en su su generación no han le han salido competidores del nivel que tuvo el que quedó segundo. Y se puede medir el número de goles de un equipo, pero no su juego, que es como evaluar un ballet. En estos últimos años he visto adjudicado el título máximo del deporte de la historia al Real Madrid, al Barça, a Gasol, a Nadal, a Fernando Alonso, a Induráin, a Contador, Messi, a… Uno de ellos tal vez sea ese mirlo blanco, pero deberíamos tener en cuenta a figuras como Pelé, Bahamontes, Santana, Angel Nieto… Habría que ser más comedidos… Yo también, por supuesto.

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Ciencia y religión

imagesCAGXO75Y.jpgComo no se había dado bastante leña, la ciencia acude en socorro de los desgañitados predicadores contra la homosexualidad. Estos habrán pensado que, como la ciencia alemana es pionera en el mundo, si ellos afirman algo, es que seguramente lo pueden comprobar. Y puestos al asunto, unos científicos germanos han descubierto cómo «curar» la homosexualidad, con un combinado de psicoterapia, filosofía, etología y las enseñanzas de las Sagradas Escrituras. ¡Acabáramos! Todo iba muy bien hasta que metieron las Sagradas Escrituras, que es un tótem, una guía, un relato fantástico… Todo, menos un tratado científico. Es como si Arquímedes, para apoyar lo de la flotabilidad, nos remitiera al pasaje del Diluvio Universal, o que Einstein ilustrase su teoría del tiempo con el primer versículo del Génesis. Mezclar ciencia con religión nunca sale bien, ni a los alemanes. Antaño, a los homosexuales se les aplicaban electroshocks (el mi pueblo los choques), o se les apedreaba directamente. En Las Sagradas Escrituras se les destruía con fuego (Sodoma y Gomorra). Ahora, como hay que ser políticamente correcto, se van a la homeopatía. Y es que los que quieren que el mundo sea según su medida no paran. ¿Por qué no dejan que cada cual viva su vida en paz?