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El mito de Kennedy

zzzzFoto014911111.JPGJohn Kennedy estuvo en la Presidencia norteamericana menos de tres años, casi nos mete en una guerra nuclear, abrió el frente de Vietnam y sin embargo se le recuerda como una especie de Mesías. He leído en alguna parte que el día que mataron a Kennedy -23 de noviembre de 1963- se perdió la última oportunidad para un mundo mejor. Yo creo que con él se cumple lo que decía James Dean y que fatalmente se cumplió en él mismo: «Vive a tope, muere joven y harás un bonito cadáver». Pero hoy aquellos años, que parecen toda una época y apenas fueron un suspiro, se recuerdan como la corte de un Camelot con Cadillacs y Ginebra vestida de Valentino. Y aunque se haya visto con los años -casi medio siglo- que todo era oropel, que llegó a la presidencia con apoyos de la mafia, que hay dudas sobre la implicación de su entorno en la muerte de Marilyn, que aquella apostura sonriente y bien peinada era la máscara de un hombre enfermo que sufría fuertes dolores, aunque su propio asesinato demostró que era mortal, la gente lo sigue viendo como un semidiós. En realidad, John Kennedy es el hombre que ansiaban las multitudes, y se empeñaron en inventarlo. Al morir de forma trágica, ser creó el síndrome de la usurpación, pero el verdadero Kennedy era un hombre como los demás, y no precisamente de los mejores.

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El 20-N y la sombra de Churchill


Durante años, el 20 de noviembre fue una conmemoración del anterior régimen, que recordaba el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera en la cárcel de Alicante. Luego fue el aniversario de la muerte de Franco, y ya es tiempo de que sea una fecha normal, que tiene asideros históricos, zz20nnn.JPGpero no más que el descubrimiento de América o la batalla de las Navas de Tolosa. Y los medios, para abreviar y fijar, han cogido la costumbre de convertir fechas casi en diseños, número, guion, letra. En España empezó con el 23-F, y desde entonces se fijan las fechas importantes de ese modo, sea por elecciones, sea por desastres. Y el 20-N ya no significa una sola cosa, por lo tanto ha perdido su valor como marca. Relacionamos el 6-J con el desembarco de Normandía, el 23-N con el asesinato de Kennedy, el 11-S con el ataque a las Torres Gemelas, el 11-M con el horror de los atentados de Madrid, el 15-M con Los Indignados, y así muchas otras muchas referencias, como si solo hubiera un 11 de marzo o un 6 de junio. Ahora, al ver 20-N ya no estamos seguros de a qué se refiere, y eso finalmente es bueno, porque parecía un día maldito, hasta el punto de que hace un par de años mucha gente se extrañó de que yo presentase uno de mis libros en esa fecha. Pues hoy es 20 de noviembre como el del año pasado y el del año que viene, y casualmente es día de elecciones generales. Nada más.
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Nota aparte: Me comentaba alguien muy cercano -no es idea mía- que se estaba preguntando si Mariano Rajoy, en caso de que gane estas elecciones, lanzará el discurso de Churchill («Solo puedo prometeros sangre, sudor y lágrimas») la misma noche electoral, en el discurso de investidura o cuando ya ocupe físicamente La Moncloa.

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¿Señales?

Los últimos meses están siendo que ni pintados para los apocalípticos. Tenemos de todo: basura espacial que se estrella contra La Tierra, volcanes en el patio de nuestra casa, lluvias de estrellas, tormentas solares que podrían poner en peligro las comunicaciones, asteroides de película… Ya he escuchado por ahí que son señales. ¿Señales de qué? Esto no es una partida de envite. Menos la basura espacial, que es cosa reciente, fenómenos naturales ha habido siempre, y lo de los asteroides como el 2005 YU55 que acaba de pasarnos rozandozzzghu.JPG (se adelantó a los agoreros que anunciaban el fin del mundo para el 11/11/11) es tan viejo como el sistema solar, lo que ocurre es que de eso tenemos noticias más o menos concretas solo desde que Galileo inventó el telescopio, y eso fue ayer por la tarde en tiempo geológico. Lo que más debe preocuparnos es la actividad volcánica en El Hierro, que sí que está afectando a muchas personas y que no sabemos qué consecuencias va a tener en el futuro. De momento, el asunto está siendo tratado como un gran espectáculo (tampoco es de extrañar, así tratan la guerra, las hambrunas o los terremotos), pero no debemos olvidar que hay cientos de personas fuera de sus casas, negocios cerrados, barcas de pescadores en dique seco y un mar que era riqueza que ahora mismo es el infierno. Menudo ojo tuvo el catedrático que dijo que el volcán era un atractivo turístico. Debe ser que le gustan los cataclismos, como cuando en el siglo XVII el Etna arrasó por completo la ciudad de Catania, después de cuatro meses vomitando fuego y moviendo la tierra como si fuera un cedazo. Tendría que haber estado por aquí cuando reventó la caldera de Bandama, un agujero de 1 km de diámetro expulsando lava ardiente. Para los habitantes de La Restinga, el volcán es una tragedia que está marcando sus vidas. Espero que eso se tenga en cuenta a la hora de tomar decisiones económicas, porque suele suceder que, cuando acaba el espectáculo, todos se olvidan.